Para comprender el pentecostalismo (I)

Eldin Villafañe hace una muy valiosa síntesis histórica y teológica del pentecostalismo latino.

29 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 09:32

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                                                                                                                   Para Jael de la Luz

Eldin Villafañe es un experto del tema y participante activo en el movimiento que analiza. En su libro Manda fuego, Señor: introducción al pentecostalismo (Abingdon Press, 2012), el autor hace una muy valiosa síntesis histórica y teológica del pentecostalismo latino.

Villafañe es de Puerto Rico, con experiencia de haber vivido en Nueva York, donde se involucró con el pentecostalismo. Es doctor por la Universidad de Boston, profesor de ética social cristiana en el Seminario Teológico Gordon-Conwell de Boston. Tras haber sido ministro de educación en la Iglesia Cristiana Juan 3:16, en el Bronx neoyorquino, Eldin fundó, junto con otros, y fue primer presidente de la Hispanic American Scholars of Theology and Religion. Igualmente cofundó y presidió la Asociación para la Educación Teológica Hispana, y ha sido presidente de la Society for Pentecostal Studies. Es ministro ordenado de las Asambleas de Dios. Es autor de Seek the Peace of the City: Reflections on Urban Ministry (el prólogo es de Harvey Cox); Beyond Cheap Grace: A Call to Radical Discipleship, Incarnation and Justice; en castellano esta disponible El Espíritu liberador: hacia una ética social pentecostal hispanoamericana (Nueva Creación, 1993).

Como buen pentecostal, Eldin Villafañe inicia su libro narrativamente. Escribe: “Dicen que hay recuerdos de la niñez que uno nunca olvida. Tal fue aquella noche fría y con nieve a principios de 1950 en la ciudad de Nueva York. Estábamos reunidos en un ‘templo’, o mejor dicho, en un storefront, de una humilde congregación pastoreada por el Rdo. ‘Tony’ Hernández. Estaba frío afuera, pero adentro el culto ‘estaba encendido’, ya que la pequeña feligresía a todo pulmón y con panderetas cantaba ‘Manda fuego, Señor, manda fuego, Señor y avívanos con tu poder’. Cantaba con gran pasión ese corito ‘clásico’ pentecostal –sí clásico, ya que su letra y su ritmo cantan el ‘espíritu’ del pueblo pentecostal en su búsqueda, afirmación y promesa del Espíritu Santo”.

 

Para comprender el pentecostalismo (I)

Después de seguir recordando la impronta pentecostal desde su infancia, Villafañe se da a la tarea de definir su objeto de estudio, reconociendo que cuando se habla del pentecostalismo es hacer referencia a “un movimiento religioso complejo y multifacético”. Hace suya la definición de Kilian McDonell: “[son pentecostales] aquellos cristianos que ponen el acento en el poder y la presencia del Espíritu Santo, y los dones del Espíritu, orientados hacia la proclamación de que Cristo Jesús es Señor para la gloria de Dios Padre”, por esto el contraste principal entre los pentecostales y otros cristianos “es el distintivo énfasis pentecostal en la persona, la obra y los dones del Espíritu”.

La clasificación tipológica de los pentecostalismos desarrollada por Vinson Synan es resumida por Villafañe, y describe cinco grandes familias: 1. Movimientos pentecostales clásicos, cuyor orígenes se remontan a las enseñanzas de Charles F. Parham (Topeka, 1901) y William J. Seymour (Azusa Street, Los Ángeles, 1906); “aquí se deben incluir otras iglesias que son producto del comienzo policéntrico del pentecostalismo global”. 2. Protestantes históricos carismáticos (nopentecostales), “este grupo representa al movimiento carismático dentro de las denominaciones tradicionales que comenzó alrededor de 1960”. 3. Los católicos carismáticos, son los de la renovación carismática que se han apropiado de buena parte de expresiones cúlticas pentecostales. 4. Los grupos independientes, iniciados por personajes carismáticos que no se articulan con el pentecostalismo clásico sino que dan origen a lo que tiempo después será una nueva denominación. 5. Grupos autóctonos del Tercer Mundo, son “los movimientos pentecostales de mayor crecimiento en el mundo”, sin relación con juntas misioneras occidentales, y “practican formas de teología y adoración pentecostales no ortodoxas”.

La obra de Villafañe es de gran utilidad para quienes sin ser pentecostales, o siéndolo, buscan una visión panorámica de los orígenes y rasgos distintivos del movimiento. En sus páginas retoma investigaciones a las que necesariamente deberán acudir interesados en adentrarse al ethos del pentecostalismo: Walter Hollenweger, Pentecostalism: Origins and Developments (versión ampliada de Pentecostalismo: historia y doctrina, La Aurora, 1976); Allan Anderson, An Introduction to Pentecostalism (hay versión castellana publicada por Akal Ediciones); Harvey Cox, Fire from Haven: The Rise of Pentecostal Spirituality and the Reshaping of Religion in the Twenty-First Century. Hace algunos años debí conseguir otro ejemplar del libro de Cox, porque el primero que tuve se lo regalé a mi entrañable amigo el escritor Carlos Monsiváis, quien se mostró muy interesado en el acercamiento de Cox al pentecostalismo. Villafañe también incluye a estudiosos pentecostales latinoamericanos, como Darío López y Bernardo Campos, de Perú, Juan Sepúlveda, de Chile, y Norberto Saracco, de Argentina.

Finalmente comento que el libro de Eldin Villafañe ha sido estimulante para mí, ya que me identifico como “pentonita”, por ser pentecostal y menonita. En este sentido mi interés en el tema es tanto intelectual como vital. La próxima semana me referiré al recorrido histórico que hace Eldin sobre los orígenes y desarrollos del pentecostalismo.

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