Iglesia de autoridad

Nosotros estamos sujetos a la compañía de profetas y apóstoles, al conjunto de la Escritura; los otros están sujetos a la compañía de sus jerarcas.

01 DE NOVIEMBRE DE 2014 · 22:25

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Hacemos iglesia desde la misma iglesia; como es de autoridad, porque iglesia y autoridad van unidas, no están separadas, en tanto que Cristo es su Señor, pues tenemos que hacer iglesia con autoridad, es decir, que debemos conocer qué es el edificio para edificar nuestra parcela. La hacemos juntos, pero su Señor ha dado edificadores para el bien del conjunto. Pretender cumplir la función sin tener la vocación es simple usurpación. (¿Cómo irán sin ser enviados?)

Claro está que los edificadores de la Falsa precisamente pretenderán construirla, con sus moldes y patrones que les ha dado su señor (éste en minúscula, que es el diablo), como si fuese la verdadera; y pretenderá su autoridad y gloria. Es tarea vana, pero es su intento.

Como el fundamento de la autoridad es la Palabra como Sagrada Escritura, pues ahí centrarán su usurpación. No pienso solamente en la Romana, sino en todas sus hermanas progresistas, de cuño más tradicional o moderno, pero que se han salido del camino, progresando, progresando según sus pensamientos e imaginación, y ya se han salido porque no eran. Todas pretenden tener el dominio de la Revelación, de un modo u otro.

La Una, la Santa, la Católica, la buena, la nuestra, la de los redimidos, la de todos los que no confiamos en nada nuestro ni en nada de otros como nosotros, solo en Cristo y en su buena voluntad, en el propósito eterno, vaya que estamos en sus soberanas manos; ésa se sustenta en la autoridad de la Escritura, con ella ata y desata, abre y cierra. La Otra, la de sus santidades, la de su ciudad universal, ésa se sustenta en su palabra, escrita como dogmas en sus concilios (también vale esto para sus hermanas separadas, pero de padre común; que con otras formas de gobierno, sin embargo les late un mismo corazón). Y claro está, pretende tener autoridad sobre el cimiento de la Santa (la nuestra, la tuya si eres redimido), y pone bajo su control al Cristo, y lo mete y saca de sagrarios variados, lo introduce en cuerpo y alma, por la magia de sus sacerdotes, en especie material, que es la hostia; y si eso hace con el Señor, ¿qué no hará con su Palabra? Y se cree que puede, es su ilusión, pero así se ve gloriosa; con la gloria de usurpar el señorío del Redentor. ¿Dónde se meterá en aquel día; qué piedras o pedros la ocultarán de la presencia del Juez Justo, del Cristo cuya persona y gloria usurpó?

Dice la Otra que no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado, que también tiene su gran tradición, y que, al final es ella misma la que saca del único depósito de la fe: la Escritura y la gran tradición, todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído. Y se lo cree. Incluso tiene sus seguidores, a los que les dice cuando se han portado bien en su sujeción: Has guardado mi palabra. Y les promete coronas y salvaciones.

La Una, la nuestra, la buena, reconoce que la revelación no es de interpretación privada, los que hablaron o escribieron lo hicieron por inspiración del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que ahora está en cada redimido y no les da nuevas inspiraciones, sino les enseña esa Palabra. Por lo tanto, no edificamos con los que piensan que su interpretación privada, aunque sea en una reunión conciliar, puede conciliarse con la autoridad fija y fijada de la Escritura, y al final nos proponen qué es la revelación mezclando la paja con el trigo, que ya lo dijo Jeremías de los falsos profetas. Si tienes un sueño, un papa, un concilio, cuenta tu sueño, tu papa o tu concilio, pero ¿qué tiene que ver eso con la Palabra de Yahvé? Una Palabra produce Una iglesia, la redimida; la otra produce a la Otra, la de su padre. Una es semilla que permanece, es vida y salvación; la otra es flor de la hierba, hojarasca…

Una tiene su examen libre, donde cada uno puede acceder libremente a esa Palabra y vivir por ella; pero sujetos a la propia autoridad de esa Palabra escrita. La Otra tiene su examen por libre, quitando o poniendo según su gran tradición, con sus maestros, donde el examen del examinador es el que queda como revelación que tiene que ser creída. Nosotros estamos sujetos a la compañía de profetas y apóstoles, al conjunto de la Escritura; los otros están sujetos a la compañía de sus jerarcas. Nosotros somos de la libre, la otra es de esclavitud, y produce hijos de esclavitud.

Edificamos con la libertad de los hijos de Dios, una iglesia libre, por eso tiene autoridad.

Aquí les dejo, que tenemos que reunirnos en la Complutense para hablar de la presencia de esas dos iglesias en Hispano América. Además, en varias semanas, d. v., como hay tanto lío sobre estas cosas, siempre, pero muy especialmente en nuestro tiempo, les pongo algunas reflexiones sobre la política protestante, que no es algo eclesiástico, pero que nos atañe como redimidos. Que la Otra se lo ha creído y pretende también ser señora de reyes. Desde la Verdad, con su autoridad, miraremos la esfera política. Estarán varios autores que saben sobre la materia. Será muy provechoso para vivir la fe como conviene.

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