Mientras dure el día

Tantas veces nos encontramos con lo mismo, que la obra de Dios se tiene que llevar adelante sin medios, y en medio de gran oposición.

18 DE ENERO DE 2015 · 12:45

Atardecer desde el puente de Triana, en Sevilla.,
Atardecer desde el puente de Triana, en Sevilla.

Unas notas más sobre la persona y trabajos de Luis de Usoz; especialmente en el contexto que nos movemos, tan parecido al suyo en algunos aspectos, y con la intención de mostrar su talante y tenerlo como un ejemplo de buen hacer; en la parcela que le toca, un modelo de política protestante. [Uso su correspondencia entre 1840-50 con B. Wiffen, publicada por J. B Vilar y Mar Vilar, 2010. A partir de este año se editará como coedición Cimpe, Peregrino.]

Tantas veces nos encontramos con lo mismo, que la obra de Dios se tiene que llevar adelante sin medios, y en medio de gran oposición. En el caso de Usoz, tenía el medio, no menor, económico (de su mujer y también suyo), pero eso solo no vale, aunque es muy apreciable si se posee. Las dificultades fueron siempre lo normal en su trabajo. Y seguimos; pero también seguimos con el triunfo de la obra que está en las manos del Vencedor.

Nos presenta Usoz la vivencia de alguien que está seguro de su deber, y que tiene que cumplirlo, con la confianza de que todo está en las manos de la Providencia, pero sin que eso excluya su responsabilidad; además, con la sensación de tiempo que debe aprovecharse; una y otra vez nos dice que tiene que trabajar ahora, porque “la noche vendrá cuando no pueda obrar”. Así seguimos, mientras el día dura. El día que dura y que era en su tiempo tan duro como el nuestro, especialmente por el contexto social donde debía sacar adelante su trabajo. Tiene claro que la libertad religiosa verdadera, y los logros de una religión cristiana verdadera no vendrán a España (siempre por él tan amada) por mediación de los políticos. Pues los liberales, que serían los propios, en lo tocante a religión siguen como súbditos romanistas. En noviembre de 1844, escribe: “En este país sigue habiendo una especie de contrarrevolución, aunque solapada e hipócrita. Los frailes y jesuitas, y el papismo más tenebroso, se dividen el reinado de las conciencias españolas con la incredulidad y el indiferentismo. Me parece que no hay remedio humano para los males de esta vieja y desventurada España”. Y en julio de 1845. “Los liberales españoles favorecen el exclusivo e intolerante papismo, porque dicen que la unidad religiosa es eso. Y entretanto el país carece absolutamente de religión y de espíritu religioso, no viéndose en él sino unas cuantas prácticas o ceremonias de idolatría o de fariseísmo, útiles solo para los clérigos que comen con ellas.” Luego, en diciembre, “Los jesuitas comercian con los pecados, y los lisonjean, y aun los fomentan con ciertas artes”.

Sobre esa condición de tentetieso que es la primacía social del papismo, que lo acuesten de derechas o de izquierdas, siempre amanece de pie, como pasa hoy, en enero de 1846, escribe: “…Hacia el asunto de la libertad religiosa… promuevan más y mejor entre nosotros ese fundamento de sólida libertad, y lo protejan y miren como el más útil e inapreciable derecho del hombre. Cosa que hasta ahora no hicieron, los que en España se llaman liberales. A pesar de que los liberales españoles, con motivo de sus largas y repetidas emigraciones, parecía que en Inglaterra y otros países hubieran estudiado y palpado las ventajas y la indisputable racionalidad y justicia de la libertad de conciencia, lo cierto es que nada han hecho directamente a favor de esta noble causa. Hoy en día las leyes contra herejes están vigentes y no derogadas en España, y se defiende con mucho calor, sin permitirse decir nada en contrario, la unidad católica de todos los españoles…. Este absurdo proceder, siempre el mismo en España, gobiernen los liberales o los serviles, hace que haya muchísimos hipócritas y fanáticos, y otros tantos incrédulos o indiferentes, pero en medio de su incredulidad o indiferencia, unidos con los hipócritas. Y poquísimos o muy raros cristianos, o amigos sinceros y prácticos del cristianismo.” [En nota al pie en la citada edición de la correspondencia se copia el Código Penal. “…La tentativa para abolir o variar en España la religión católica, apostólica, romana, será castigada con las penas de reclusión temporal y extrañamiento perpetuo, si el culpable se hallare constituido en Autoridad pública y cometiere el delito abusando de ella. No concurriendo estas circunstancias, la pena será la de prisión mayor; y en caso de reincidencia, la de extrañamiento perpetuo.”]

En julio vuelve al tema, “En cambio en España, la reacción que experimentamos en el día, es más bien porque así lo quieren nuestros Hombres de Estado actuales que por el fanatismo del pueblo. Este es el mismo, sin haberse aumentado. Pero el mal consiste en que el Gobierno español permite, con mucho gusto suyo, que los jesuitas, frailes y el Papa de Roma exciten el fanatismo general, y promuevan en todos conceptos el Papismo. Porque en este punto, como en otros, los actuales gobernantes españoles parece que providencialmente se hallan cercados de tinieblas. Aquí no hay sino el nombre, porque de Cristianismo ninguna cosa se ve aquí. En general, pueden aplicarse a este desgraciado país aquellas palabras de estar entregado `a un réprobo sentido’. Querer entretejidos con la Cristiana doctrina todos los vicios y pasiones, y supersticiones más vergonzosas, es el mayor de los absurdos. Y eso es lo que aquí pasa… Esta clerical astucia, casi omnipotente aquí, es uno de los más pesados azotes con que nos aflige la Providencia, si bien reconozco que es demasiado blando para lo que nos merecemos.”

Y nosotros no tenemos que volver al tema, porque lo tenemos sin vuelta. Estos días, aquí en Sevilla, ha quedado el ejemplo. La representante del partido emergente Podemos, que se presenta para la alcaldía de la ciudad, se le ocurrió proponer seguir o no con la semana santa a voluntad de los ciudadanos. La que le ha caído. Tanto la izquierda como la derecha, que aquí son dos ceras separadas, pero en la misma procesión, con la cera que les da al romanismo, a cada cual más vehemente besamanos (ya saben que estoy pensando en otra parte del cuerpo con eso del beso, pero no la pongo), mostraron su indignación contra todo el que pretenda, sea solo como posibilidad, acabar con la “tradición” del pueblo. (Y luego estos partidos acusan a otros de populistas.) De esa tradición, por la que las dos aceras sacan pecho, olvidan atender a la memoria de la Historia, y recordar que no aparece en esta ciudad como un acto de piedad propia de un grupo, sino como reacción contra la presencia de la Reforma española. No se olvide, la semana santa con toda su expresión externa (también la llevaron así a Latinoamérica) es la acción concreta del papismo, dirigido por las artes jesuíticas, contra la presencia en nuestro suelo de la “infección herética” del protestantismo. Además, si lo queremos más reciente, esas procesiones fueron un instrumento de poder y dominación, de pisar las libertades sociales, tras la guerra civil. No olvidemos.

Mientras que el día duraba quiso trabajar Usoz, y lo hizo con honradez. Sobre el rescate de la memoria de aquellos reformadores españoles, tiene claro que si algún texto cae en sus manos “no serán perdidos para España”. Muy bien hecho. Además, quiere que se les conozca por sus obras, no por la propaganda que a alguien le pueda interesar. Muy bien hecho. “Porque en mi obra, siempre que me sea posible, pienso poner muy poco de mío, fuera del orden y del trabajo. Porque deseo hacer hablar a las mismas personas que quisieron introducir la reforma religiosa, y a sus enemigos o contrarios, para que, así, juzguen los actuales españoles, o los venideros, cuanto hubiera convenido seguir el camino que siguieron Valdés, Pérez, Constantino, Cazalla y demás. Este es mi plan.” Muy bien hecho.

Incluso está al tanto de no consentir el artificio literario si puede ocultar el sentido de la verdad. “La exactitud sí es para mí cualidad indispensable en cualquier obra. La verdad es la belleza y la nobleza real de un escrito.” Con estos mimbres no es extraño que la obra de J. Borrow no le entusiasmara. “He leído la obra de Borrow, que es una novela, en general muy falta de verdad. Y por lo tanto muy impropia de un cristiano, y de un verdadero amante de la sabiduría y de la propagación de la luz. Lo poco que hay de verdad en la obra está ahogado entre mucha mentira.” En otra ocasión, por poner un nuevo ejemplo de su honradez, se felicita Usoz de haber encontrado una copia de una obra en la que ya no estaban las “supresiones notables, hechas sin duda con el deseo de favorecer a la Reforma religiosa, pero que no admito, porque prefiero ser editor fiel de los libros antiguos, y no corregirlos apasionadamente.” No está feliz con las publicidades que algunos buscan, “Respecto al Catolicismo Neto que en Granada se lo arrancan de las manos, según se lo escriben al Dr. Thomson, será verdad, pero dura de creer para mí.” O el caso sonado del sujeto que, para mostrar los males de la Inquisición, falseó la Historia en unos acontecimientos en Madrid. “Todo es un puro cuento, indigno de los sinceros enemigos de las maldades de la Inquisición. Lástima grande que con reales verdades se mezclen esas grandes mentiras.” Así no; la verdad no necesita defensores con su palabrería y engaños.

Mal tiempo cuando, como dijo aquel, se quiere barrer la casa de Dios con la escoba del diablo. Buen tiempo cuando la verdad se anuncia con la verdad.

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