Cuando nadie nos ve

Pregúntate y respóndete por qué estás haciendo lo que haces o por qué no haces lo que quizás deberías estar haciendo.

14 DE MARZO DE 2015 · 21:20

,

Plantearnos esta cuestión es altamente positivo para nuestro desarrollo personal y espiritual. Es muy saludable para nosotros tener conciencia de la constante presencia de Dios, tanto en nuestra vida privada como pública. Como diría mi admirado Francis Schaeffer: "Dios siempre está presente y no está callado".

Es deseable, y yo diría que hasta necesario, descubrir las razones primarias del por qué hacemos lo que hacemos. Necesitamos templar nuestras motivaciones para que resulten genuinas hacia los demás y hacia el Dios a quien servimos. Es instintivamente humano esperar algún tipo de compensación por lo que hacemos para Dios o en favor de la gente.

Casi siempre nos parece que necesitamos reconocimiento para sentirnos emocionalmente recompensados, y esto puede aparentar ser legítimo y nada reprochable; pero mi intuición personal y el estilo de Cristo Jesús en su vida terrenal, me dicen otra cosa diferente. Jesús solo quería hacer lo que el Padre quería que hiciese, esa era su mayor aspiración y felicidad en la vida. No le preocupaba en absoluto lo que pudieran pensar de Él, ni tampoco el reconocimiento de la gente. Su vida y su enseñanza ejemplifican una gran humildad, con razón diría: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas" Mateo 11:29. Sin duda estas palabras desarman nuestro orgullo, nos imparten un bálsamo de humildad y una original formula antiestrés.

El ayuno, la oración y las limosnas se habrían de hacer oportunamente, pero sin alharacas y con grandes dosis de humildad; no digamos cómo manejar la popularidad y la fama, a fin y efecto de darle la máxima gloria a Dios en todo. Tal y como nos recuerda el mismo apóstol Pablo: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para ser vistos de los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa…” Colosenses 3:23.

Pregúntate y respóndete por qué estás haciendo lo que haces o por qué no haces lo que quizás deberías estar haciendo. Recuerda siempre que nuestro Dios nos ve en los detalles más íntimos y también en el anonimato. Ni tú, ni yo, ni nadie le pasan inadvertidos a nuestro buen Dios.

En la parábola sobre el juicio de las naciones (Mateo 25), Jesús nos revela que haciendo ciertas cosas a los más necesitados a Él mismo se lo hacemos; y aunque parezca que lo que hacemos pasa desapercibido a los observadores humanos, a Él no le pasa inadvertido.

Qué bueno y gratificante resulta hacer las cosas con una profunda convicción personal ante Dios y los hombres, sin esperar nada a cambio, sabiendo que Él nos ve y se agrada de nosotros.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Cuando nadie nos ve