Febe Jordà: El bienaventurado es el que sigue lo que Jesús indica

Jesús no vino a aparentar nada ni hizo jamás distinción entre personas, y seguía un principio que sigue hoy también: visita y atiende a quien le abre su casa, su corazón.

14 DE DICIEMBRE DE 2014 · 06:50

Febe Jordá.,Febe Jordá
Febe Jordá.

Continuamos hablando de Jesús, quien un día, como el que celebraremos dentro de poco, fue enviado por Dios Padre, a este mundo, e ingresó en él como un misionero que llega a una cultura distinta de la suya y hace todo por aprender el nuevo idioma, y se hace uno más y se interesa por conocer su entorno laboral y se encarna en él, al lado mismo de las problemáticas y del pecado del ser humano.

Tanto se identificó Jesús con nosotros, que sus padres tuvieron que hacer cola como cualquier extranjero que quiere empadronarse... Hizo todo, incluso sintió el hambre y el cansancio de las multitudes, el dolor de sus cuerpos enfermos... Leyendo los evangelios podemos percibir la realidad en la que Jesús tuvo que actuar, impartir sus enseñanzas y comprender por qué tuvo misericordia, sanó, restauró, devolvió la dignidad, propiciando una nueva vida; entendemos el por qué de su espíritu de servicio y de sacrificio que culmina con su muerte en la cruz dejando por sentado que él es el único camino para llegar a Dios.

Hoy hablamos de Jesús con Febe Jordà, escritora, pedagoga y directora de actividades de tiempo libre infantil y juvenil en cuanto a formación. Desde hace casi treinta años Jordà trabaja con niños y adolescentes en primera línea y forma parte de un equipo ocupado de la formación de personal titulado oficialmente para la educación de menores de edad en el tiempo libre. Además, imparte conferencias y talleres de escritura. Ha escrito dos libros.

 

Pregunta.- Si hoy Jesús le preguntara, ¿quién crees que soy yo? ¿Qué le respondería?

Respuesta.- Yo sé que Jesús es el Hijo de Dios, que vino a la Tierra y vivió entre los seres humanos como uno más, porque nos ama y quería acercarnos a Él.

P.- ¿Cómo y cuándo lo conoció? ¿Es para usted un amigo?

R.- Yo nací en un hogar cristiano, donde se vivía a Jesús de manera cotidiana y con sencillez, y se buscaba conocerle a través de la lectura de su Palabra, la Biblia. Siendo yo pequeña, con seis años, asistí a un campamento cristiano para niños y, uno de los días, se nos explicó la parábola de la oveja perdida: cómo al pastor le importa ésa que se había extraviado, cómo lo deja todo y la va a buscar. Y cuando la encuentra, hace una fiesta. Yo entendí que yo era esa oveja perdida, que mis pecados –sí, los de una niña, que insulta, que miente, que pega…- me alejaban del buen pastor, y que él había dejado el cielo para venir a buscarme. La conciencia de no dar la talla, y sin embargo el amor infinito de Dios, la posibilidad de arrepentimiento y perdón, fue lo que comprendí con claridad. En aquellos momentos yo no sabía cómo dirigirme a Dios para resolver esta cuestión de mi salvación eterna y, llorando, les pedí a mis padres que me ayudaran. Ellos propusieron que yo repitiera sus palabras en una oración, y lo que vine a decir fue algo así: “Señor, te doy muchas gracias por amarme tanto y haber enviado a tu Hijo a este mundo a morir por mí en la cruz. Te pido que me perdones todos mis pecados y, a partir de ahora, te entrego mi vida. Muchas gracias. En el nombre del Señor Jesús. Amén”. Desde ese día Jesús ha sido mi compañero y amigo en la vida.

P.- ¿Hay evidencias históricas del paso de Jesús por la tierra? ¿Podemos los cristianos hablar de un Jesús histórico?

R.- ¡Por supuesto! Es una de las cuestiones más relevantes. Es cierto que creemos en Jesús por fe, porque no le hemos visto, y por fe también en sus palabras de vida eterna y esperanza viva, porque comprendemos que son las que necesita nuestro espíritu. Sin embargo, Él apela a nuestro intelecto. Dios mismo, en toda la Biblia, nos hace considerar los temas, razonar, meditar y decidir. El mismo Jesús argumentaba y apelaba a la inteligencia humana en muchas ocasiones, cuando exponía sus enseñanzas o hacía sus declaraciones. No podía ser de otro modo, creo yo, pues los seres humanos somos sentimientos pero también somos seres racionales, y Él es nuestro diseñador y creador. Así nos encontramos con que hay, por ejemplo, registro escrito fuera de lo que son los documentos bíblicos, de que Jesús existió, porque lo recogen historiadores no cristianos, o evidencias arqueológicas de relatos bíblicos.

P.- ¿Por qué decimos los cristianos que Jesús es nuestro Salvador personal?

R.- Tiene que ver con la cuestión del pecado. Los seres humanos somos capaces de llevar a cabo las acciones más bellas, altruistas y desinteresadas que podamos imaginar, pero también las más perversas, dañinas y destructivas. Éste es el punto que la Biblia denomina pecado, el de no dar la talla de lo que se espera de nosotros, porque venimos ya con una tara de nacimiento: nacemos pecadores. La Biblia explica que la paga del pecado es muerte, y muerte en todos los ámbitos, no sólo la física. El término ‘muerte’ en este contexto significa separación, ruptura. Y es evidente que los seres humanos estamos enemistados los unos con los otros, con la naturaleza (que es nuestro hábitat natural y nos es hostil), y nuestro espíritu está roto por dentro. Muerte total, explica la Biblia. Jesús ocupó nuestro lugar muriendo en la cruz, pagó en nuestro lugar, y hay posibilidad de restauración para el que quiera: librados del pecado, de la culpa y de su poder sobre nosotros, y salvados de la muerte eterna, la separación definitiva de Dios. Uno decide de manera personal e intransferible si acepta o no lo que Jesús, el Salvador, hizo por él.

P.- ¿Cómo puedo explicarle a una persona que no le conoce, que fue enviado por Dios para salvarle?

R.- Puedo contar la historia que, bien pensada, no deja de ser asombrosa. La de un Dios todopoderoso, amoroso y justo (entre otros atributos) que crea un universo sorprendentemente diseñado, y que coloca al ser humano en el mejor lugar para él, y le favorece con mimo y delicadeza. Pero el hombre decide prescindir de ese Dios, y pretende engañarle, y arruina su vida, su familia, la Tierra y todo lo que tiene a su alrededor que hasta ese momento era perfecto y armonioso.

Si yo hubiera sido Dios, muy probablemente me hubiera desentendido del ser humano, puesto que éste me había rechazado. Pero el Señor supo combinar su amor y su justicia en lo que más adelante vendría a llevar a cabo Jesús en la cruz. La cuestión no es que el ser humano pecó al principio de la historia de la humanidad, sino que cada ser humano peca, lo llame como lo llame, y comete malas acciones, o habla lo que no debe o no es, o en su intimidad piensa maldades. La historia es asombrosa porque, visto objetivamente, el hombre no merecía ninguna molestia, ni por importancia en cuanto a tamaño en el cosmos, ni mucho menos después de lo que había hecho. Pero entró en juego el gran amor de Dios a su favor.

P.- En las Escrituras dice que Jesús es el intermediario entre Dios y los hombres. ¿Por qué piensa que muchos cristianos buscan otros intermediarios dejándole de lado?

R.- Porque no han entendido lo que dice la Biblia. Si el problema es el pecado, y la paga del pecado es la muerte, no ha lugar a otros inventos: quien pagó muriendo fue Jesús que, como era Dios, equivalía por todos los seres humanos. Porque esa es la cuestión, que el pecado nos separa irremediablemente de Dios, y no hay ningún ser humano que no haya pecado. Y aun si lo hubiera, un ser humano pagando con su vida sólo equivale por otro. Cuando se habla de otros intermediarios es que se ignora lo que está explicado sobradamente en la Palabra de Dios.

P.- ¿Cuál fue la misión que se le encomendó al bajar a este mundo? ¿Es integral esta misión, es decir, incluye las necesidades básicas del ser humano, desde su necesidad de Dios, pero también su necesidad de alimento, educación, salud, relaciones, amor...?

R.- El punto culminante de la misión de Jesús era morir en la cruz, pero su vida entera fue ejemplo de lo que debía ser un ser humano: mirando al corazón, compartiendo alegrías y atendiendo las inquietudes y las penas, por ejemplo; pero también atendiendo la salud, pues curaba enfermos, o la necesidad de alimento, dando de comer a multitudes; y revelando cosas espirituales y eternas que se nos escapan, pero que es necesario que conozcamos, con miras precisamente a nuestra salvación eterna y nuestra vida plena aquí.

P.- ¿Por qué piensa que Dios le envió como si fuera cualquier ciudadano de a pie...? Se esperaba a un rey poderoso que acabara con el yugo romano...

R.- Para que compartiera también todas las debilidades y miserias de los seres humanos, para que se identificara completamente con nosotros y, entonces, al haber pasado por lo mismo, pudiera comprendernos de manera cabal y atendernos con delicadeza en momentos de soledad, de dolor, de tentación, de pérdida, de necesidad, de cansancio… Y, además, en cuanto a que se le esperaba como rey liberador, sí lo fue: a nivel espiritual, al redimirnos del pecado –era el único que podía hacerlo. Él mismo dejó bien claro que ‘no había venido para ser servido sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos’.

P.- ¿Por qué Jesús se coloca como un marginado?... Come y bebe con pecadores, no tiene dónde recostar la cabeza... En fin, se sale de los cánones.

R.- Jesús no vino a aparentar nada ni hizo jamás distinción entre personas, y seguía un principio que sigue hoy también: visita y atiende a quien le abre su casa, su corazón. Siempre estuvo por encima de hipocresías y conveniencias sociales o cualquier otra consideración que le alejara de alguien que le necesitara o quisiera estar con él.

P.- Mucha gente piensa que esa actitud choca con las situaciones injustas que se suceden en el mundo: pobreza, llanto, violencia, corrupción, desastres ecológicos... ¿Qué podemos decirles?

R.- Si el mundo se rigiera por lo que Jesús enseñó, por cómo dijo que debíamos vivir de manera personal y cómo dijo que debíamos tratar a los demás, ¡por supuesto que otro gallo nos cantaría! Lo que ocurre es que muchas veces ni los que se llaman cristianos siguen el camino trazado por Jesús: el amar al prójimo como a uno mismo hace que no te apropies de lo que nos es tuyo y que otro pase necesidad, por ejemplo; o que atiendas de manera prioritaria las necesidades básicas de las personas, como la comida, la vivienda, la educación, la salud… y no priorices otras cosas, muchas veces cuestionables; o el cuidar una Tierra que es de todos y de los que nos sucederán… Creo que no hace falta abundar aquí…

P.- ¿Qué significan las Bienaventuranzas pronunciadas por Jesús? ¿Quién es el hombre citado en las mismas?

R.- El bienaventurado, el feliz, el que está en paz, es el que sigue lo que Jesús indica, aunque parezca contradictorio a veces. Dios nos ha diseñado y nos da las ‘instrucciones de manejo para la vida’. Si las seguimos todo va mucho mejor que si las ignoramos o hacemos justo lo contrario. A veces me gusta pensarlo como si yo recibiera instrucciones para un iphone 6, con tantas prestaciones y posibilidades, pero yo decido, en mi libertad, usarlo dentro de la bañera…: ¡se me estropea fijo! Pues eso, que hay unas instrucciones que hacen que todo funcione mejor, empezando por nuestro corazón.

P.- ¿Cómo podemos vivir las Bienaventuranzas aquí y ahora?

R.- Una de las maneras sería pensar qué haría Jesús en tal o cual situación que se nos presente, viendo, por ejemplo, si estamos trabajando para la paz, para la justicia, con limpieza de corazón, etc.

P.- ¿Se comprometió Jesús con la realidad que le tocó vivir?

R.- ¡Evidentemente! Y desmarcándose de lo usual, como venimos comentando, lo cual le merecía en ocasiones la reprimenda de los líderes religiosos del momento. Pero Jesús siempre les argumentaba, ponía los puntos sobre las íes, concretaba qué era lo principal y qué lo secundario. Me gusta recordar que hacía milagros para curar a personas ¡en día de reposo! Los judíos eran un tanto hipócritas en eso: Jesús no debía sanar personas en sábado, pero ellos seguramente sacarían a uno de sus animales de un hoyo o de un peligro sin pensarlo mucho aunque fuera sábado.

P.- ¿Fue una estrategia el renunciar al poder que poseía? ¿Cuál fue su alternativa al dominio y poder e este mundo?

R.- Jesús usó el poder que poseía para demostrar que era quien decía ser, es decir, Dios humanado. Por eso hizo milagros que le mostraban como el Señor de la naturaleza y calmó tempestades; por eso sanó enfermedades y resucitó muertos, pues es el Señor de la vida; por eso se le sujetaban los demonios también.

Pero él lo que quería era ganar los corazones de las personas. No quiere a nadie siguiéndole a la fuerza, o sin convencimiento, o sin amor. Jesús quiere que se le responda y se le ame desde la libertad, tomando cada uno una decisión concreta.

P.- ¿Cómo encaja en lo anterior su muerte y posterior resurrección? ¿Cuál es su importancia para el hombre?

R.- La muerte de Jesús, que no deja de ser chocante (incluso sus enemigos, al pie de la cruz, se decían: "¿Cómo puede ser que Jesús salvó a tantos y a él mismo no se puede salvar?"), es el punto fundamental de todo lo que Él había venido a hacer: pagar con su vida por nuestros pecados (´la paga del pecado es muerte’). Pero… la muerte jamás podría vencer al autor de la vida, si es que su sacrificio en nuestro lugar había sido aceptado. Y fue aceptado por el Padre, y Jesús, nos dice la Biblia, vuelve a estar en el cielo con más gloria que antes, si cabe, por lo que hizo a nuestro favor. ¡Porque Jesús realmente, literalmente, resucitó es que tenemos salvación de nuestros pecados!

P.- Podemos concluir que el hombre es de suma importancia para Jesús, el Hijo, y para el Padre que lo envió. ¿Cómo debe entonces ser el papel de la iglesia frente al hombre y todas sus necesidades?

R.- La Iglesia debe, en primer lugar, proclamar esta buena noticia: ¡hay salvación en Jesús! Y no sólo porque el Señor lo dejó dicho como su última voluntad, sino también porque nos sabe mal, nos duele, que las personas se pierdan sin Dios y sin esperanza. A veces como iglesia nos despistamos y estamos por otras cosas, pero la buena noticia del evangelio debería estallarnos en las manos y, a través de nuestras palabras, a través del amor demostrado a nuestros semejantes en nuestros hechos, las personas deberían ver a Jesús en nosotros, y entonces desear buscarle.

P.- ¿Cuál debe ser la respuesta del hombre?

R.- El ser humano debe analizar estas cuestiones… y decidir. No se pueden pasar por alto porque, si lo que la Biblia dice es verdad, lo que está en juego es la vida que hay más allá de esta vida, la vida eterna, que puede ser con Dios y todas sus bondades, o alejada de Él, con la ruina eterna para nuestra alma.

P.- Se acerca la Navidad... Veo grandes preparativos. ¿Hemos entendido su verdadero significado?

R.- Afortunadamente hay personas que saben que Navidad no es comida y bebida, o regalos, o un ánimo bonachón y sensiblero por unos días, o nada de nada, sino que Navidad es la celebración del infinito amor de Dios por cada uno de nosotros. El niño Jesús que nació en Belén apuntaba a la cruz de infamia y humillación… en nuestro lugar. Navidad es el principio de una historia que nos afecta de manera personal, y es alegría, gratitud, honores y alabanzas para el Señor de todo.

P.- ¿Cómo se celebra la Navidad en su casa?

R.- Con encuentros entre familiares y allegados que, por la bendición de Dios, conocen en su gran mayoría este amor tan grande y le agradecen sus muchas bendiciones. También con celebraciones en la casa de Dios, la iglesia, que ama a su Señor y Salvador y quiere compartirlo generosa y festivamente con todo aquel que quiera oír.

Finaliza la entrevista. Gracias, Febe, por esta entrañable reflexión sobre Jesús, resaltando que lo dio todo por amor al hombre, para que éste tenga vida por toda la eternidad.

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