Antropogénesis: el punto de vista bíblico y el evolucionista teísta

Además de interesarse por el origen y el devenir humano, los científicos y los teólogos se interrogan sobre su realidad existencial y trascendental: ¿Qué es el hombre?

01 DE MARZO DE 2015 · 07:45

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El problema de la Antropogénesis ha sido motivo de seria y profunda reflexión por parte de los seres humanos desde los albores de nuestra historia. Todavía hoy seguimos preguntándonos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? La ciencia no ha sido capaz de despejar esta incógnita y la teología ofrece respuestas que no pueden verificarse por medio del método científico-natural y sólo pueden ser asumidas desde la fe.

Creo sinceramente que, una vez más, los árboles nos impiden ver el bosque. Se mantienen demasiados prejuicios por ambas partes: para muchos científicos la Biblia no contiene documentos fiables y, por consiguiente, desechan sus aseveraciones; y para bastantes teólogos la Ciencia contradice la Revelación bíblica y, en consecuencia, hay que rechazar su visión antropogenética. Existen, no obstante, científicos creyentes y teólogos científicos.

Para ambas disciplinas (la científica y la bíblica) el ser humano es el elemento superior en la escala de la vida, ya como cima de la evolución filogenética, ya como máxima expresión de la manifestación de Dios en el mundo.

Además de interesarse por el origen y el devenir humano, los científicos y los teólogos se interrogan sobre su realidad existencial y trascendental: ¿Qué es el hombre?

A esta pregunta se han dado muchas respuestas. Yo destaco tres que me parecen las más significativas.

El hombre es:

  • Una incógnita (Alexis Carrel)
  • Una carga para sí mismo (Job)
  • Imagen y semejanza de Dios (Moisés, en el libro del Génesis)

Desde hace mucho tiempo, especialmente desde que con sus avances científicos y tecnológicos el hombre ha podido explorar una infinitésima parte del Cosmos, existe un interés extraordinario por encontrar pruebas que avalen la posibilidad de afirmar que existe vida extraterrestre. Los exobiólogos se preguntan si en Titán pueden existir moléculas orgánicas complejas basadas en el metano, un elemento que cumpliría en esa luna de Saturno las mismas funciones que el agua en la tierra. Así que se buscan organismos extraterrestres, microorganismos del tipo de las bacterias. También se plantea y planea explorar las lunas de Júpiter y Saturno o las planicies de Marte.

Hasta hace unos años era inconcebible imaginar seres vivos que no dependieran del agua, el oxígeno y la energía solar o que sobrevivieran a temperaturas extremas. Pero se encontraron bacterias capaces de sobrevivir en tan duras condiciones y esto ha hecho pensar a los científicos exobiólogos que formas semejantes de vida podrían prosperar en otros mundos. David McKay, de la Nasa, afirma haber descubierto en un meteorito tenues rastros de bacterias marcianas (?).

Hasta aquí ha llegado la investigación; pero los mismos científicos afirman que se está muy lejos de poder asegurar que la vida, tal y como la conocemos en la tierra, se pueda dar en otras partes del Universo.

En definitiva: la vida en la Tierra es una manifestación única en el Cosmos y en el hombre se da la manifestación de la vida por antonomasia.

Ante esta realidad -hoy por hoy incontestable- vamos a exponer lo que la Revelación nos enseña sobre la antropogénesis:

 

La antropogénesis desde el punto de vista teológico bíblico

El libro de Génesis afirma lo siguiente:

«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» (Génesis 1:26-27).

Hemos de recurrir a la exégesis bíblica más honesta y rigurosa de la que seamos capaces para entender la Revelación de Dios en cuanto al problema antropogenético que aquí se plantea.

En el primer capítulo de Génesis, escrito en hebreo, se encuentra tres veces el término b?rá, que se traduce al castellano por el verbo crear. Muchos filósofos, lingüistas, antropólogos y teólogos están de acuerdo en que este término hebreo tiene el sentido de que Dios crea por primera vez algo nuevo y maravilloso.

El término b?rá se encuentra en los siguientes textos:

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.» (Génesis 1:1)

 

«Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie.» (Génesis 1:21)

 

«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó ; varón y hembra los creó.» (Génesis 1:27)

Científicos de la Nasa han realizado estudios sobre el orden en que aparece lo creado que se describe en el capítulo 1 de Génesis y han llegado a la conclusión que ese orden corresponde con lo descubierto por la investigación científica hasta este momento:

1.La luz (Gn 1:2). Dios es luz.

2. La expansión en relación con el agua (Gn 1:7). Dios es fuente de la Vida. Sin luz y agua no es posible la vida tal y como la conocemos.

3. Las lumbreras: sol, luna y estrellas (Gn 1:16-18)

4. La vida vegetal (Gn 1:11 ). Dios es la Vida.

5. La vida animal (Gn 1:20). La vida animal o superior nació en el mar como afirma categóricamente la ciencia.

6. La vida humana (Gn 1:26-27). El Hombre = Ser humano = varón y mujer fue creado a imagen y semejanza de Dios.
 

La Revelación bíblica tiene una característica especial, y es que en algunas de sus partes se interpreta a sí misma. Esto es precisamente lo que ocurre con los tres primeros capítulos del libro de Génesis, que son fundamentales para realizar una hermenéutica adecuada y consecuente de toda la Escritura.

El mejor comentario que se ha hecho nunca del libro de Génesis (y en especial de sus tres primeros capítulos) lo encontramos en una de las obras más extraordinarias de Salomón: el libro de Eclesiastés. El desconocimiento de esta realidad ha llevado a los teólogos cristianos a afirmar durante más de diecinueve siglos que el hombre y los animales no tienen nada en común y que estos últimos carecen de todo tipo de consciencia y sentimientos. Durante muchos siglos toda censura secular o eclesiástica prohibía escribir sobre el alma de los animales llamados superiores. Hoy existen muchas personas que se definen como cristianas que siguen pensando lo mismo. Afirman que en la Sagradas Escrituras está la Verdad (lo cual es cierto) pero luego, con sus hechos y dichos, hacen caso omiso de ella.

En el libro de Eclesiastés existe un pasaje fundamental donde se nos enseña con claridad meridiana que entre los denominados animales superiores y el hombre se da una relación muy vinculante que los hace semejantes en aspectos muy importantes de la vida. Veámoslo:

«Porque lo que sucede a los hijos de los hombres1 y lo que sucede a las bestias2, un mismo suceso es: como mueren los unos así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu3 de los hijos de los hombres sube arriba y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra (Ec 3:19-21)

En estos textos queda bien clara la inmanencia y la trascendencia pneumática de los animales superiores y del hombre. Ambos comparten la inmanencia del rûah, pero no la trascendencia del mismo. Sólo el ser humano es trascendente, deviniéndose metafísicamente, y sólo él puede volver a la fuente desde la que emergió a la conciencia, es decir: al mismo corazón de Dios. El autor de Eclesiastés dice al final de su obra:

«Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu (del hombre) a Dios que lo dio.» (Ec 12:7)

La Revelación bíblica no apoya la teoría de la evolución, sobre todo en el sentido darwinista, pero sí puede tener puntos de contacto o relación con una visión evolucionista teísta. Recordando que el término creó [b?rá] que se emplea en Génesis 1:1, 21 y 27 tiene el sentido de que Dios crea por primera vez algo nuevo y maravilloso comprobamos que no se da una solución de continuidad entre estos textos.

Pero es que, además, el término hebreo b?rá tiene un significado literal muy revelador: cortar la materia. A la vista de esta realidad exegética no cabe posibilidad alguna de dar cabida a la teoría darwinista u otras tesis evolucionistas derivadas de la misma.

 

La antropogénesis desde el punto de vista evolucionista teísta

Para abordar la antropogénesis desde este punto de vista vamos a tomar en consideración las aportaciones del gran sabio francés Teilhard de Chardin al campo de la Ciencia y de la Teología.

Según este autor el ser humano es aquel en el que se ha desarrollado, en su devenir biológico-existencial, el mayor grado de consciencia y de conciencia de toda la Realidad creada. Teilhard de Chardin considera que el Universo está deviniéndose para llegar a una realidad última y eterna, que hay que alcanzar para que se produzca la realización de todas las cosas; es decir: la misma realización de Dios. El supremo Hacedor dirige este proceso. Él es el alfa y la omega, el primero y el último. En el prólogo de su obra "Ciencia y Cristo" se escribe sobre la concepción cósmica y antropológica de este gran teólogo y científico:

«La historia actual del sentimiento religioso en los hombres, cualesquiera que sean, me parece dominada por una especie de revelación que surge, en la conciencia humana, del Universo uno y grande.»4

De esta visión nueva del mundo ha surgido una nueva forma de religiosidad natural que era totalmente inimaginable en los siglos pasados: «Se podría decir que una forma desconocida de religión (una que nadie podía imaginar ni describir hasta ahora porque no existía un Universo lo suficientemente grande y orgánico para contenerla) está en vías de germinar en el corazón del Hombre moderno y en el surco abierto por la idea de Evolución.»5

«Aunque se dice que nuestro siglo (XX) es religioso, probablemente más religioso que todos los otros [...] solamente no ha encontrado al Dios que pueda adorar.»6

 

Incluso en el ateísmo contemporáneo se oculta con frecuencia un factor religioso inconsciente, y parece que más que de un ateísmo verdadero cabe hablar de lo que Teilhard describía así: «A nuestro alrededor un cierto pesimismo repite constantemente que nuestro mundo se hunde en el ateísmo. ¿No convendría más bien decir que de lo que sufre es de un teísmo insatisfecho?»7

Por otra parte, Teilhard pensaba que la única religión que puede admitir ya en adelante la humanidad es una que sea capaz de justificar, de asimilar y de animar el progreso cósmico tal como se dibuja en la ascensión de la humanidad. Y no será cristiano el que se adhiera a una doctrina determinada, sino el que se una a Él, el que se incorpore a Él. Mostrarse cristiano es ser en Cristo. Teilhard de Chardin se refiere a la relación entre Dios y un mundo en evolución:

«En una época en la que el pensamiento humano tiende a reconocer el Cosmos como un todo per se, convendría reflexionar un poco sobre las relaciones que unen ese todo con Dios.»

El sabio teólogo también pensaba que el trabajo, la ciencia y la técnica son necesarios para la ascensión del hombre en la dirección de una unidad y de una espiritualización cada vez mayores. Sin embargo, a todo esto se añade para el cristiano una nueva dimensión; porque si aceptamos que Cristo constituye el término de toda creación y que todo debe de encontrar en Él su coronación y su culminación, de ahí resulta que el mundo todo se manifiesta por un carácter sagrado y que todo lo que contribuye a la expansión futura de la creación está orientado intrínsecamente hacia Cristo. Así pues, trabajo, ciencia y técnica son necesarios para la edificación del Reino de Dios; esenciales, aunque insuficientes en sí, «porque la salvación del hombre no podrá ser, en definitiva, más que obra exclusiva de la gracia»8

Teilhard de Chardin creía en la evolución desde lo inorgánico a lo orgánico y biológico. Él consideraba que la materia (la tierra, los astros, las estrellas...) tenían una cierta pre-conciencia de Dios y que, a medida que se iba ascendiendo en el devenir evolutivo del mundo (vegetales, animales, elementos con vida propia), esa pre-conciencia iba creciendo y ascendiendo en la psicogénesis del espíritu hasta llegar a constituir la esfera de la intimidad, no material, del homo sapiens, donde se da el mayor grado de conciencia y consciencia conocido. Él representa su concepto evolucionista teísta mediante la denominada curva de corpusculización. En esta curva se darían tres momentos:

  • Momento de VITALIZACIÓN (aparece la vida a nivel elemental, realidad que se revela en Génesis 1:11).
  • Momento de HOMINIZACIÓN (aparece la vida por excelencia y antonomasia en el hombre, según se revela en Génesis 1:26-27).
  • Momento de CEREBRALIZACIÓN o el Paso de la Reflexión (realidad que se puede entender a la luz del capítulo 3 de Génesis).

Como podemos ver existe cierta relación (quizá de la máxima importancia) entre la Revelación de Dios en el Génesis sobre la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios y la teoría evolucionista teísta de Teilhard de Chardin.

En un capítulo posterior seguiremos analizando lo más esencial de todo lo que en este capítulo hemos apuntado.

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1 En hebrero: hijos de Adán.

2 Animales superiores, según el orden filogenético de los evolucionistas.

3 En hebreo: rûah

4 Notas sobre el Cristo-Universal, en 1920.

5 Teilhard de Chardin en "La Trama del Universo".

6 Carta de Teilhard de Chardin escrita el 10 de diciembre de 1952 a C. Cuénot.

7 Teilhard de Chardin en "La activación de la Energía".

8 Súper-humanidad, súper-Cristo, súper-caridad en 1943, en "Ciencia y Cristo".

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