M. de León: Hay atrevidos que han dicho que no hubo Reforma en España

La Reforma abrió el mundo a conceptos nuevos de libertad, respeto y dignidad del hombre.

11 DE JULIO DE 2015 · 19:50

Manuel de León.,
Manuel de León.

Hoy rescato una segunda entrevista donde también se habla de la Reforma, entre otros temas y libros. La misma la realicé en diciembre de 2012 a Manuel de León de la Vega, quien reside en Asturias desde 1972, aunque nació en Granja de Moreruela (Zamora).

De León cursó estudios de Latín y Humanidades en el Seminario Menor de Toro, y Filosofía e Historia en el Seminario de Zamora. También obtuvo la diplomatura de Magisterio en la Universidad de Zamora. Posteriormente realizó un máster de Teología en Madrid.

En la actualidad compagina la actividad pastoral con la Presidencia del Consejo Evangélico de Asturias.

Es un historiador nato, decantado por la historia del protestantismo en España, y en especial en Asturias. Tampoco esconde su pasión por la Reforma protestante en España. Resultado de su intensa investigación sobre el tema es su voluminoso libro sobre la Reforma protestante en España, que lleva por título: La espiritualidad evangélica en el siglo XVI. Los protestantes españoles.

Entre otros libros, podemos citar: Albores del protestantismo en Asturias, Las primeras congregaciones en Asturias, y la novela Tiempo de beatas y alumbrados; esta última presentada durante el IX Encuentro Los Poetas y Dios celebrado en Toral de los Guzmanes el pasado octubre. Dirigió y publicó, asimismo, la revista Asturias Evangélica y también la revista Vínculo. Mantiene una columna semanal en Protestante Digital y escribe regularmente en Periodista Digital.

 

Pregunta.- ¿Por qué escribe Manuel de León?

Respuesta.- Siempre me gustó leer y escribir. Todos mis ahorros los gastaba en la “Enciclopedia Pulga” que publicaba los clásicos de todos los géneros. Me fui aficionando a ver la vida a través de las lecturas. He pasado por muchas etapas en cuanto a lo que leo, que suele ser de todo tipo de género literario. Pero como la pregunta es por qué escribo, te diré que es una manera de expresar lo que pienso, de cómo siento la realidad de lo que me rodea. Decir que escribo solo para proclamar el nombre de Dios en medio de esta generación, reduciría o menguaría a su Ser, porque expresar la belleza de las cosas también es pregonar a Dios; descubrir la esfera de la intimidad del ser humano es reconocer que Dios está cercano. Cuando veo los ojos de mis nietos no se cómo dar gracias a Dios por la vida que revienta de alegría detrás de sus pupilas y la sonrisa de sus labios.

El que ahora escriba sobre la historia del protestantismo es por pura curiosidad. El protestantismo siempre ha estado maltratado y mal tratado, por lo que me atreví a pasarme el tiempo de mi enfermedad dedicado al estudio, primero del siglo XVI, al que he dedicado unos cinco años seguidos, y ahora estoy con el siglo XIX, de donde surgen los momentos más gloriosos del protestantismo.

 

P.- Se ha prodigado en preparar dos tratados, de ochocientas páginas cada uno, sobre la Reforma. ¿Cuál el objetivo estudio tan exhaustivo?

 

M. de León: Hay atrevidos que han dicho que no hubo Reforma en España

R.-He intentado recopilar los mayores datos, con la ayuda de internet, sobre los protestantes españoles. Algunos autores reducían el protestantismo a cuatro extranjeros y a un tal “Julianillo” que pasaba por allí con biblias a España, siendo cogido por la Inquisición y quemado. Nada más alejado de la realidad. El protestantismo del siglo XVI, cuya lucha por sobrevivir duró un siglo, no fue el de los autos de fe de Valladolid y Sevilla, sino el movimiento religioso más importante en la España de todos los tiempos. No fue el misticismo la religiosidad predominante, sino el evangelismo o paulinismo. No fueron cuatro biblias de contrabando las que pasaron a España, sino barcos cargados de comentarios bíblicos y Nuevos Testamentos y biblias. Todos los comentaristas bíblicos alemanes se leyeron en España, donde ya se leía a Erasmo y Lutero desde el primer día.

 

P.- Toda esta labor se asemeja a la de Luis Usoz y Río y Benjamín Wiffen, quienes rescataron y reeditaron 20 volúmenes de los reformados españoles…

R.-Nada parecido con ellos. Yo soy un pobre divulgador de lo que ellos investigaron y otros han venido haciendo. Como mucho pretendo atar cabos y relacionar algunas cosas de bulto. Por ejemplo, nadie hasta ahora se había fijado en las congregaciones que se formaron en el siglo XVI y cuántas de aquellas fueron perseguidas y aniquiladas por la Inquisición. Sin embargo, creo que el movimiento evangélico del siglo XVI estuvo más organizado de lo que se conoce, porque a los inquisidores no les interesaba dar una imagen de movimiento.

 

P.- Su nueva novela se titula “Tiempo de Beatas y Alumbrados”, ¿por qué ha elegido a estos personajes como protagonistas de la misma?

R.-La corriente religiosa de los alumbrados era un movimiento evangélico netamente español que se adelantó a Lutero por lo menos en cinco años. Ellos no hablan de la “justificación por la fe” sino del “beneficio de Cristo”, que era estar seguros en su salvación porque Él nos había justificado. Ellos lo llamaban la “impecabilidad”. No es que el creyente no pecase, sino que por el “beneficio de Cristo”, muriendo en la cruz, sus pecados habían sido redimidos y liberados de toda deuda. Sin embargo, la “impecabilidad” en un siglo tan liberal, hizo que muchos hombres y mujeres entendiesen mal esto. Mi novela describe el mundo de las beatas, mujeres viudas o solteras con pocas posibilidades de subsistencia, metidas en religión no para buscar salvación de sus pecados, sino para vivir de la superstición religiosa de los demás.

 

P.- ¿Qué mensaje quiere transmitirnos a los lectores?

R.- Después del Saqueo de Roma por las tropas del emperador español, el cristianísimo Carlos I, contra el papa Clemente VII, guerrero y vengativo, el mundo de los espíritus ya no se doblega fácilmente a una religión que ya nadie cree, por estar formada de superstición y mentira. En España el erasmismo había abierto las conciencias de los más despiertos, y los conversos de moros y judíos abiertamente manifestaban su descontento. En ese caldo de cultivo, especialmente en el judeoconverso, aparecen los alumbrados y las beatas. Las beatas desbardaron toda espiritualidad con su crecimiento y sus excesos. Hacían votos voluntarios e informales de castidad, se declaraban exentas de pasiones sexuales, hasta rechazar el matrimonio, pero su vida personal no era tan santa, siendo visitadas para su conversación por los más jóvenes. Trabajaban con hierbas, unas como medicina, otras para “empreñar”, otras para asuntos tan típicos de entonces como del dolor del ombligo, de la teta, de los ojos (alaqueca), del riñón (de hijada). Su piedad era exterior, espectacular, con falsos éxtasis, falsas llagas, falsas adivinaciones, solo para sacar dinero, como era el caso de mi protagonista llamada Francisca Hernández.

Al mismo tiempo hacen su presencia los alumbrados. Son hombres y mujeres sencillos, pero con una gran preocupación por conocer y propagar los Evangelios y las Cartas de San Pablo. Su predicación por las cocinas rurales y también por los palacios, hizo temblar a la Inquisición que vio en los alumbrados la misma Reforma protestante que en Alemania.

Entre esos dos mundos desarrollo la novela, que tiene de protagonista a una beata que quiso derrocar al Papa “guerrero vengativo” y creyó haberlo conseguido.

 

P.- Me conmueve leer pasajes de la novela donde se relata acerca de las formas de tortura utilizadas por el Santo Oficio. ¿Podrían ser llamados los hermanos que dieron su vida en estas circunstancias “Héroes de la fe”?

R.- No insisto demasiado en estos temas de torturas inquisitoriales porque ya han sido tratados muy bien en otras novelas. Desde luego no considero ninguno de los personajes “héroes de la fe”, aunque Benjamín Wiffen considera protestante a Francisca, la protagonista.

 

P.- ¿Es la novela, basada en hechos históricos, un instrumento para informar acerca de hechos relevantes para los evangélicos? Pienso que desconocemos importantes hitos de nuestra historia.

R.- Creo que con la novela “Tiempo de beatas y alumbrados” se puede aprender bastante de la historia del Siglo de Oro. Aunque mi propósito fue probar mi capacidad para escribir otro género literario; sin embargo, después de cinco años estudiando el siglo XVI, tenía suficientes elementos para, a través de un personaje, visibilizar el siglo más renovador y brillante de la historia.

 

P.- A su parecer, ¿quiénes fueron los precursores del protestantismo en España? ¿Cómo se desarrolló esa etapa?

R.- De las filas de los alumbrados salió Juan de Valdés. Sus maestros habían sido Isabel de la Cruz, una costurera, y Pedro Ruiz de Alcaraz, contador del marqués de Priego. Sin embargo, Valdés estudió en la Universidad, y también la Biblia, con ahínco. Además, aprendió griego y hebreo, tradujo y comentó las cartas paulinas y se puede llamar el primer reformador de Italia y España.

 

P:- ¿Qué fue lo que despertó la preocupación por los temas sociales y humanitarios en los países de Europa y América?

R.- La iglesia católica y su excelente organización, siempre tuvo preocupación por los temas sociales y humanitarios. Muchos de sus conventos siempre tuvieron hospederías y repartieron limosnas entre los pobres. Esto creó muchos “ocupados” en recibir limosna, de manera que fomentó la vagancia. Las organizaciones protestantes, como la Cruz Roja, la Cruz Blanca, las sociedades antiesclavistas, antialcohólicas, mineras, etc. tenían el principio bíblico del “que no trabaje que no coma”, pero cubrían las necesidades del momento hasta salir de la crisis económica. Mientras en el catolicismo se mantenía la pobreza como virtud, el protestantismo mantiene que tanto la prosperidad como la pobreza son de Dios, quien dio dones a los hombres y los sostiene y cuida como a los pajarillos del campo.

 

P.- Últimamente celebramos el Día de la Reforma: ¿sabemos realmente su significado?

R.- La Reforma abrió el mundo a conceptos nuevos de libertad, respeto y dignidad del hombre. La frase de Lutero, “Aunque el final del mundo sea mañana, hoy plantaré manzanos en mi huerto”, indica la laboriosidad y espíritu de creación de la Reforma.

 

P.- ¿Los hombres y mujeres que lo dieron todo para alcanzar nuevos aires para la Iglesia en España son los eternos olvidados? Algunos incluso dicen que no hubo Reforma en nuestro país…

R.- Creo que debemos un recuerdo a tantos españoles (también muchos extranjeros) que murieron por desear una espiritualidad bíblica, sencilla y práctica. No solo son olvidados sino ignorados por los mismos protestantes españoles que los ven lejanos o solamente unos mártires sin nombre. Es de tal envergadura este desconocimiento, que algunos se han atrevido a decir que no hubo Reforma en España porque solo duró un siglo. Pero le podríamos contestar que la revolución de los Comuneros duró un año, y hay más memoria de ellos de lo que le pertenecería. Algunos también ignoran que la revolución de las Comunidades, dirigida por los conversos en su mayoría, también pertenece a posturas evangélicas de la Reforma.

 

P.- ¿Hemos salido -los evangélicos españoles- de las catacumbas en las que nos parapetamos cuando imperaba la intolerancia religiosa en sus diversas variantes?

R.- En varios momentos de la historia del protestantismo español se han producido efectos contradictorios con la intolerancia. En el siglo XIX, cuando no había libertad religiosa pero sí una cierta tolerancia, las iglesias crecieron hasta tal punto que en ocasiones no se cabía en los locales. No obstante, cuando hubo plena libertad religiosa las iglesias se vaciaron. Me refiero a los años de 1868 a 1900. En tiempos de Franco, después de la postguerra y por los años 60, las iglesias evangélicas crecieron; llegada la libertad religiosa solo se han mantenido y, en los casos de crecimiento, con poca calidad y preparación bíblica de sus miembros. Creo que es difícil salir de ser minoría en una España donde incluso el ser cristiano (católico o protestante) es minoría.

 

Presentación de la novela Tiempos de beatas y alumbrados.

P.- Se acaban de celebrar los 20 años de la firma de los acuerdos de Cooperación entre la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España y el Estado español, ¿qué aires de libertad religiosa tenemos hoy los evangélicos?

R.- Es una libertad religiosa que en la práctica solo nos permite realizar nuestros cultos, pero no ahonda en otras necesidades para tener plena libertad. Son tantas nuestras carencias institucionales que solo a nivel personal se puede llevar a cabo el espíritu de la libertad religiosa.

 

P.- ¿Hubo presencia de las mujeres en la Reforma del siglo XVI?

R.- La emancipación de la mujer podríamos decir que comienza en el siglo XVI. Simplemente la multitud de beatas, y otras dedicadas a la oración y a la espiritualidad, sorprendía a muchos hombres de entonces. Para los eclesiásticos las mujeres deberían estar vedadas a la vida espiritual porque eran gente común, ignorantes de las cosas de la Ley de Dios, que apenas sabían las oraciones comunes de la iglesia y de repente habían salido a la contemplación divina. En realidad, estaban denunciando la escalada de la mujer al mundo de la cultura y de la iglesia.

 

P.- ¿Por qué dice usted que la Era de la Razón congeló toda presencia de compasión humana?

R.- No sé si yo he dicho eso. Pero es cierto que el siglo de las luces en su sueño de la Razón creó monstruos. La Razón le diría a una joven, que sale con un chico que es borracho y pendenciero, que no se case con él. Pero a veces la compasión humana ha salvado barreras como el alcoholismo. La Razón es utilitaria, pero el hombre es algo más, es capaz de compadecerse, sufrir con el otro aunque no experimente en su propia carne. El sello de lo humano es la compasión y no la razón.

 

Finaliza la entrevista. Gracias, Manuel, por este recorrido desde el siglo XVI hasta nuestra actualidad, con ciertas libertades religiosas.

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