Jesús y el endemoniado de Galilea (II)

Explicar la interpretación que, antes, dábamos a los padecimientos del hombre con un espíritu inmundo.

31 DE ENERO DE 2016 · 08:10

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Sobre los contenidos del corazón humano disertó el Señor Jesucristo con una claridad meridiana; para enseñarnos que lo que contamina al hombre no procede de su perístasis, sino que nace y brota de las profundidades de su corazón.

Al fin y al cabo los condicionantes del perimundo, en el que vivimos inmersos, no son más que el resultado de las proyecciones de los contenidos del corazón del hombre sobre el medio en el que vive.

Entre los diversos contenidos que mantenemos reprimidos en nuestro corazón, y que pugnan por realizarse, es decir por ascender a nivel consciente, encontramos algunos que pueden explicar la interpretación que, antes, dábamos a los padecimientos del hombre con un espíritu inmundo.

En Marcos 7: 22 se dice que del corazón del hombre nace la insensatez (el término que se usa en el griego es el vocablo aphrosynëque Archibald Thomas Robertson traduce por `ausencia de buen juicio´ y la Biblia de Estudio Dios Habla Hoy por falta de juicio), es decir las enfermedades mentales.

Según la Revelación que se nos da en Eclesiastés 3:11 podemos entender la infraestructura inconsciente que constituye la esfera de nuestra intimidad y que nos explica por qué el ser humano es un ser frustrado, sin que tenga consciencia clara de ello.

El texto dice así: “Todo lo hizo (Dios) hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad (heb. ôlam=duración indefinida del tiempo de Dios) en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios (heb. Elohim) desde el principio hasta el fin”.

Según C.G. Jung, Viktor Frankl, otros ilustres analistas, y un servidor, ese deseo vehemente por la eternidad reprimido es la Imago Dei, de la que venimos hablando.

En determinadas circunstancias psicoemocionales las puertas del inconsciente se abren y permiten que asciendan al campo de la conciencia complejos reprimidos y que, al invadirla, se hagan conscientes.

El Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, y por consiguiente “la imagen del Dios invisible”. Todos los seres humanos llevamos, en lo más profundo de nuestro ser, esa Imagen de Dios reprimida.

En determinadas circunstancias psicoemocionales, los mecanismos represivos pueden ser superados y permitir que lo reprimido consiga hacerse consciente inundando el campo de nuestra conciencia. La imagen de Dios está reprimida en el inconsciente por causa de la entrada del pecado (desestructuración amártica), en el hombre (antropos, ser humano).

Es este el momento cuando yo considero que se crea el Inconsciente con todos sus contenidos: Los contenidos del corazón del Diablo, pasan a ser los contenidos de nuestro propio corazón.

La presencia de Jesús podía favorecer que una persona alienada (enferma psicoemocionalmente), con fuertes sentimientos de angustia y con la necesidad de liberarse de la misma, pudiera romper esas cadenas opresoras y conseguir que la imagen de Dios reprimida pudiera liberarse y ascender a su conciencia, permitiéndole reconocer al Hijo del Hombre en su verdadera identidad.

Los que trabajamos en el campo de la salud mental, sabemos que en la mayoría de las enfermedades, que sufren los seres humanos, existe un problema con la Trascendencia y con Dios. En el Inconsciente colectivo de los seres humanos existen una serie de imágenes Eidéticas, entre las cuales se encuentra la Imagen del Hijo de Dios.

La capacidad que tenía Jesús de Nazaret, para conocer lo que había en el corazón del hombre, podía hacer que su funcionamiento mental se alterase, que sus mecanismos de defensa se disolviesen, y que la imagen del Dios reprimido ascendiese a su conciencia, trayendo la paz y la realización a su vida frustrada. Para mí la conversión consiste en hacer consciente lo inconsciente; es decir hacer consciente la Imago Deireprimida.

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