Listos o listillos

¡Felices los que tienen el corazón fluido de ternura!

30 DE ENERO DE 2016 · 22:40

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“Las ciudades sólo prosperan si saben atraer a tipos listos”, esto declaraba el Catedrático de Economía Urbana de la Universidad de Harvard, Edward GLAESER, a su paso por Barcelona, para disertar en las jornadas celebradas en “Smart City Expo Fira Barcelona” y yo, “Desde el Corazón”, pues sólo desde esta emoción me atrevo a decir que no estoy de acuerdo ante tan ilustre doctor, puesto que muchos de nuestros gobernantes, políticos, directores de Bancos, juececillos y eminentes personajes, más que listos son listillos. Seguro que el Catedrático de la Universidad, que en tiempos antiguos fue fundada por hombres piadosos, y que fijaron como su “alma mater”: “la verdad os hará libres” y que ahora sólo queda en el escudo la palabra “VERITAS” reconocerá que listo e inteligente son cosas diferentes, y no digamos “listillo”. El inteligente es el que llama la atención por su capacidad mental global o parcial, con un coeficiente de inteligencia alto. El listo es el que utiliza al máximo su capacidad intelectual y sus aptitudes para sacar todo el partido que puede de todas las oportunidades que tiene en propio beneficio. De ahí que se diga: “el listo es el que se las sabe todas” y desde aquí, se pasa a la definición del “listillo”, que es igual a la persona que se muestra más hábil que los demás para sacar provecho de algo y, a menudo, a costa de ellos, de forma que coloquialmente se dice: "siempre hay algún listillo que se marcha sin pagar"; así que en algunos sentidos discrepo de que las ciudades “sólo” prosperen si se atraen listos; porque de listos y listillos, nuestras ciudades, nuestras Instituciones, nuestros Parlamentos, Diputaciones, Ayuntamientos y Senados están llenos ¿y van mejor las cosas?.

A mi parecer, “Desde el Corazón”, las ciudades sí prosperarán cuando atraigan y empadronen “santos con el corazón fluido” porque éstos, madurando se transforman en netos, limpios, líquidos. El corazón de los egoístas, se vuelve de piedra, el del avaricioso  se hace de mármol, el del rencoroso se transforma en pedernal. El de los dedicados a amar se hace tierno, fluido. Y quiero advertir que no estoy usando metáforas.

Porque es cierto que todo hombre, al llegar a cierta edad, es responsable no sólo de su cara, sino también de su corazón. Y eso pasa en lo físico y en lo espiritual. Personalmente tengo que visitar al equipo que lleva mi tratamiento de control y reparación de la prótesis valvular y otros inconvenientes de corazón, y gracias a tales chequeos voy disfrutando de la vida que Dios me da.

Y ya me gustaría que el “corazón de mi alma” sintiendo los mismos síntomas, por los cuidados y el  tratamiento, siguiera funcionando en la vida que Dios me permite siendo genuinamente de corazón, inteligente para servir a los demás y nunca “listillo”. Los cuidados y la atención mantienen el corazón, y como se dice: “la función hace el órgano”. Quien se aventura a cerrar su alma y su corazón a cuantos le rodean, termina por tener la una y el otro acartonados, esclerotizados, petrificados. Listillos de capirote. ¡Claro que el egoísmo se paga, como los listillos pagan también! y el que nunca amó está condenado a no amar jamás y a no ser querido por nadie. 

No pido que me perdonen mis lectores por ser -pienso yo- algo cruel, pero en esas bandas de “listillos” tramposos, mangantes de dineros públicos, que caen en docenas y docenas, en el tiempo del reparto de riquezas, todos amiguetes, pero que cae uno y todos se desenamoran de los de su club. Y sus odios y desprecios se los han ganado a pulso. Y si ahora no se sienten amados ni siquiera por sus votantes, es también porque los listillos no se amaron más que a sí mismos. El egoísta, a la larga o a la corta, acaba siempre por firmar su auto-condena a la soledad perpetua.

El santo, en cambio, el que de verdad necesita la ciudad para prosperar -es decir, todo el que ama- termina por tener el corazón fluido, neto, limpio. Se vuelve blando, un poco tonto, al decir de los listillos, pero siente cómo se va fortaleciendo la ternura, el alma se le convierte en flexible, comprensible, servicial, hasta el punto de que los conciudadanos que conviven con él, nunca pueden chocar con su alma, nunca se ven engañados, al contrario, con él se funciona, se vive en confianza y en su regazo puede reposar su cabeza.

A mí, me seducen los “viejos” que se vuelven no chochos sino blandos. Esos venerables ancianos que tienen el alma llena de ternura, que comprenden a todos y a todo ¡y qué pena, en cambio, esos viejos que por ser demasiado listillos, viven acartonados, que no se sienten queridos porque tal vez no quisieron a nadie para no dejar de ser listillos!. ¡Felices los que al llegar a la madurez perciben que el amor, les ha crecido más que la listeza!; ¡felices los que tienen el corazón fluido de ternura!; ¡todos los que les rodeen beberán del manantial de su experiencia como un agua fresca! y se sentarán a su lado, como el caminante cansado, junto a una fuente. Más que listillos, la ciudad necesita santos de corazón, alma y mentes puras

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Listos o listillos