Para comprender el pentecostalismo (II)

El acontecimiento de Pentecostés, su significado misional, fue paulatinamente marginado en la Cristiandad, aunque siempre hubo movimientos y personajes que señalaron su centralidad y manifestaron experiencias carismáticas.

06 DE DICIEMBRE DE 2015 · 07:30

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Cierta historiografía incurre en errores al desconocer las manifestaciones pentecostales en la historia del cristianismo. Incluso tal confusión se ha difundido en espacios propios del pentecostalismo. Muchos hacen un salto histórico de los acontecimientos descritos en el segundo capítulo de Hechos hasta la emergencia de movimientos pentecostales hacia fines del siglo XIX y principios del XX. En su obra, Eldin Villafañe da una panorámica que refuta la versión mencionada.

Villafañe señala que “El descenso de Dios en el día de Pentecostés es la narrativa por excelencia del pentecostalismo[…] El simbolismo (o, en términos técnicos la tipología) es significativo, Dios estaba estableciendo un nuevo pacto con su pueblo a través de Jesucristo y mediante el poder del Espíritu Santo”. En esta perspectiva, Pentecostés se reconoce “como el comienzo de la iglesia cristiana. El nuevo pacto fue iniciado en los creyentes. Y como la antigua Fiesta de las Semanas conmemoraba el inicio de la siega o cosecha dedicando los primeros frutos de la cosecha, ahora los creyentes eran los primeros frutos de una gran cosecha espiritual”.

El acontecimiento de Pentecostés, su significado misional, fue paulatinamente marginado en la Cristiandad, aunque siempre hubo movimientos y personajes que señalaron su centralidad y manifestaron experiencias carismáticas. En la reelaboración histórica de sus ancestros, los pentecostales cuentan con fuentes que trazan la presencia de precursores suyos desde el siglo II hasta el XIX. En este tópico una obra esencial es la de Stanley M. Burgess, Christian People of the Spirit: A Documentary History of Pentecostal Spirituality from the Early Church to the Present, New York University Press, 2011. En español está un libro que va en el mismo sentido del anterior, el de Pablo Deiros, La acción del Espíritu Santo en la historia (lluvias tempranas, años 10-550), Grupo Nelson, 1998.

Eldin Villafañe cuestiona sobre por qué fueron disminuyendo las expresiones pentecostales en la historia de la Iglesia Cristiana. Estas son sus consideraciones al respecto: 1) La carencia de una justificación teológica acerca de los carismas una vez desaparecida la generación apostólica. 2) Escasa o nula enseñanza que justificara exegéticamente y teológicamente la continuidad de los carismas una vez cerrado el canon bíblico. 3) Excesos emocionalistas en la expresión de los carismas, lo que llevó a su rechazo en el cristianismo mayoritario. 4) Existencia de falsos profetas que erosionaban o hacían subestimar a los profetas verdaderos. 5) Temores en la Iglesia oficial sobre que su autoridad y poder fuese infravalorada. 6) Institucionalización y estructura organizacional vertical de la Iglesia predominante, cuya consecuencia fue la centralización de poder en los obispos. 7) Fortalecimiento y uniformización de la liturgia en los servicios religiosos. 7) Enfriamiento espiritual y formalismo en la vida de los cristianos. 8) Corrupción y pecaminosidad en la vida y ministerio de los clérigos. 9) La “helenización” de la Iglesia y su correspondiente énfasis en la racionalidad de la fe. Algunos lo pondrían como el triunfo de la cosmovisión helenística sobre la cosmovisión hebraica”.

En los avivamientos de los siglos XVIII y XIX hubo expresiones carismáticas, aunque la tendencia general de los mismos fue la búsqueda de conversos y de santidad. Al inicio del siglo XX emergieron personajes y movimientos cuyo énfasis fue el bautismo del Espíritu Santo, una recuperación del Pentecostés. El primero de enero de 1901, en la Escuela Bíblica Bethel, en Topeka, Kansas, que lideraba Charles Fox Parham, una estudiante (Agnes N. Ozman) tuvo la experiencia de hablar en lenguas, hecho que después se generalizo a todo el cuerpo docente y estudiantil. Por su parte Evan Roberts, en Gales, encabezó campañas revivalistas (1904-1905) en las cuales hubo manifestaciones carismáticas muy parecidas a las que después se generalizarían en las posteriores congregaciones pentecostales. En la India, en la Misión Mukti encabezada por una mujer, Pandita Ramabai, en 1905, fueron centrales las expresiones pentecostales.

Fue en un barrio marginal de Los Ángeles, California, en la calle Azusa, a partir de abril de 1906, cuando bajo el liderazgo del afroamericano William J. Seymour trascendió más allá de los pequeños círculos que buscaban un avivamiento de la fe evangélica la propuesta del pentecostalismo y la misma llegaría a ser el rostro predominante en el cristianismo evangélico global. De ser los pentecostales y carismáticos “un puñado de creyentes al comienzo del siglo pasado [han llegado a representar] un estimado mundial de 530 millones (1999), hoy 625 millones o más y siguen creciendo”.

Villafañe subraya cuatro características que singularizaron el movimiento de Azusa Street, que consideraremos más detenidamente en la próxima entrega: 1) Pasión por el evangelismo y misión, proclamación del Evangelio con el objetivo de hacer conversos y cumplimiento de ir a todos los rincones del mundo. 2) Práctica de la unidad cristiana o espíritu ecuménico, logrando esto por medio de la acción del Espíritu Santo en los creyentes de variados trasfondos denominacionales. 3) Portada de la experiencia pentecostal, ya que la “glosolalia, sanidades, profecía, visiones, milagros, y otras señales y prodigios por el poder del Espíritu Santo han caracterizado la espiritualidad pentecostal y carismática desde la calle Azusa”. 4) Paradigma de inclusión de raza, clase, etnia y género.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Para comprender el pentecostalismo (II)