Famosillos

Muchos famosos y muchísimos famosillos son conocidos, no porque sepan hacer esto o aquello o lo demás allá; sino por ser desvergonzados y originadores de basura.

21 DE JUNIO DE 2015 · 11:50

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Aunque hayan personas que no se lo crean, en mi infancia y adolescencia –y aunque cueste creerlo hoy- tuve un motón de años de una acendrada timidez. Cierto es que me gustaba recitar poemas, participar en “Diálogos” en los tiempos navideños, incluso me agradaba que el Maestro de mi Escuela Pública de Nazaret (Valencia), me escogiera casi cada Sábado, para leer la porción del Evangelio, que era obligatoria, antes de salir de clase para las vacaciones del fin de semana. Y jamás porque pensara ser actor ni tener sangre para hablar en público, e inimaginable desear ser famoso, por mucho que decían que mi nombre Roberto, significaba eso: “famoso”.

Todos sabemos que hay palabras que están de moda y otras que no lo están y otras van cayendo en el olvido. Ahora están de moda “famoso” y “famosillos”, no el hecho de ser famoso, sino la palabra. Si se les pregunta a muchos jóvenes de hoy si han usado alguna vez términos como: eximio, insigne, eminente, celebrado, afamado, admirado, descubriremos que ni las usan, ni las conocen bien.

Cuando yo era joven no había famosos en el sentido en que los hay actualmente. Eran famosos, desde luego CERVANTES y Alejando DUMAS y NAPOLEÓN y BENAVENTE, PASTEUR y señora CURIÉ, y si se les viera porque estuvieran vivos, nadie les señalaría diciendo: mira un famoso…

Digamos que no había una tribu de famosillos. Como es natural habían escritores, poetas, futbolistas, toreros, cantantes, científicos, periodistas, actores, el caudillo… pero cada uno era cada uno: Juan Ramón JIMÉNEZ, Carmen LAFORET, ALBERTI, KUBALA, Manolete, MACHIN, Conchita PIQUER, Alfredo MAYO, el pintor FORTUNY, el doctor MARAÑON, OCHOA… Pero todos estaban diferenciados unos de otros por sus méritos, sus profesiones, no eran simplemente así, a la pata llana, los famosos. De esto no hace muchos años.

De aquellos años de mi juventud de este tipo de famosos, como los que he mencionado, en una mínima proporción había unas cuantas decenas en las capitales de Provincia. Hoy hay bastantes miles de “famosillos” y la cosa no es de extrañar: un periódico de entonces tenía unas 32 páginas, hoy tiene más de 125 aparte de los semanales y las revistillas incorporadas. Habían 8 o 10 emisoras de Radio en el País; hoy cada emisora (honrosa excepción de Radio “Bona Nova”, bien que emite por Internet) es una cadena de emisoras. Y sobre todo hoy tenemos televisión, cadenas de televisiones. Una televisión que devora famosos al mismo tiempo que los fabrica: los políticos, muchos de ellos impresentables usuarios de la palabra, violentos, descarados, tramposos, inmorales, los obispos, los ciclistas, los especialistas en dietética, los cocineros, los asesores, los secretarios sindicales, los peluqueros, los modistos, los delincuentes, los proxenetas, los mafiosos, cardenales pederastas, los entrenadores, los que asaltaron el Congreso, los de las tarjetas opacas, los que irrumpen en las capillas, los que boicotean conferencias de cultura, y Zapata, y Soto, y el cojo manteca, y el osito Panda, y Pitita Ridruejo, y decenas de chulos bien, descarados infieles, tertulianos de rumores y el cuento de nunca acabar.

Todos famosos y muchísimos famosillos y conocidos por famosos, no porque sepan hacer esto o aquello o lo demás allá; muchos de ellos por ser desvergonzados y originadores de basura.

Leí que Víctor HUGO, hace más de un siglo, escribió que la popularidad era la gloria en perra chica, “Desde el Corazón” no puedo imaginar lo que diría de esto que hoy llamamos fama.

Y uno, repasando lo escrito, y recordando mi vieja y continua vocación de enamorado de la palabra, de aspirante a comprender a los demás seres humanos, a entender el valor de dignidad sobre lo material de Moisés, la fe de Abraham, la visión y limpia fortaleza de la Juez Débora, la pedagogía educativa de Jocabed y sobre todo la inefable personalidad de Jesús, tengo por cierto, que el valor que se deriva de buscar el conocimiento de Dios como meta y objetivo es verdadera gloria, no sometida a los accidentes de la vida terrena, pues es algo que dimana del alma misma.

Desde el Corazón” sé que una vez elegido Dios como valor esencial, habremos dado con la vara métrica que nos permitirá calibrar cualquier clase de acciones y cuáles son para buena fama y cuáles para la mala. Mientras nos dirigimos hacia ello, obramos bien, ya que procuramos cumplir con el propósito para el que fuimos creados. Un lápiz es bueno si escribe bien, un caballo es admirado si corre con celeridad y un hombre es bueno si sirve al propósito de conocer y amar a Dios como preparación para la eternidad.  

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Famosillos