El existencialismo trascendente de Salomón

Estructura y tectónica de la personalidad en el Nuevo Testamento (VI)

25 DE OCTUBRE DE 2015 · 19:40

Foto: Nuria Dominguez,
Foto: Nuria Dominguez

La visión de Salomón sobre la muerte es bien diferente a la del existencialismo, y eso que durante su experiencia vivida “debajo del sol”, se acercó bastante a la concepción existencial de Sartre.

Cuando buscando la realización de las demandas que surgían de lo más profundo de su corazón, llegó a la conclusión de que ni la ciencia, ni el placer, ni la riqueza, ni el poder político y social podían satisfacer. “el deseo vehemente por la eternidad” (Ecl. 3:11), que emanaba de la misma esfera de su intimidad de ahí que la tesis de su magistral obra fuese: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

Por otro lado la trascendencia metafísica de la parte no material de la persona (el alma-espíritu) es una afirmación bíblica que, hoy en día, está demostrada científicamente.

En situaciones de muerte clínica, el alma-espíritu puede abandonar el cuerpo, y mediante las técnicas médicas de resucitación, al mismo manteniendo memoria de las vivencias experimentadas durante el tiempo que estuvo ausente.

Estas experiencias denominadas “Vida después de la vida”, no constituyen, en si mismas, una demostración de la existencia de Dios, pero son una evidencia innegable de la posibilidad de la trascendencia metafísica, anímica y pneumética, de los seres humanos.

La estructura o tectónica de la Personalidad la tenemos apuntada en varios pasajes del Nuevo Testamento, pasajes que complementan lo revelado en el Antiguo.

Así en la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses leemos: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo (gr.- todo-maduro-acabado);y todo vuestro ser, espíritu (gr.= pneuma),alma (gr.= psique)y cuerpo (gr.= soma) sea guardado irreprensible para (gr.= en)la venida de nuestro Señor Jesucristo”. 1ª Ts. 5: 23.

Aquí encontramos una definición de la estructura o tectónica de la Personalidad que la ciencia y la teología comparten.

Hoy se conoce que el espíritu del hombre no es, sencillamente un epifenómeno de la materia, cual la rosa lo es del rosal.

Lo somático, lo anímico y lo pneumático están tan íntimamente unidos que constituyen una sola persona.

No existe acontecer, alguno, en cualquiera de estas dimensiones antropológicas del ser, que no tenga repercusión sobre todas las demás.

En cualquier acontecimiento somático, anímico o pneumático, el sujeto lo registra en todas y cada una de las esferas constituyen la estructura de su única e indivisible.

De este conocimiento nacieron especialidades médicas como la medicina psicosomática, la psiquiatría; y instrumentos terapéutticos como el psicoanálisis, la sofrología, la logoterapia, la hipnosis y la psicoterapia existencial.

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