El hijo del viajante (2ª parte)

Continuación del relato iniciado la semana pasada, sobre un personaje y la visita que hace a su anciana madre.

17 DE MAYO DE 2015 · 11:45

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Sí, su meta no era ejercer la abogacía, sino por un lado, huir de correr de pueblo en pueblo con una maleta llena de muestrarios, de frascos de esencias, de catálogos de aparatos de electrónica, o una furgoneta con aparatos de televisión, o nuevas máquinas de tricotar; y por otro, utilizar los estudios de derecho, como base para dedicarse a la política.

Quería conseguir la libertad, la igualdad, la justicia, el bienestar para todos los seres de su país, quería remediar la opresión de que eran víctima los desheredados, conseguir suprimir la discriminación que sufrían los que pensaban religiosamente diferente de la Religión Oficial.

Quería mejorar las teorías sociales y económicas, buscando la perfección, pensando que todos los males de la Humanidad podrían remediarse con el cambio de las Instituciones; cambiando éstas, todo se habrá arreglado. Colocando siempre el cambio revolucionario en algo como el sistema de gobierno, la economía y la propiedad y nunca culpando al hombre de las catástrofes del mundo, ni procurando reformar al individuo. No sabía cuál era el mejor camino para conseguirlo, y de ahí su interés en estudiar leyes.

También le atraían -¿por qué no?, todo hay que decirlo - la fama, el esplendor que rodea a las figuras de los políticos, aunque se pasen la vida en la oposición, máxime conociendo que incluso los partidos políticos emergentes, a veces tienen mucha preponderancia en los temas de gobierno. La insistencia, que pese a su bisoñez observaba en el mundo, en que el cambio de instituciones es la panacea mundial, le hacía creer que trazando planes de prosperidad y paz, la mejora estaba resuelta, como si ello no exigiera que el hombre debía empezar por cambiar de naturaleza para adaptarse a tales proyectos.

No nos importa ahora si el hombre se inclinó a la derecha o a la izquierda, ésta es una historia imaginaria que le pudo suceder a cualquiera.

Nos importa que, durante el viaje, el Presidente del Estado habló con su colaborador íntimo, como de costumbre, de los problemas del país: la balanza de pagos, los créditos internacionales, la inflación, las corrupciones fiscales, los negocios turbios, la debilidad de la justicia, los Eres sospechosos, las Cajas fraudulentas, las dificultades de la exportación… y también nos importa que poco después se disculpara ante su madre por tener tan escaso tiempo para visitarla.

- Ayer llegué de New York, donde asistí invitado a una Conferencia sobre el deterioro global, del peligro climático, sin tener tiempo de considerar que la preocupación de millones de ciudadanos, es si tendrán alimentos para el día siguiente. Días antes estuve en Suiza, con mi Ministro de Economía, para solicitar información de los miles de ciudadanos que presumen de amar su País, pero mantienen sus dineros en los Bancos del mencionado País. Desde el País de los Alpes, pasé por Rumanía para convencer al Presidente que no restrinja las importaciones de laminados de acero y nos mantenga los precios de los años anteriores. Me detuve en Alemania intentando que nos abran nuevos créditos con el más bajo interés posible; me acerqué a la Arabia Saudí para colocar nuestros telares y textiles de Catalunya a cambio de su petróleo; y pasado mañana, en cuanto te deje, tengo que salir para Egipto, porque hemos hecho una inversión enorme en la fabricación de autocares de turismo y nos ha pillado la crisis. Parece que Egipto puede ser un buen cliente.

- Pero hijo mío, ¿al fin te has hecho viajante?

Y a la buena madre se le anegaron de lágrimas los ojos, cuando los alzó al cielo para exclamar:

- ¡Qué alegría, qué alegría más grande se habría llevado tu pobre padre si viviera!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - El hijo del viajante (2ª parte)