Decisiones bajo presión

Hay muchas decisiones tomadas bajo la presión del momento que, aunque humanamente incuestionables y absolutamente lógicas, pueden contravenir expresamente la voluntad de Dios.

10 DE OCTUBRE DE 2015 · 20:25

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La vida, me temo, no resulta sencilla para nadie. Si alguien, por el contrario, piensa que para él o ella lo es, me tomaría la libertad de aconsejarle, sin miedo a equivocarme demasiado, que se prepare, porque se avecinan curvas.

Es solo cuestión de tiempo y persona prevenida, vale por dos. Evidentemente, no podemos anticipar la forma exacta en la que sobrevendrá esa dificultad, pero vendrá y, nosotros, de alguna manera, tendremos que estar preparados.

Sin embargo, nadie está verdaderamente preparado para el dolor. Escuché una vez (y creo que estaba en lo cierto quien usaba este símil) que la diferencia entre prepararse para el dolor y enfrentarse a él es como la distancia que hay entre un simulacro de terremoto y un terremoto real. Evidentemente, abismal. Pero aun así hay cosas que podemos tener en cuenta ante esta realidad que en algún momento se hará patente en nuestras vidas y que constituye, de alguna forma, una manera nada trivial de prepararse.

Se hace completamente necesario, entonces, que contemos con que el dolor formará parte de nuestras vidas en un momento o en otro. El dolor es, por otra parte, necesario para nuestro crecimiento, de la misma forma que lo son muchas de las emociones negativas contra las cuales nos hemos posicionado tan visceralmente en los tiempos que vivimos.

Mal que nos pese, nos producen malestar, pero nos mantienen con vida (como sucede con el miedo), nos llevan a cambios vitales de importancia (como la tristeza) o nos permiten identificar que tenemos problemas que resolver con otras personas (como el enfado). Mal llevadas, como todo, pueden ser destructivas, y lo mismo sucede con el dolor o la dificultad. No es el dolor lo que nos mata, sino la manera de gestionarlo.

Cuando la dificultad llega a nuestras vidas, sería más que importante que tengamos una “teología del dolor” preparada, porque en función de esa teología vendrá a ser nuestra respuesta. Entender estas cosas, el propósito que puede esconderse tras un tiempo difícil, posicionarnos firmemente respecto a las promesas de Dios… son cuestiones que haremos bien en cultivar, porque son las que pueden salvarnos la vida espiritual en momentos de dificultad. No son pocos los creyentes que abandonan la fe en el momento de la dificultad, porque se siguen haciendo consideraciones y preguntas equivocadas sobre Dios y su relación con el sufrimiento de Sus hijos.

Esa teología sobre el dolor nos llevará, además, a cosas tan relevantes como considerar verdaderamente cuáles pueden ser respuestas legítimas para nosotros ante ese sufrimiento como creyentes y cuáles no. Porque hay muchas decisiones tomadas bajo la presión del momento que, con todo y ser humanamente incuestionables y absolutamente lógicas, pueden contravenir expresamente la voluntad de Dios.

¿Qué creemos acerca de Dios en medio de nuestra dificultad? ¿Creemos que sus promesas son verdaderamente inamovibles y que son para nosotros? ¿Confiamos en los planes de bien que Dios tiene para nosotros, o nos cuesta creérnoslos en medio del valle de sombra de muerte? ¿Somos capaces de ver que, quizá, a través de nuestro dolor y de la manera en la que lo vivimos, Dios puede estar preparando un milagro para otra persona o para nosotros mismos?

Verdaderamente el dolor nos trasciende. Pero mucho más lo hacen las intenciones y los propósitos de Dios en medio de ese sufrimiento. Y esa es quizá la decisión más importante que habremos de tomar respecto a los tiempos difíciles en nuestra vida: ¿decidiremos creerle y tomar para nosotros Sus promesas? ¿Optaremos por permanecer en el Dios en el que decimos creer? ¿O por el contrario nos inclinaremos a olvidarnos de toda la teoría almacenada en nuestros corazones?

Probar nuestra fe implica verdaderamente todas estas cosas. Tal y como sucedió con Mardoqueo, que fue probado por aquellos que le rodeaban para ver si mantenía lo que decía, nosotros somos probados a diario, y en algunos momentos, muy fuertemente, casi hasta la extenuación, porque cuando somos capaces de glorificar a Dios en medio de esos momentos, el poder de esto es indudablemente mayor y Su nombre doblemente bendito.

Al fin y al cabo, es fácil hablar bien de Dios cuando nos bendice, y eso el enemigo lo sabe bien. Sin embargo, tenemos el ejemplo supremo de fidelidad, coherencia y consistencia cuando miramos hacia la cruz, en que se materializan la humillación y el dolor extremos, y vemos a Dios mismo cumpliendo todas Sus promesas eternas en la persona de Su Hijo Jesús, con una impecable postura ante el dolor, sujetándose en todas las decisiones a Su Padre, y sabiendo que en Su sacrificio se cumpliría el mayor de los propósitos de Dios para con nosotros: nuestra redención y la victoria total sobre la muerte.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El espejo - Decisiones bajo presión