Para reformar

Para analizar y reflexionar sobre nuestro deber en el tiempo y espacio donde vivimos, recuerdo el buen terreno que nos proporciona la persona y trabajos de Luis de Usoz.

20 DE JUNIO DE 2015 · 16:36

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La semana anterior puse “pensar la Reforma, hoy” y hoy les pongo para reformar (marketing en los títulos desde luego aquí no hay, son bastante sosos). Pues se trata de saber, al menos lo suficiente, de cómo está la casa para emplearse en su reforma. Incluso si conviene más arrasar con todo y empezar a construir una casa nueva, o reformar la existente. Habrá quien piense que no hay nada que reformar; éstos suelen esconderse en un argumento que impresiona, “en un barco que se hunde, no hay que reformar nada, sólo salvar náufragos”. (Vale, pues vamos a reformar y arreglar el sitio donde los piensas poner al salir del agua.)

Para analizar y reflexionar sobre nuestro deber en el tiempo y espacio donde vivimos, recuerdo el buen terreno que nos proporciona la persona y trabajos de Luis de Usoz. También su tiempo, ese convulso XIX, es fértil para sacar frutos, si queremos trabajar un poco. Aplicando un poco de sentido común, tendríamos que pensar y apuntar cómo está el terreno, los cimientos, la casa y sus características, quiénes la han construido y siguen ampliándola, contra quiénes tenemos que emplearnos, y algo fundamental, con quiénes contamos, vamos, si tenemos a los albañiles con los planos y si realmente todos tienen claro qué quieren, cómo ven ellos el final de la obra. Me parece que la casa se queda no digo sin arreglar, sin barrer.

Pero hay esperanza. Y ahí nos encontramos con Usoz. Lo tenía todo en contra, pero tenía claro el camino de la fe contra todo. Ese camino nos muestra la personaje que en un momento determinado (determinado por Dios, claro) se encuentra con su existencia en las manos del su Redentor, y sigue el camino. Cada día se encuentra cosas, son las cosas del camino de la fe; a todos nos ha pasado. Al principio de su caminar, 1844, nos recuerda sus planes; “tengo el pensamiento de publicar, si Dios lo permite, algunos libros españoles de nuestros teólogos y moralistas del siglo XVI, una historia de la reforma religiosa intentada entonces en España, y una traducción de la Biblia hecha también entonces.” Esto se propone, y nos dice cómo anda el terreno, “España no está peor que en 1823; que hay un poquito más de tolerancia y libertad”, sin embargo eso le impide reconocer que “no piensa el Gobierno español sino en soldados, protección del clero, y establecimiento de una costosa policía secreta para averiguar opiniones y conspiraciones políticas. Y en materias de educación, arreglo y orden real de las rentas públicas, y cuidado en cuanto verdaderamente puede llamarse bueno, cristiano y liberal, nuestro gobierno y hombres de Estado (si los tenemos) poco o nada hacen; o porque no saben o porque no quieren. Aquí, en todo el país, todo se vuelve tinieblas. Hay horrible idolatría, irreligión, superstición, ociosidad, pecados de todo género, ignorancia de toda cosa buena y útil, o perversidad invencible. Este, en general, es el estado de España. Solo sé que mayor es la misericordia de Dios que todos los pecados de los hombres, y esta es mi esperanza.” Óptimo, sabe lo que quiere y dónde está; luego lo que quiere se irá sosteniendo en las nuevas situaciones y circunstancias. En el caso de Usoz sabemos que sólo pudo culminar lo primero, y no del todo [esa labor de culminación le ha tocado de manera principal al traductor Francisco Ruiz de Pablos], y lo de la historia quedó apuntado, así como la publicación de la Biblia.

¿Podemos decir que la España de Usoz es muy diferente de la nuestra? Tampoco es diferente la misericordia de nuestro Dios, hay, pues, esperanza. En febrero de 1847 vemos a Usoz reorganizando su trabajo en base a lo que ya ha investigado; como es persona honesta con los datos, asume que “por el estudio hecho por mí sobre esto, me convenzo de que sería muy difícil, o casi imposible para mí, el formar una digna y merecida Historia de la intentada reforma religiosa en España. Por consiguiente mi trabajo se llamará Noticias para la Historia de la…, etc., y debe contener, por orden cronológico todas las biográficas noticias que me sea dable reunir de los que intentaron dicha reforma, y todas sus principales obras originales, las que hallé escritas por ellos en español, y las que no, traducidas por mí mismo, o revisadas a lo menos las que no traduzca.” Óptimo, óptimo, un gran tipo este Usoz, un redimido enriquecido con muchos talentos. Y si no, lean: “Porque en mi obra, siempre que me sea posible, pienso poner muy poco mío, fuera del orden y del trabajo. Porque deseo hacer hablar a las mismas personas que quisieron introducir la reforma religiosa, y a sus enemigos o contrarios, para que, así, juzguen los actuales españoles, o los venideros, cuanto hubiera convenido seguir el camino que siguieron Valdés, Pérez, Constantino, Cazalla y demás. Este es mi plan.” Hacer hablar a los nuestros, y a sus enemigos, para que todos juzguen: éste es el propósito del grupo en el que trabajamos para rescatar esa memoria.

Sigo con Usoz. Es evidente que con el talante de investigador serio y honesto que tenía, no viera con buenos ojos actividades religiosas que se mostraban en España. Ya dije, y creo que es significativo, que no pudo encajar en las asociaciones “evangélicas” que ya se iniciaban. (Pongo evangélicas entre comillas solo por reconocer a una sección, aunque, como es el caso de Usoz, no se esté de acuerdo con todo o parte de las mismas.) No aceptaba nuestro autor que se quitase ni una mota de alguna obra porque pareciere incómoda, o incluso perjudicial, para la obra de difusión “evangélica”. Las mismas erratas de ediciones pasadas debían anotarse. Todo a la luz. No debe extrañar su falta de sintonía con obras como la de George Borrow. En carta a Wiffen (sep. 1842) le pide que “si tiene tiempo y proporción de leer la nueva obra de Borrow que me anuncia, The Bible in Spain, dígame su opinión sobre ella, porque a mí no me será fácil verla. Ojalá haya hecho algo su autor por la causa de la verdad cristiana en España.” En mayo del año siguiente, ya cumplida la tarea, Usoz piensa que de la lectura, “según veo por su carta, el libro en su mayor parte es falso… [y reflexiona] Sobre todo encuentro muy dañinos a esa clase de escritores, como Borrow, que escriben la verdad a medias, o mentiras en la mitad de sus libros mezcladas con verdades. Sobre todo en materias de hecho, como son las referidas en un libro de viajes, es más difícil que en cosas abstractas, que el lector pueda separar o distinguir lo cierto de lo falso.” Y sigue en agosto, “respecto a la obra de Borrow, La Biblia en España, a juzgar por lo que me cita de ella, digo que puede muy bien ser que el libro esté bien escrito, y con objeto de hacerse leer y gustar, pero las obras de esa clase más debían escribirse por amor a la verdad, y para enseñanza, que no para deleite. No es verdad lo que dice respecto a mi instrucción en la Historia de España. Sé muy poco del asunto y hay muchos españoles que saben más que yo de eso. Es verdad que le dije algo de Carlos V y las Comunidades de Castilla, pero no para que lo pusiera en su libro de los Gitanos. También le di otras noticias que puso y no confiesa. En mi concepto la conducta y trabajos de Borrow en España podrían haber sido mejores y más ventajosos de lo que fueron a la causa de la propagación del Evangelio, si hubieran sido otros. No creo que haya hecho bien en citar en su libro ni a mí ni a los pocos amigos cristianos de la libertad religiosa que hay en España…”

La libertad, la discusión, el libre examen. Usoz colabora en lo que puede con todos los que trabajan, alguna vez lo engañan y no trabajan, pero eso no le impide tener criterio para criticar los actos. Muy bien hecho.

En 1848 podía afirmar nuestro autor (que demuestra saber con qué bueyes ara): “Mi obra no recibirá daño, creo, sino provecho, de cuanto otros vayan publicando acerca de religión, reforma o reformadores en España. Tal vez la literaria rivalidad haya despertado deseo en algunos de adentrarse a hablar y escribir sobre esto. Y tal vez algún pensamiento jesuítico mueva a preceder y quitar la novedad a lo que después se publique. Pero esto, ¿qué me importa? En lo que escriba, hablaré poco; reimprimiré con integridad, daré mi parecer sobre lo que vaya reimprimiendo, hasta cierto punto, no más, y luego, si el grano sembrado con sinceridad y deseo de bien hacia mi patria, puede y debe crecer, Él, que tiene en su mano los destinos de los hombres y sus cosas, lo sabe, y determinará. Yo solo puedo pedir perdón y misericordia, y rogar se me conceda emplear menos mal mi tiempo venidero, que no el pasado…”

Cuando se tiene en cuenta la cita que anoté al final del artículo anterior, respecto a que eliminada la Reforma del XVI, “no apareció hasta la revolución de 1868; mas septentrional por su índole… encuentra una vida lánguida en España, como raudal impotente para abrirse hondo cauce en la hostil sequedad del terreno”, creo que es verdad en cuento a que no se puede abrir esta sequedad con anécdotas de viajes o imposición en nuestro suelo de la cultura eclesiástica de allende. Pero es falso eso de que nuestro suelo no es fértil ni recibe el raudal; la España del XVI lo desmiente; se tuvo que arrancar lo arraigado, no era caudal externo impotente. Ahora se trata de mirar a ese suelo, y reconocer que tiene encima la costra, la capa tectónica, de las escamas de la Antigua, tan abundantes, sobrepuestas en nuestra tierra. No sólo desarraigó la hoguera y el hierro de la Inquisición a la Reforma, sino al suelo que la hizo posible. Mató a la Reforma y a España. Lo que ahora hay, ese suelo seco para el raudal del Evangelio, es la fabricación, la tierra extraña que los frailes vaticanos importaron y asentaron con la pedagogía del miedo. Así como derribaron las casas donde se reunían los redimidos, libres, y las sembraban de sal, así hicieron con la España toda; derribaron el Evangelio y sembraron de sal el suelo patrio. Así edificaron nuestra patria, y presumen de ello. No se trata de arreglarse con el suelo, sino de abrir sus escamas para que respire el propio, y en lo propio, nada de índole septentrional, de aquí, autóctono, volver a derramar el raudal del Evangelio.

En eso estamos.

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