Cartas de agosto (viajando desde mi Chester)

Mi segunda carta de Agosto, parte de un sofá cómodo, de tiempos de oración y sabiduría, porque asentado en él he aprendido que un grado alto del saber es contemplar el por qué.

08 DE AGOSTO DE 2015 · 20:27

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El libro, los libros, caminos y días dan al hombre sabiduría, y hoy pienso que también las reflexiones desde mi “Chester”;  que por cierto, he tenido que aprender que además de un pueblo británico por ese nombre, el término, significa también “sofá” de categoría.

Y mi segunda carta de Agosto, parte de un sofá cómodo, placentero, de tiempos de oración y de sabiduría, porque asentado en él he aprendido que un grado alto del saber es contemplar el por qué. No estoy viajando en un “Chester”, pero sí en un sofá, paso muchas horas de “veraneo” que aunque esto se defina como pasar el verano en un lugar distinto al que se reside, veranear es también descansar, recrearse, holgar… en suma pensar, imaginar, amar...

Desde mi “sofá” quiero en principio dedicar mis primeras líneas a tributar loor al “Invisible Evidente” hacedor de todos los milagros; pues desde mi “sofá” puedo imaginar que estoy entre el banco proveedor de un Mediterráneo azul, un Cantábrico frío y un océano Atlántico que sigo viendo cómo años, tras años son más pródigos y generosos.

Sus fecundas aguas nos regalan tesoros magníficos, aparte del último descubrimiento de un cargamento de oro a 120 Kilómetros de las costas de Miami, que no sólo llegan a los cuatro confines del mundo, sino que contribuyen al prestigio del turismo en España y a su incomparable cocina incluso para el verano. Y, ¿sería un Verano sabroso si no se tuviera tiempo para los exquisitos aperitivos?

Desde mi “sofá” como un veraneante senderista –lo que no hacen muchos veraneantes, pues no se fijan? sí tributo alabanzas al Eterno Provisor por los mares, y parecida generosidad puede decirse de la abundancia de nuestros huertos y campos, de los que proceden legumbres, verduras y frutales de calidad incuestionable. Por no hablar de las carnes, la leche o los huevos con que nos agasajan nuestras ubérrimas y extensas zonas ganaderas. 

Y así, mis primeras notas de esta carta, son de agradecimiento para el Creador que ha hecho que España sea punto de destino de quienes recorren el mundo en busca de climas de precioso sol y sutilezas gastronómicas, al aroma de un plato que el antiguo Esaú compraría con su primogenitura, para el regocijo de los sentidos. ¿Acaso no debemos sentirnos agradecidos de que millones de veraneantes pasen por nuestra Tierra?

No obstante, a quienes corresponda, no quiero que mi carta nos dé la impresión de que vivimos en el mejor mundo de los posibles, pues no es así. Aunque en mi “sofá” he declinado leer las noticias de cada día, ¡estoy de vacaciones! me consta que hay muchas desigualdades que pueden suscitar la furia del Creador. Pues haciéndose evidente el Invisible, con su maravillosa creación, los hombres, turistas incluidos, ni le alaban, ni le reconocen. Que este país (y el mundo entero) sigue siendo escenario de injusticias, de podredumbre y de falta de equidad.

Los tesoros de la Tierra, que todos los que viajamos fotografiamos, grabamos y hasta nos hacemos horribles “selfis” son de todos y a todos deberían beneficiar. Todos deberíamos esforzarnos para mejorar la alimentación de las personas, para que haya acceso universal a los mejores productos, con la máxima garantía de calidad.

Y como todos somos conscientes de los muchos riesgos que aquejan a la Naturaleza, también en vacaciones, especialmente en vacaciones, debemos extremar el cuidado de no provocar incendios, porque es maldad contra la humanidad; como maldad es, que ante el incendio más pavoroso que en los últimos años está ocurriendo en Catalunya, la TV3 haya declarado en sus noticiarios, que el culpable es “un presunto payés español”; ¿se pretende inducir a pensar que es un español quien está en contra de la campiña catalana? ¡qué irresponsable se puede llegar a ser!

Todos sabemos que a la Naturaleza ya le aquejan desde el cambio climático a la contaminación, pasando por las propias debilidades humanas. Y ahora, para despedirme, como solíamos escribir las cartas antiguas, deseo que todos ayudemos a ser respetuosos con la Creación de Dios, pues está en juego nuestra propia supervivencia… y nuestra alimentación, la de todos, la de las generaciones del presente y, sobre todo, la de las futuras. Dicho lo cual, voy a sestear un poco más en mi estimado “sofá”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Cartas de agosto (viajando desde mi Chester)