Marta: Máster Chef

Lo que Jesús reprocha a Marta no es el trabajo, sino el trajín, no la hospitalidad, sino el postín; no la generosidad, sino la prodigalidad.

25 DE ENERO DE 2015 · 12:45

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(-Te vas a chupar los dedos, que te lo digo yo. Verás qué ‘Máster Chef’ soy: de la nueva cocina. Y todo “light”, descubrirás que no hay sucedáneos ni química. Todo integral, llevo dos días que no paro, preparándolo todo. Estoy segura que saborearás de nuestro típico plato: los garbanzos los dejé en remojo el tiempo preciso, el zumo de limón está al gusto popular, puse la cantidad correcta de tahini, aceite virgen de oliva de los campos de Belén, poca sal pero de la más pura de las salinas del Mar Salado, todo en la proporción equilibrada y de una cocción del tiempo adecuado, todo amasado con dos dientes de ajo de los campos de Jezreel, y lo acompañaré con pan de pita fresco, cálido y también tostado.

-¡Pero mujer…! acaba de una vez, y ven que conversemos. Es lo más importante en la amistad: más que comer. Mira a tu hermana, aquí, dándome conversación, atendiéndome…

-¡Eso! ¡encima de que una está hecha una chacha cocinera…! y ésta “pasando de sus deberes” aquí, sin dar golpe… ¿es que no tienes sangre en las venas, mujer? anda, Jesús ¡dile que me eche una mano!

-¡Marta! ¡Marta! ¿quién te mandaba a ti meterte en tantos líos?, vamos a ver, con poca cosa nos bastaba, y no tendrías que estar tan nerviosa, con tantos ingredientes para un exquisito como tan sofisticado humus. ¿Sabéis lo que haremos?, nos ponemos los tres y en un momento con un poco de ensalada, unos frutos secos y unas uvas de la vid del patio, vamos a comer estupendamente, y así luego conversamos largo rato sobre el Reino. ¡Ese banquete sí que es importante, Marta…!)

Jesús, enseñó y personificó su enseñanza en los deberes de ayuda al prójimo, que suponen esfuerzos y trabajos, desde luego. Inclusive los consideró como hechos a sí mismo: “todo aquel que dé un vaso de agua en mi nombre, os aseguro que no carecerá de recompensa” aun cuando no se supiera de antemano: “porque tuve hambre y me disteis de comer…” ¿cuándo?; cuando hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis”.

Lo que Jesús reprocha a Marta no es el trabajo, sino el trajín, no la hospitalidad, sino el postín; no la generosidad, sino la prodigalidad. El primer alimento en el Reino de Dios es la amistad, la fraternidad, la conversación del alma, la caridad. La comida del cuerpo es secundaria, y solamente un medio en cuanto necesario, con sencillez o sobriedad.

En la vida cristiana, todo trabajo tiene que hacerse contemplativamente, como una obra de fraternidad, como un servicio cultual a Dios y a los hermanos. Debemos dominar nosotros el trabajo, y no dejar que este nos domine. Al mismo tiempo debemos dedicar el tiempo necesario cada día a la reflexión, la oración ante el Señor, al don de la conversación espiritual, que son alimentos esenciales de la vida.

Marta y María no son opuestas, sino complementarias. Representan dos polos de la vida que se reclaman mutuamente. Todo cristiano ha de ser a la vez, activo y contemplativo, aunque en proporciones variables, según la propia vocación y las circunstancias. Entre Marta y María, “Desde el Corazón” pienso, que todo cristiano tiene que ser imitador de “Martía”.

Hablamos mucho, y no digamos cuantos cursillos de cocina se nos dan, pero conversamos poco. “Conversar” dice el diccionario de Corominas, es “vivir en compañía”; ¡qué doble milagro: vivir y hacerlo en compañía!. La primera Doctora de la Iglesia, Teresa de Jesús –la que enseñaba a sus imitadores que: “Jesús también se movía entre los pucheros”-, decía también a sus monjas que cuanto más santas, más conversables. Y a quien sé que suele buscar las palabras que le parecen mi invento, le sugeriré que busque conversable y descubrirá que es “tratable, sociable, comunicable". Pues sí, un santo es eso: uno con quien da gusto hablar de temas profundos. Por eso hay tan pocos santos en el mundo, porque además de habernos vuelto desconversables, abundan los charlatanes, los palabreros, los cizañeros, los rumorólogos, los sin mensaje. Y si mi investigador de conceptos busca “desconversable” descubrirá que se traduce como “retiradizo y desapacible”. ¡Qué enriquecedor es en una comida la conversación!, cuando ante el mantel que desnuda el alma, cuando cada uno aporta su ración de alegría, de esperanza de fe, y se sale de ella más felices del manjar de la conversación que de los digeridos. Pero esto está desapareciendo, ya casi no existe: se lo tragó la “nueva cocina” la prisa, el exceso de trabajo, la televisión, nosotros mismos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Marta: Máster Chef