Primero Dios, segundo nosotros

Poner primeramente nuestros ojos en las posibilidades de Dios, nos alienta a enfrentar con decisión y confianza el mañana.

08 DE FEBRERO DE 2015 · 15:40

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La semana pasada vimos que las tres primeras peticiones del Padrenuestro, tienen que ver con los asuntos de Dios, mientras que las siguientes cuatro tienen que ver con nuestras necesidades terrenales y con nuestras relaciones personales

Ese segundo grupo de peticiones,se agrupa en torno al adjetivo y pronombre “nuestro”. El pan nuestro, nuestras deudas, nuestras tentaciones y el mal que nos acecha y amenaza.

Una vez que  hemos orado por la irrupción de lo celestial en nuestra tierra es que podemos orar por nuestras necesidades terrenales. Nuestra necesidad terrenal es cuádruple:

  • la necesidad del sustento diario para la vida: pan, hogar, trabajo;
  • el problema de nuestros pecados, la culpa;
  • el problema de la tentación, y
  • el problema del mal que nos acecha buscando nuestra desgracia y destrucción.

Estas son nuestras cuatro necesidades básicas, necesidades de las que nos gustaría vernos libres. Por eso las traemos en oración delante de Dios y, de cara a ellas, oramos: ¡Líbranos de lo que nos aflige y nos angustia! Una vez que hemos orado por los intereses divinos, podemos exponer delante de Dios nuestros propios asuntos.

Pero, ¿por qué este interés de Dios en “lo suyo”?  El filósofo español Fernando Savater, comentando el primer mandamiento del Decálogo, piensa que Dios se muestra demasiado inseguro de sí mismo. Savater dirige a Dios una carta en clave de humor e ironía, diciéndole:

Nos mandaste amarte sobre todas las cosas. Me pregunto y te pregunto: ¿tanta necesidad tienes de que te amen? ¿No es un poco exagerado? ¿No delata una especie de zozobra, de inquietud extraña? Sí… sí… ya sé que eres un dios celoso, que no acepta ningún tipo de competencia. Pero quiero que entiendas que no eres muy original. Esto que te sucede le pasa  prácticamente a todos los dioses. Estoy viendo que en este aspecto sois todos bastante parecidos: excluyentes y posesivos. Siempre queréis todo el amor para vosotros. Se os ve un poco inseguro de vosotros mismos y necesitados de que los demás estemos siempre refrendando vuestra superioridad.

¿Tiene razón Savater? No; no la tiene. Pues colocando su realidad divina delante de nosotros, Dios pretende fortalecer nuestra fe en Él y nuestra confianza ante la vida hoy y mañana. Con frecuencia nos preocupa el día de mañana, y nos ocasiona angustia, temor y miedo, porque pensamos que no vamos a estar a la altura de las circunstancias. 

Poner nuestra mirada  en lo que nos amenaza contribuye a que desarrollemos un espíritu derrotista y preocupado en exceso; en cambio, poner primeramente nuestros ojos en las posibilidades de Dios nos alienta a enfrentar con decisión y confianza el mañana, sabedores de que Él viene con nosotros y su poder está a nuestra disposición. De manera que si nuestra primera preocupación es Dios: su nombre, su reino, su voluntad, viviremos con menos preocupaciones de cara a la vida. Si nuestro Dios es grande, nuestros problemas serán pequeños.

Jesús conoce muy bien los problemas de la vida del hombre y quiere que vivamos felices porque Dios está ahí para nosotros. Quiere que desarrollemos una confianza total y absoluta en la gracia de Dios para con nosotros.

Jesús sabe que para que seamos felices las cosas deben estar en su lugar correcto: primero Dios, segundo nosotros.

Jesús pretende librarnos de las angustias de nuestras necesidades al poner primeramente delante de nosotros el poder de Dios que viste de belleza sin igual las flores del campo; pretende librarnos de nuestras angustias por causa de nuestros vanos esfuerzos para transformar las cosas mientras vivimos continuamente preocupados, y pretende librarnos del temor que nos produce sentirnos solos de cara a las exigencias de la vida y sus problemas.

Así como las flores se visten de belleza sin preocuparse y el cuerpo humano crece en estatura  al margen de los afanes del hombre, y los insignificantes pajarillos del campo comen y beben despreocupados, así también Dios atenderá cada una de las necesidades  terrenales de sus hijos. Es cuestión de fe. Y esta fe se desarrolla y crece cuando buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces lo demás se nos dará por añadidura.

Dios es nuestro Padre. Ninguno de nosotros es para Él demasiado pequeño, insignificante o débil. Él se preocupa de nuestras necesidades hasta en lo más nimio. Él es nuestro Padre. Y un buen padre cuida de sus hijos.

Por eso, no lo olvidemos: ¡lo primero es Dios, lo segundo nosotros!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La claraboya - Primero Dios, segundo nosotros