La necesidad de estar en silencio

La meditación silenciosa y reflexiva es un arte perdido en este tiempo, la prisa y la impaciencia de la vida moderna nos atrapan constantemente.

28 DE FEBRERO DE 2015 · 20:30

Nieve en los alpes. / Dwollen.,
Nieve en los alpes. / Dwollen.

Hay silencios que matan y otros que atormentan, pero hay silencios que inspiran paz y en muchos casos presencia divina.

Yo creo que todos necesitamos momentos de silencio, para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios. Con razón decía el rey David: "Solo en ti, esta acallada mi alma".

Últimamente estoy leyendo diferentes artículos sobre lo terapéutico del silencio y, esto es muy cierto, cuando nuestras emociones están bajo control.

A veces, el silencio nos habla suavemente a la conciencia y nos sugiere buenas cosas. Cuando Adonai se convierte en la voz del silencio, todo cambia en nuestra alma inquieta.

Los creyentes podemos descansar confiadamente en el Señor y escucharle en el silbo apacible.

La Escritura nos sugiere guardar silencio ante Dios y esperar en Él, y nos asegura que Él hará. La meditación silenciosa y reflexiva es un arte perdido en este tiempo, la prisa y la impaciencia de la vida moderna nos atrapan constantemente. Por eso, cuando estamos meditando atentamente en la Palabra del Señor y organizando nuestra agenda personal, tranquila y mesuradamente, difícilmente erraremos. Es interesante aprovechar esos momentos de quietud y recogimiento para orar ampliamente y poder mantener un sereno y emocionado diálogo con nuestro Dios.

Durante esos tiempos de intimidad con el Señor es importante aprender a orar, no de cualquier manera ni movidos por nuestros agitados estados emocionales, sino orar con tranquilidad para poder interceder conforme a la voluntad de Dios, porque de esa manera nuestra oración será totalmente eficaz (Filipenses 4: 6-7 /1ª Juan 5: 14-15).

Por contraste, también he podido comprobar que en ciertas ocasiones, más que tranquila, la voz de Dios en nuestra alma y en nuestro espíritu es fuerte y potente, aun en nuestra misma intimidad; y esta manifestación nos produce una santa excitación que nos lleva a proclamar su grandeza y autoafirmarnos en su presencia (Salmo 29: 3-9).

Volviendo a la necesidad de estar en silencio, yo mismo me declaro parte del grupo de “las Marías”. Estas o estos son los que quieren estar a los pies del Maestro, escuchándole y admirándole constantemente y olvidarse del tiempo. Pero, a veces, le expreso al Señor mi extrañeza por haberme puesto en el grupo de “las Martas”, este es un activismo casi frenético donde casi todo lo que pudiera hacer me parece más que justificado y necesario; aunque me doy cuenta de que algo no encaja en este complicado puzzle del tiempo (Lucas 10:38-42).

Mientras escribo este breve artículo, me siento concernido por la necesidad de guardar silencio ante el Señor, esperar en Él y ver su salvación sobre mis circunstancias que, sin duda, pueden tener la misma complejidad que la de cualquier otra persona.

Quizás este sea tiempo de callar más que de hablar, tanto de forma introspectiva como pública.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - La necesidad de estar en silencio