El valor de nuestro testimonio

La santidad no es impracticable ni tampoco está diseñada para cierta casta de súper cristianos.

26 DE ABRIL DE 2015 · 10:40

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Es innegable que hemos sido enormemente bendecidos por la maravillosa obra de Cristo a nuestro favor y también por la regeneradora obra del Espíritu Santo en todo nuestro ser. Esto nunca debe ser infravalorado, ni mucho menos olvidado por quienes hemos recibido tanto bien a cambio de nada.

Sin embargo cuando nuestro testimonio personal se ve enturbiado por una mala conducta o por un comportamiento indecente, el buen Nombre de nuestro Dios es puesto en tela de juicio por quienes, supuestamente, le estamos representando aquí en la tierra. Ciertamente esta es una gran responsabilidad para todos los que nos preciamos de ser el linaje escogido, y esta bendita afirmación nos viene dada por la misma Palabra de la Dios. Si bien es cierto que tenemos que tener muy presentes nuestras debilidades humanas, esto no debe ser ninguna excusa para disculpar nuestra responsabilidad testimonial.

Hemos de reconocer que los beneficios recibidos de parte de Dios hacia nosotros son innumerables, pero estas múltiples bendiciones también nos comprometen a dignificar el buen Nombre de nuestro bendito Salvador y a mantenernos en una necesaria integridad personal.

Cuando el apóstol Pablo les dice a los discípulos de Colosas que "anden como es digno del Señor", les está emplazando a ser consecuentes con el santo llamamiento que han recibido de Dios; y esto es totalmente posible manteniendo un diligente estilo de vida: "…agradando al Señor en todo” .

He observado que, por lo general, reivindicamos enfáticamente nuestros derechos y privilegios como hijos de Dios invocando sus promesas sobre nuestra vida, pero casi nunca oigo hablar de nuestras responsabilidades. No obstante, también tenemos que tener muy en cuenta que la gran mayoría de promesas y bendiciones bíblicas están condicionadas a nuestra debida obediencia.

Me apena mucho oír de algún que otro comportamiento escandaloso, especialmente de personas referenciales, que no solo afecta negativamente al estado de ánimo de nuestro pueblo, y muy especialmente al de nuestros jóvenes, sino que también mancillan públicamente el precioso testimonio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, aquí no se trata ni de legalismos farisaicos ni de una falsa misericordia basada en una hípergracia que nos absuelve de nuestros pecados deliberados. Tal como nos dice la misma Escritura: "…por el Espíritu Santo haremos morir las obras de la carne", estamos dotados por el Padre para vivir una buena y agradable vida de santidad; más allá de algún que otro pecado involuntario en el que podamos incurrir. La santidad no es impracticable ni tampoco está diseñada para cierta casta de súper cristianos; la santidad es un estilo de vida atractivo, agradable a Dios y más que deseable para todos y para cualquier bien nacido de nuevo.

Mi reflexión final es que no debemos justificarnos preconizando nuestros posibles errores y pecados, ni exculparnos a nosotros mismos basados en una traidora autocompasión de nuestra humana debilidad porque, de esa manera, le estamos dando pie al enemigo para asediarnos constantemente.

Por lo tanto, concluimos proclamando en Palabra de Dios que "somos llamados a ser santos como Él es santo, en toda nuestra manera de vivir" y acabaremos diciendo convencidamente que "todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”.


 

1ª Pedro 2: 9

Colosenses 1: 10

Deuteronomio 28

Proverbios 3: 1-10

Romanos 8: 13

1ª Pedro 1: 15-16

Filipenses 4: 13

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