Dos funerales en Adviento

Yo fui a casa de Silvia para abrazarla y consolarla, fue ella quien me abrazó a mí y me dio palabras de seguridad en la tormenta...

20 DE DICIEMBRE DE 2014 · 22:25

Primer Domingo de Adviento, 2013. De pie: Óscar jaime Domínguez y Sarita Sentados: Carlos Martínez-García y Bernardo Fuentes,
Primer Domingo de Adviento, 2013. De pie: Óscar jaime Domínguez y Sarita Sentados: Carlos Martínez-García y Bernardo Fuentes

Con pocas horas de diferencia recibí la noticia de su deceso. Leslie, bebé con tres semanas de nacida, falleció después de estar hospitalizada por múltiples complicaciones de salud en su pequeño cuerpo. Sarita partió con el Señor a los 96 años.

Silvia Capetillo, la mamá de Leslie, ha sido una entusiasta integrante del programa Diplomado en Biblia y Ministerio Cristiano, que auspicia el Centro de Estudios Anabautistas (CEA), el cual presido. Llega puntualmente a cada sesión mensual, con las lecturas y tareas asignadas cumplimentadas. Sus ojos brillan por el gusto que le da aprender. Quiere prepararse para servir mejor en su comunidad de fe. El lugar donde se realizan las clases del CEA está distante de la casa de Silvia. Sale muy temprano y debe hacer varias conexiones en el transporte público. Al llegar sonriente, saluda y da un cariñoso abrazo a los presentes. Con todo y su embarazo, y el fatigoso viaje para llegar a las reuniones del Diplomado, Silvia solamente faltó a la sesión de diciembre por haber dado a luz y estar junto a Leslie en el hospital. Con gozo nos participó el nacimiento de la bebé, al tiempo que nos pedía a los del CEA que oraramos por Leslie.

La madrugada del 16 de diciembre recibí un mensaje con la noticia de la muerte de Leslie. Esa tarde/noche estuve en casa de Silvia, junto con varios más de la familia de fe que conformamos varias comunidades anabustistas. Sobre una sencilla mesa estaba el pequeño féretro con el cuerpo de Leslie, y tres fotografías capturadas en los pocos días que vivió.

Durante el servicio Silvia agradeció al Señor por haberle bendecido con el nacimiento de Leslie, compartió que pudo tenerla en sus brazos, cantarle y abrazarla mucho. Unos días después del parto Sivia salió del hospital, pero Leslie debió quedarse para recibir tratamiento médico. Aparentemente había superado los problemas que tenía y la bebé fue entregada a sus padres para que la llevaran a casa. En el lugar estuvo poco más de un día y debió ser llevada de regreso al hospital, donde falleció tres semanas después de que Silvia la dio a luz.

Silvia dijo en el servicio fúnebre que le flagelaba ver el pequeño cuerpo de Leslie con agujas y sondas, que oraba para que la bebé superara la crisis. Mencionó que en determinado momento le confió al Señor que si era el tiempo de Leslie para concluir sus escasos días de vida entonces que la recogiera tiernamente en sus brazos.

Las palabras de Silvia, su intenso dolor, el agradecerle al Señor por la vida de su bebé y la confianza en que el Padre/Madre la fortalecerá para caminar con fe por la pérdida de Leslie me dejaron intensamente conmovido. Yo fui a casa de Silvia para abrazarla y consolarla, fue ella quien me abrazó a mí y me dio palabras de seguridad en la tormenta.

Sarita era integrante de la comunidad de fe en la que comparto el pastorado con Óscar Jaime Domínguez. Una mujer viuda, siempre dispuesta servir y conversar amenamente sobre su larga vida. Tenía buena salud, le gustaba salir a caminar e ir al mercado cercano a nuestra iglesia. Ella quería llegar por sí misma a nuestras reuniones, pero comunitariamente decidimos que alguien pasara por ella a su casa para llevarla a las reuniones y después regresarla. Una familia, la conformada por Angélica y Sergio Lozano, tomó este ministerio y amorosamente transportaba a Sarita cada domingo a nuestra iglesia.

Debo mencionar que el lugar donde nos reunimos quienes formamos la Iglesia Anabautista Menonita Fraternidad Cristiana/Vida Nueva fue adquirido hace muchos años por Sarita y su esposo, don Alejo. Cuando la congregación de la que Sarita y Alejo eran parte se redujo a ellos dos, decidieron prestarle las instalaciones a una nueva Iglesia bautista. Tras que esta tuvo recursos para adquirir un terreno y construir su templo, Sarita, ya viuda, nos hizo llegar una invitación para que nos trasladaramos al local del que ella era propietaria. Así lo hicimos y comenzamoa a realizar adecuaciones a la construcción con el fin de tener mejores espacios para nuestras actividades.

A Sarita le gustaba mucho el tiempo de Adviento y Navidad. Disfrutaba los cultos, los himnos y cantos, los alimentos compartidos al final de los servicios especiales, las risas de los niños y niñas. Este año asistió a nuestros primeros dos domingos de Adviento. Al tercero ya no llegó porque tuvo un accidente en su casa. Al conocer lo sucedido varios de sus hermanos y hermanas en la fe acudimos a visitarla. El reporte médico fue que debía descansar, los examenes de los paramédicos arrojaron que ella estaba bien de sus signos vitales y distintas mediciones de salud. Su hijo Guillermo nos comentó que se la llevaría para que descansara mejor en la casa que él tiene en Cuernavaca, donde la temperatura ambienten es más cálida que la de la ciudad de México en esta temporada.

Sarita no quería que la llevaran a Cuernavaca, deseaba estar en el culto de Navidad. Su hijo iba a trasladarla a Cuernavaca en cuanto considerara que estaba mejor recuperada del accidente. El pasado martes en la tarde, mientras dormía en su casa, Sarita partió con el Señor.

En el servicio fúnebre de Sarita cantamos sus himnos favoritos, varios y varios hablaron para agradecer por su vida y testimonio de seguimiento a Cristo. Hice una reflexión bíblica sobre el significado de la encarnación del Verbo, cómo Sarita se alegraba celebrando con nosotros la Navidad y extendí una invitación para que los presentes nos acompañaran al culto navideño en el que ya no estará Sarita pero que celebraremos con especial gozo porque anunciamos que “gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios, así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz” (Lucas 1:78-79).

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