Venga tu reino

Al orar venga tu reino, estamos orando para gozar cada día personalmente de ese reino.

28 DE FEBRERO DE 2015 · 20:45

,

Venga tu reino son sólo tres palabras, pero en realidad son mucho más que eso.

La petición más corta del Padrenuestro es, a la vez, la más amplia. Estas tres palabras, cuando de veras se realizan en nuestra vida, lo ponen todo patas arribas. En realidad estas tres palabras constituyen un atentado contra nosotros mismos, pues apuntan a un derrocamiento, a un golpe de estado, a un cambio de señorío en nuestro propio corazón, tanto en lo pequeño como en lo grande.

Esta segunda petición del Padrenuestro es, también, un tanto paradójica. En realidad, a su luz, nos salen al paso tres paradojas:

 

Primera paradoja:

Si Dios está en todas partes, ¿por qué hemos de orar que venga a nosotros?

De entrada,  resulta un tanto extraño que tengamos que orar porque venga a nosotros el reino de Dios. ¿Es que hay algún lugar en el cielo o en la tierra donde no esté Dios? ¿Hay alguna esfera existente que se sustraiga al poder divino? ¿Algún mundo donde no impere la voluntad de Dios? El salmista expresa con claridad este sentimiento al decir: ¿A dónde iré lejos de tu Espíritu? ¿A dónde huiré lejos de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si bajo al reino de los muertos, estás allí; si me elevo en alas de la aurora y me instalo en el confín del mar, también allí me guía tu mano, tu diestra me controla.

Dios es omnipresente, es cierto, pero esto no significa que tenga que estar en todas partes a la vez, en cada piedra, en cada gota de agua y en cada brizna de hierba, como si Dios fuera prisionero de sí mismo. 

La omnipresencia bien entendida significa que no hay ningún lugar en el cielo, ni en la tierra, ni en el infierno que se pueda negar a la presencia de Dios si Él decide ir allí, o que pueda retenerle si Él decide marcharse del lugar. Todas las puertas están abiertas en todo tiempo para Dios; abiertas para llegar, quedarse o marcharse. En este sentido es que resulta muy conveniente la súplica: Venga tu reino, o sea, no te vayas de nosotros, quédate con nosotros, y si te has ido, vuelve: venga tu reino.

Cada día debemos incluir este ruego en nuestra oración: Venga tu reino, porque lo terrible ha sucedido. ¡Y es que, Dios se ha ido! Hubo un tiempo en que Dios se fue de este mundo, le dio la espalda, apartó su rostro de él y se marchó, y el reino de Dios desapareció de este planeta llamado Tierra.  Indudablemente, Dios tuvo sus buenas razones para marcharse.

Y deberíamos saber por qué Dios se marchó, porque la realidad es que nosotros somos los culpables de que Dios se distanciara. Nosotros tenemos la culpa de que este planeta haya dejado de ser reino de Dios y se haya convertido en escenario de todas las maldades que es capaz de concebir y realizar el corazón humano. Por nuestra causa, esta tierra nuestra se ha convertido en campo de batalla en todos sus escenarios de tierra, mar y aire.

De todos modos, Dios no nos dio la espalda definitivamente y siempre le recordó a la Humanidad su intención de volver a establecer su reino en la Tierra. Nos lo recordó por medio de sus profetas. Fueron muchas las maneras y los medios que Dios utilizó para hacernos llegar su propósito de volver un día a nosotros.

Y así ocurrió que, llegado el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo. Y las primeras palabras que pronunció su Hijo Jesucristo cuando por primera vez se dirigía a los hombres, fueron: El reino de Dios se ha acercado, así comienza el ministerio de Jesús según el evangelio de Marcos (Marcos 1:15). Y en medio de su ministerio de tres años, enseñaba Jesús: El reino de Dios está entre vosotros (Lucas 17:21).

En la persona de Jesús el reino de Dios estaba realmente presente. Jesús es la encarnación del Reino de Dios. Él es el rey del reino. Él es el reino. Por eso sólo puede descubrir el reino de Dios quien descubre a Jesús como rey. El que no conoce a Jesús, no conoce el reino.

De manera que, en Jesucristo, esta tierra abandonada de Dios ha vuelto a formar parte del reino de Dios. En Jesucristo el reino de Dios ha vuelto a aparecer entre nosotros. Es verdad que su camino lo condujo a la cruz, pero él fue a la cruz para cargar con todo lo que se había levantado entre Dios y el hombre y removerlo y hacerlo desaparecer para siempre.

Es verdad que en la cruz gritó: Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, pero lo hizo como expresión de haber cargado con todo el desamparo divino que había sufrido esta tierra durante siglos y para que Dios no nos tenga que desamparar nunca más. En Jesucristo el reino de los cielos está presente entre nosotros. Gracias a Jesucristo, Dios comienza una nueva relación con el hombre.

Jesucristo recibe todo el poder en el cielo y en la tierra. Delante de Él se postran lo ángeles, retrocede la muerte y tiemblan los demonios. En Jesucristo este viejo mundo ha sido juzgado y salvado. Gracias a Él, una nueva era comienza para este mundo.

 

Segunda paradoja:

Si el reino de los cielos ya está presente en Jesucristo… ¿por qué hemos de continuar orando por su venida? ¿O es que acaso el reino de Dios no está entre nosotros en plenitud, sino sólo en parte? Ciertamente, el reino de los cielos está presente en plenitud, pues Cristo subió plenamente a la cruz y no en parte. En la cruz, Jesucristo soportó todo el abandono de Dios para devolvernos, en su resurrección, toda la presencia divina. Jesús fue depositado en la tumba y bajó a los infiernos, y desde allí volvió, sacando a la luz la vida y la inmortalidad para hacernos partícipes de toda la gracia de Dios.

Ahora, cuando oramos venga tu reino, estamos orando porque cada día gocemos personalmente en nuestra vida la experiencia de ese reino. ¿Está el reino de Dios entre nosotros cuando en nuestra vida no ha cambiado nada?  ¿Está el reino de Dios en nuestra iglesia cuando como grupo humano no nos diferenciamos en nada de otros colectivos humanos? En 1 Corintios 4:20 leemos: El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. En poder para vivir de una nueva manera que glorifica a Dios y enfrenta al prójimo con verdad, justicia, misericordia y amor.

¿Refleja nuestra vida que, efectivamente, estamos viviendo la realidad del reino de Dios? A un rabino le fueron con la idea de que el reino de Dios había llegado. Él se dirigió a la ventana de la habitación, la abrió de par en par, y tras echar una mirada al exterior, dijo: Imposible, no ha cambiado nada. Así es, el reino de Dios es cambio. Cuando Cristo llega a una vida, hay cambios de conducta, de principios, de intereses, de actitudes.

Por eso, el reino de Dios está hoy presente:

- allí donde los hombres están dispuestos a recibir el perdón de manos de Jesucristo;

- allí donde el hombre no hace del perdón divino un objeto de su exclusividad   personal, sino que lo prodiga generoso entre sus hermanos los hombres que han pecado contra él;

- allí donde  las personas dejan que sus decisiones y sus acciones estén determinadas por el amor de Cristo y procuran realizar este amor contra viento y marea;

- allí donde no se piensa en primer lugar en sí mismo y en los propios intereses, donde lo privado, los negocios, los intereses, y las inclinaciones políticas o ideológicas no giran alrededor de uno mismo, sino que se es libre y señor para servir a otros con su tiempo, fuerzas, dinero y fantasía;

- allí donde uno tiene la libertad para buscar la reconciliación con su prójimo, para perdonar y pedir perdón, para ayudar y aconsejar, para sacrificarse y asumir renuncias y negaciones, y

- allí donde uno se entrega a los otros voluntariamente por el amor que Dios ha puesto en nuestros corazones.

Por todo esto es por lo que pedimos cuando oramos venga tu reino.

Jesús nos enseñó a buscar como prioridad absoluta la realización de este reino en nuestra vida personal y en la de nuestra iglesia: Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).

Jesús enseñó que el reino de Dios se manifiesta allí donde el evangelio es predicado: Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado (Mateo 10:7). Y seguidamente enseñó que el reino de los cielos implica la  manifestación de una serie de señales incontrovertibles, pues dijo: Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mateo 10:8).

De manera que para Jesús el reino de Dios está allí donde los enfermos son curados, los necesitados son ayudados y los pecadores sienten el perdón en medio de la comunidad del pueblo de Dios, y lo gustan con la mayor dignidad, o sea, de gracia.

Resulta una realidad clara y evidentepara las personas que nos visitan  que el reino de Dios está entre nosotros? ¿Tenemos  los creyentes constancia de que el reino de Dios está entre nosotros? Dios quiere que sea así, por eso nos enseña a orar continuamente: ¡Venga tu reino!

 

Tercera paradoja

Es posible que una persona no pertenezca al reino de Dios, por mucho que este reino esté en el mundo. De hecho, Jesús le dijo a un hombre: No estás lejos del reino de Dios, pero no estar lejos no significa estar dentro, sino continuar fuera. ¿Estás tú dentro o fuera del reino de Dios?

El reino está presente, pero podría darse el caso de que no pertenezcamos a él. Esto  sería una tragedia. Conviene, pues, conocer cuáles son las dos condiciones para entrar en el Reino de Dios: Arrepentimiento y fe en Jesucristo.

Jesús nos enseña a orar: “Venga tu reino”, y aunque esta oración está dirigida en primer lugar a los discípulos, también pueden hacer uso de ella todos los que oyen hablar de este Reino. En este sentido, venga tu reino se convierte en un ruego por nuestra propia vida:

El ruego de que Dios establezca su reinado primeramente en mi propia vida; el ruego porque Él ponga fin a los ídolos y a los cultos extraños que ocupan mi mente y  corazón, y destrone de mi interior todos los poderes que me gobiernan, ya sean la avaricia, el orgullo, el egoísmo, la hipersensibilidad, la comodidad o cualesquiera otros valores  que mantengan prisionero mis pensamientos y determinen mis acciones.

Venga tu reino es una petición para que Dios reordene completamente mi vida conforme a su voluntad,  para que establezca en mi mente y corazón sus principios y valores, para que yo viva conforme a ellos tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, tanto en casa como en el trabajo, en la iglesia como en la calle.

Venga tu reino es también una declaración de guerra contra la desesperanza, contra la vieja frase: “Aquí nunca pasa nada”. No, las cosas no tienen que permanecer sempiternamente iguales. Existe la posibilidad de cambiar, de empezar de nuevo. Cuando Cristo viene a nuestra vida, y con Él su reino, experimentamos transformaciones, gustamos cambios profundos y permanentes.

No somos nosotros los que los vamos operando. Es Dios quien trabaja en nosotros. Al recibir por la fe a Jesucristo en nuestra vida y cederle el primer lugar en nuestro corazón, comienzan los cambios. La Biblia llama a esto “nuevo nacimiento”, arrepentimiento, conversión (Juan 3:3,5). La Biblia dice que si alguno está en Cristo, nueva criatura es (2 Corintios 5:17). Así que… ¡se puede cambiar!

Venga tu reino es una oración comprometida para los cristianos, porque el reino de Dios viene por la fe, y la fe viene por la predicación de la palabra de Dios. Así que cuando oramos venga tu reino, estamos diciendo: Dispón de mí y de mis bienes para la difusión del evangelio en Madrid. De esta manera venga tu reino, es una oración comprometida. Y no hay mejor compromiso que buscar primeramente la difusión del reino de Dios y su justicia.

¿Nos comprometemos a orar: “Venga tu reino”?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La claraboya - Venga tu reino