Las cosas mejores de la vida

Cuando uno profundiza un poco en la vida, resulta asombroso lo pronto que se deshace de aquello que es superficial.

22 DE FEBRERO DE 2015 · 07:25

Miel. / Foto: RED Visual Group,
Miel. / Foto: RED Visual Group

Sin duda alguna, unas cosas son mejores que otras: “es mejor comer carne de caballo, que recibir de él una coz”, y se dice este refrán para consuelo de los que no pueden comer carne de vaca. Mejor son tres días de lluvia que tres minutos de terremoto, y mejor tener una suegra que tener dos. Cada cosa que pensemos podemos encontrarle su peor y su mejor. Una señora engañaba a su esposo, y cuando este le recriminaba por sus coqueteos y sus aventuras, ella le decía “pero yo te lo cuento todo, querido, peor sería si te engañase”. Para esta impresentable señora el hecho de que le contase todo al marido, todas sus correrías diurnas y nocturnas, no era infidelidad. Peor sería si no le contase nada.

El incomparable filosofo COHÉLET sabía hablar de las cosas mejores que tiene la vida. Y así escribió en su genial libro “The Preacher”: “mejor es la buena fama que el buen perfume; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios, porque la risa del necio es como el crepitar de las zarzas debajo de la olla. Y también eso es vanidad”.

“Desde el Corazón” veo aquí mucha sabiduría, baste con reflexionar un poco sobre estos refranes comparativos para darse cuenta de ello. No hay duda que la buena fama es mejor que cualquier loción por buena marca que sea. ¿Qué pretende enseñarnos esta comparación?; pues que la buena fama, no la de los tontos de capirote, es aquello que tiene influencia, carácter que produce admiración, que cambia vidas, que tiene buena reputación con la que enriquece el espacio y las gentes que la rodean. Ciertamente la buena fama es preferible a aquello que sólo posee buen aroma. Esto mismo sucede con la mayor parte de productos que compramos: Cuando compramos ciertas marcas, es porque han llegado a ser sinónimo de calidad. Aprendí de un comerciante con el que trabajé en mis años de estudiante, que se expresaba de la siguiente manera: “antes de que la reputación se extienda hay que concentrarse en la calidad”. De igual manera, cuando la calidad se concentra en una vida, su fama se difunde y esa buena fama, basada en la calidad interior, siempre es “mejor que” las fragancias externas.

Un tanto más difícil aparentemente es el refrán “mejor el día de la muerte que el día del nacimiento”. Cuando nosotros lloramos cuando muere alguien y celebramos con alegrías un nacimiento. ¿Cómo puede ser mejor lo uno que lo otro? y respondiendo a esto, recurro al Senador de Tarso cuando en una de sus cartas escribe “en cuanto a vivir y morir estoy puesto en dilema, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar aquí es ahora más necesario por causa de vosotros los Filipenses”; por lo que “Desde el Corazón” entiendo que tanto el Senador como COHÉLET están diciendo que, si se les concedieran preferencias, elegirían pasar de este mundo a la eternidad.

Dentro de estas reflexiones comparativas, que sin duda valoran más la hermosa eternidad, que además hace sabios para el presente, se recuerda la vanidad de preferir ir de banquetes y de fiesta en fiesta, que reflexionar en los días de luto, o pensar en el día final que a todos nos llegará, y que el placer por el placer, no prepara para esa ineludible realidad.

Si te gusta más escuchar las palabras de los adulones que las palabras de los hombres de juicio, te harás una falsa imagen de ti mismo, y llegará el día de la estrepitosa caída. Muy especialmente los hombres de empresa, los ejecutivos, los artistas, los predicadores y los hombres de gobierno –por mencionar unos pocos  deben cuidarse de los aduladores que les rodean, porque sus palabras son como comejenes, que van royendo lentamente el corazón de la madera, hasta que todo el edificio se derrumba.

Cuando uno profundiza un poco en la vida, resulta asombroso lo pronto que se deshace de aquello que es superficial: lo vacías que se encuentran entonces la mayor parte de las bromas, la vacuidad nos parece lugares de diversión al compararlos con las cosas eternas.

La sabiduría del mundo, las distintas filosofías inventadas por mentes humanas, las diversas religiones, pueden decir cosas agradables al oído. Pero sólo el Maestro de los maestros, tiene la Palabra que instruye, corrige, enseña, salva y ofrece sapiencia.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Las cosas mejores de la vida