La irreverencia

El hombre, con todo su saber actual, parece ignorar que la vida es lo más importante de la persona.

15 DE FEBRERO DE 2015 · 11:40

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Si me pidieran una lista de cuáles son los problemas modernos de los que tanto se habla hoy, aparte de que la lista no me cabría en las 860 palabras más o menos que ocupan mis semanales “Desde el Corazón”, entre ellos pondría –dadas mis afinidades espirituales  a la irreverencia. Dice el diccionario sobre la reverencia que es el respeto que tiene alguien a otra persona, y naturalmente descuido otras definiciones como: inclinación del cuerpo en señal de respeto o veneración, y obviamente, ni me acerco a otra definición como: “tratamiento que se da a los religiosos condecorados de cierta dignidad” porque a éstos, además de prohibírmelo mis principios bíblicos, los hay condecorados de armas tomar. Y en ciertos diccionarios religiosos se entiende la reverencia, como la virtud de adorar, de dar respeto y acatamiento a una autoridad –para mí, la única  espiritual superior. En primer lugar, Dios.

Y dice el diccionario también que lo contrario de reverencia es irreverencia. Y por tanto, la irreverencia es la incapacidad, casi siempre moral y espiritual, de prestar acatamiento, respeto hacia las cosas oficiales, importantes o sagradas; añadiendo hecho o dicho irreverente.

Así que, cuando “Desde el Corazón” hablo de irreverencia como uno de los problemas del hombre moderno, no estoy pensando tanto en la irreverencia hacia las autoridades eclesiásticas, algunas de las cuales se la han ganado a pulso y dogmatismos descerebrados, y en no pocas ocasiones nuestras mediocridades sin santidad no se hacen dignas de respeto. Y el hombre moderno, liberal, librepensador, soberbio y creído progresista, no se deja engañar o amedrentar por títulos y por vestiduras, a menos cuando creen que “su política bien vale una misa”. En teoría, el hombre moderno, exige calidad moral, integridad y honestidad en todo.

Más bien estoy pensando en la irreverencia ante la vida misma. El hombre, con todo su saber actual, parece ignorar que la vida es lo más importante de la persona. Que toda persona, por el hecho de vivir, tiene no sólo el derecho, sino también la sagrada obligación de vivir una vida digna, de reverencia a la propia vida que Dios le ha dado, y la de los demás.

El hombre puede perderle reverencia a la vida de muchas maneras. Una de las más directas es la autoeliminación, al cometer suicidio –que se comente de muchas maneras  o la de asesinar a los bebés que no pueden defenderse y son asesinados sin respeto por sus vidas. Otras manifestaciones de irreverencias, como las faltas de respeto a las cosas oficiales e importantes, están cada día en los medios de comunicación en papel o en las ondas. ¿Pues no es irreverencia supina, que alguien que vivió por más de 25 años haciendo política de altas esferas, ahora viéndose investigado por sus millonarios haberes, declare que: “la política le importa un pito, mis hijos son intocables”?; ¿cuán irreverente consideraríamos, el crecimiento de imputados, que malversaron fondos públicos, se enriquecieron así mismos?; ¿no es irreverente que un prestigioso como el Banco HSBC, declare sin pudor que el dinero no tiene ni color ni olor, ni es negro ni huele a sucio, que el Banco está para ayudar a sus clientes a evadir impuestos?; ¿cuántos serán los irreverentes españoles, de los 2.694 que custodian sus dineros en Suiza, y luego son defensores de la España que dicen amar?; ¿no es una vergonzosa irreverencia que hayan niños mal alimentados en Catalunya –reconocido por instituciones solventes  y nos dediquemos a crear innecesarias Embajadas que suponen impresionantes gastos extras?. No es nada reverente ni de recibo que en Catalunya, ni en España, hayan niños que pasan hambre por poco que sea, y miremos hacia otras tierras y gentes, cuando en casa tenemos real necesidad. Del uno al diez, ¿qué puntuación de irreverencia daríamos a tantos políticos, analistas y Organismos Mundiales, cuando asumen que “armar o no armar a Ucrania, ésa es la cuestión”?. ¿No es irreverencia hacia los productos de la tierra y a los agricultores que los trabajan, la creación de los macro agronegocios, que se lucran con los alimentos al convertir en mercancía las carnes y vegetales?. ¿Tendremos que reverenciar a la nueva Curia que nos llegue, con otros 20 nuevos cardenales, que ni estudian si tales jerarquías existen en la Biblia? y naturalmente tampoco reverencio el que el Rey se haya bajado el sueldo en un 20 por ciento –pese a que el gesto, tenga en estos días un impacto mediático  pues ¿qué significa una reducción de salario cuando ya se gana muchísimo? y el tiempo me faltaría para añadir muchas otras irreverencias, todas estas y muchas más surgen de los vividores sumidos en los placeres egoístas.

Leo que un joven universitario abrumado por los problemas, puso sobre su mesa de estudio una foto de una chica desnuda, un fajo de billetes de banco, una jeringuilla hipodérmica de inyectarse droga y una pistola. Luego escribió una nota: “Si la vida no es más que eso, la solución no es más que esto” y se pegó un tiro. Había perdido la reverencia por la vida en general, y luego la perdió, por la suya propia. Se eliminó.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - La irreverencia