Inquisición y propaganda

A la inquisición la calificamos como diabólica, como anticristiana, como anticatólica; aquí, durante décadas, hasta que su maquinaria de tiranía produjo sus frutos, en alianza con las tiranías políticas.

16 DE MAYO DE 2015 · 20:25

La Inquisición, cuadro de Goya.,
La Inquisición, cuadro de Goya.

Como Luis Goytisolo confirmó en su escrito del día 5 [El Califato y la Inquisición, Tribuna de El País], él y otros autores con su esfuerzo intentan eliminar la propaganda contra la Inquisición Española, que tanto daño ha producido a nuestro pueblo, dicen. Pueblo que ha sufrido, dicen, como víctima, la interiorización de esa crítica a la Inquisición, pues no ha mostrado suficiente autoestima como para frenar los bulos exteriores contra el Santo Oficio.

Que esta propaganda a favor de la Inquisición Española va calando, se va interiorizando, seguro que debido a la autoestima recobrada, y puesto que ya el pueblo de aquí se habrá librado de los daños producidos por la leyenda negra; convendrá que se anoten algunos pormenores, aunque solo sea para recordar el daño que a este pueblo le trajo, durante siglos, el mentado Tribunal.

Se proclama como la gran verdad para deshacer el bulo de lo mala que fue la Inquisición, el que hogueras hubo en todas partes, y que eso no es asunto peculiar de la institución española. Pero esa gran verdad es media verdad. Hogueras sí, como las de la Inquisición, no. Las de aquí sí fueron peculiares, exclusivas: eran de la Inquisición Española. Esas hogueras formaban parte de una maquinaria peculiar; no existía nada parecido, en carácter y permanencia en el tiempo, fuera de aquí. Y la media verdad es gran mentira.

Voz modulada, mirada de autoridad, y en la mano brocha con pintura rosa; que van a quitar lo negro y diabólico del Tribunal. A fin de cuentas, es un tribunal, y de garantías. Que el Tribunal de la Inquisición Española, frente a la propaganda de las naciones extranjeras, es modélico, dicen. Que se tira un poco del hilo y te sale la semilla del Internacional de Derechos Humanos. Autoestima; que incluso el reo tenía un abogado. Bueno, y médico para que las torturas no produjeran el fracaso de terminar antes de tiempo. Que los de la propaganda contra la Santa Inquisición vean por fin la gran verdad; que si indignos son los que critican nuestra Santa Inquisición como extranjeros, el colmo es que lo hagan esos malos españoles desde dentro, esos que tantísimo daño infligen a nuestra autoestima. Pero eso es media verdad. El abogado, por su propio contexto, debe serlo de la verdad, de la ortodoxia; y eso implica la defensa de la Inquisición. A lo más que puede llegar es a plantear que el reo es defensor del Tribunal, aunque no se explicó bien. En cuanto aparezca que es contrario, incluso a su simple actuación, defenderlo es condenar al propio abogado. Por supuesto, si ocurre que el reo confiesa la fe cristiana católica contraria a la del Tribunal, es un hereje, y no puede tener abogado: el hereje no tiene derechos. No hay, pues, abogado para el hereje. Esa gran verdad de la brocha rosa es media verdad; y media verdad es gran mentira.

Por fin se va a quitar el equívoco; esa propaganda de la leyenda negra, que la han fabricado a posteriori esas naciones que envidian la hegemonía de la nuestra. ¿Qué otra causa puede haber para criticar a la Santa Inquisición? Eso es cosa de los de afuera, o de malos españoles que es mejor echarlos afuera. La gran verdad, por fin restaurada, es que aquí la Inquisición fue siempre bien recibida; incluso, como cualquier erudito imparcial puede afirmar en público, sin que se le caiga nada, fue pedida por el pueblo. Porque ya se sabe esa otra gran verdad de que aquí la voluntad del pueblo siempre ha sido fundamental. Esa gran verdad es media verdad. Claro que con su poder, y su pedagogía del miedo, con el paso del tiempo nadie podía hablar en contra del Tribunal; su maquinaria de opresión y miedo produce el discurso de aceptación. Es que el simple rechazo de la Inquisición era delito; que donde es delito opinar en contra, se diga que la gente acepta, pues es una gran verdad: el pueblo la quiso, la anheló, vaya. Eso es media verdad. La Inquisición Española fue rechazada aquí, desde el principio. Se pueden contar no pocas actuaciones, incluso armadas, en su contra. Su vinculación al poder de, sobre todo, Fernando, impedía su aceptación unánime. La Santa Inquisición fue rechazada aquí, y por muchos. A ver si despertamos esa autoestima, que no lo quisimos, que la calificamos como diabólica, como anticristiana, como anticatólica; aquí, durante décadas, hasta que su maquinaria de tiranía produjo sus frutos, en alianza con las tiranías políticas.

La frente alta; nada de avergonzarse de la Santa Inquisición. Que reconozcan sus críticos, que si pueden hacerlo es porque les dejó los datos a su disposición. Gracias a su meticulosa contabilidad ahora se pueden contar sus fechorías. Todo lo anotaba el Tribunal; por supuesto también los bienes de los reos de los que se apropiaba. Este argumento, que hay que decir que no todos sus pintores usan, no es ni media verdad, es asombroso. Porque realmente la Inquisición mostraba en público sus actos, nunca sus actas. Investigarlas ha sido tarea esforzada. Por otra parte, asumir que sus actas son fuente objetiva de conocimiento, es mucho asumir. Es como si un maltratador llevara exhaustivo archivo de sus palizas y las razones para las mismas, y que luego eso se considerase objetivo para conocer la verdad de los sucesos; y que si la persona maltratada contase algo de su situación, se la considerase propaganda exagerada; quizás con el único propósito de socavar la autoestima del maltratador. Eso ha ocurrido con la Inquisición en lo tocante a un libro especial: Artes de la Santa Inquisición Española.

Libro de autor anónimo, que describe la situación de la Reforma en la Sevilla del XVI, y que da cuentas de las artes usadas por el Tribunal. Por supuesto, pura propaganda de los que envidian la hegemonía española. Una maltratada llena de resentimiento, que informa de las mañas del Santo Oficio. Quizás, por aquello de la buena literatura, se salve de la quema total, porque en las piedras de sus páginas camina por excelente pluma El Gran Inquisidor. Efectivamente, esta obra ha sido colocada como uno de los tres pilares para elaborar la leyenda negra. Leyendo negro sobre blanco: ¿qué es falso en esa obra? Que el autor la escriba con afecto, porque él mismo era de esa comunidad tan amorosamente tratada por el excelente Tribunal, pues sí; pero los hechos presentados son reales. Si tan equitativo era el Santo Oficio, ¿por qué enfadarse porque sus obras y artes se conozcan?

Claro que para propaganda insidiosa la que publicó en Ginebra Juan Pérez de Pineda (era un pastor, nacido en Montilla, Córdoba, colaborador de Calvino, ¿qué de bueno se podría encontrar en un sujeto así?); incluso el título es perverso: Epístola Consolatoria. Pues ya es maldad intentar consolar a los condenados en las mazmorras inquisitoriales. Eran gente al servicio de los poderes extranjeros, seguro. Además, viendo a los maestros que tuvieron, se puede uno imaginar su malignidad. Que fueran canónigos predicadores de la catedral de Sevilla demuestra su astucia. Menos mal que ahora, gracias a los restauradores del verdadero color de la Inquisición, podemos tomar distancias y ser objetivos, si no, a poco que nos descuidemos entramos a formar parte de aquellos cristianos católicos que, como tales, se oponían a la iglesia Romana, al papado; que, como tales, tenían que oponerse a la Inquisición; que, como tales tenían en gran estima a esos predicadores, y leían sus obras. Que como nos acerquemos, nos quedamos al lado de los vencidos, en sus mazmorras, en sus lágrimas. Sí, ese es mejor sitio que los del triunfo, los que sacaban a los otros en sus triunfos, sus autos de fe. De lejos se podrá pintar de rosa; de cerca la cosa tiene otro color.

………..

Y ahora nos ponemos en sitio excepcional, de Sevilla, en lo poco que queda del convento de San Francisco, que da nombre a la plaza donde se realizaban los autos de fe. Estamos este miércoles 13, dentro de los actos de la Feria del Libro, y presentamos la traducción del Schäfer, Protestantismo Español e Inquisición en el siglo XVI, 3 vol. en 4 tomos (ya hace casi un año que realizamos la primera en Valladolid). Ese poco que queda, en ese lugar testigo de los autos de fe, (que, por simple coincidencia, aparece su figura en la portada del vol. 1), estuvimos unos cuantos recordando la Historia.

 

Emilio Monjo, Antonio Gutiérrez Escudero  y Francisco Ruiz de Pablos.

Siempre con la generosa colaboración de personas que la memoria quieren conservar. Además del traductor, Francisco Ruiz de Pablos, acompañaban (siempre que pueden, lo hacen) dos escritores, afincados en Sevilla, que han tratado novelada la época del XVI, con la referencia de los núcleos reformados. Francisco Núñez Roldán (“El Legado del Hereje”, 2008) y José Antonio Ramírez Lozano (“Las manzanas de Erasmo”, 2010. Más de 80 libros entre narrativa, poesía e historia). También, y esto es siempre clave para que las cosas funcionen, Luis Abril, que al frente de la editorial Mad (ya cerrada, por eso ahora editamos estos libros como Cimpe, Centro de Investigación…), dispuso la edición de las obras de los Reformadores Españoles del XVI y la colección Investigación y Memoria, de la que esta obra es la 3ª.

Decir “el Schäfer” en medios académicos coloca en dos ámbitos. Para los estudiosos de la Inquisición y la Reforma española, en relación con la obra que se presentaba; para los americanistas, con “El Consejo Real y Supremo de las Indias”, 1947 (editado al poco de morir el autor); y en ese espacio estuvo en la presentación el director de la Escuela de Estudios Hispano Americanos (CSIC), institución de Sevilla, fruto del esfuerzo de Schäfer.

Y todo ello fue posible por la generosa colaboración de Verónica Durán, que nos puso en sitio y hora en medio de los torbellinos propios de una Feria del Libro.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Reforma2 - Inquisición y propaganda