Los “memes” y la moral de hoy

De igual manera que los genes biológicos se transmiten de generación en generación, así ocurriría también con los memes culturales, según las teorías de Richard Dawkins. ¿Tiene razón?

20 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 21:55

La teoría de los memes supone el contagio de comportamientos y valores. / bigevil600,cafeteria
La teoría de los memes supone el contagio de comportamientos y valores. / bigevil600

El “Zeitgeist moral” -término alemán que podría traducirse por el “espíritu moral de nuestra época”- constituye el título de un capítulo de la obra El espejismo de Dios, que su autor, Richard Dawkins, dedica al asunto de la moralidad contemporánea.1

Según el famoso biólogo británico nacido en Kenia, el sentido moral de hoy que sería característico en la mayoría de los seres humanos, tanto entre ateos como en cristianos, no provendría de las diferentes creencias religiosas, ni tampoco de la Biblia, sino de la evolución que casualmente nos habría hecho muy semejantes. Por ejemplo, si en la actualidad disfrutamos de un creciente consenso liberal, creemos en la libertad de expresión, no vemos bien el racismo, la esclavitud ni la discriminación por razón del sexo, pagamos impuestos y no solemos hacer trampas, ni matamos, ni cometemos incesto sería porque nuestros “memes” nos han modelado culturalmente tal como somos. ¿Qué son los memes?

En su libro El gen egoísta, editado en 1976, Dawkins hizo pública por primera vez su idea del “meme cultural”. En su opinión, el meme sería la unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro y, por tanto, de una generación a la siguiente. “Ejemplos de memes son: tonadas o sones, ideas, consignas, modas en cuanto a vestimenta, formas de fabricar vasijas o de construir arcos. Al igual que los genes se propagan en un pozo de genes al saltar de un cuerpo a otro mediante los espermatozoides o los óvulos, así los memes se propagan en el pozo de memes al saltar de un cerebro a otro mediante un proceso que, considerado en un sentido más amplio, puede llamarse de imitación”.2 De igual manera que los genes biológicos se transmiten de generación en generación, así ocurriría también con estos hipotéticos memes culturales. Y semejante proceso habría originado el espíritu moral de nuestro tiempo que existe en casi todas las sociedades civilizadas.

Aparte del hecho de que esta teoría de los memes no es aceptada universalmente, ni siquiera dentro del ámbito evolucionista,3 quizás pudiera generar esperanza, a primera vista, la precipitada conclusión de Dawkins de que los memes hayan hecho posible que no existan graves desacuerdos morales entre cristianos y ateos. Sin embargo, cuando esta idea optimista se analiza más detenidamente aparecen serios inconvenientes. Aunque pudieran darse ligeras similitudes, es evidente que la concepción cristiana de un mundo creado por Dios y su alternativa atea de un universo que se ha hecho a sí mismo, sin la intervención de un Creador sobrenatural, presentan también profundas e irreconciliables divergencias morales. Veamos algunas de ellas.

Desde los primeros años del cristianismo, los creyentes se han venido manifestando en contra del aborto y del infanticidio. Ante un mundo pagano que aceptaba y practicaba habitualmente la interrupción del embarazo y el asesinato de recién nacidos, los primeros cristianos se declararon abiertamente partidarios de la vida y asumieron una actitud de respeto hacia los seres no nacidos y los bebés. Desde los documentos extra-neotestamentarios más antiguos, como la Didaché, a los llamados padres de la Iglesia de los siglos posteriores, la prohibición de no matar y la idea de que todos los humanos son creados a imagen de Dios alcanzaban tanto a los recién nacidos como a los nonatos. Sin embargo, Dawkins escribe lo siguiente en relación a este tema: “Probablemente el utilitarismo puede servir para enfocar la cuestión del aborto de una forma muy distinta, intentando ponderar el sufrimiento. ¿Sufre el embrión? (Probablemente, no, si se aborta antes de tener un sistema nervioso; e incluso si es lo bastante maduro como para tener un sistema nervioso, seguramente sufrirá menos que, digamos, una vaca adulta en un matadero). ¿Sufre una mujer embarazada, o su familia, si elige no abortar? Probablemente, sí; y, en cualquier caso, dado que el embrión carece de sistema nervioso, ¿no debería recaer la elección en el bien desarrollado sistema nervioso de la madre?”4

Después de asegurar que todos los individuos compartimos un mismo espíritu moral que nos hace hoy más humanos que en tiempos pasados para enfrentar los dilemas éticos, Dawkins nos dice que los moralistas seculares no se preguntan sobre la humanidad del embrión sino que se centran en la intensidad de su sufrimiento. “Es más probable que los moralistas laicos pregunten: ‘No se preocupen en si es humano (¿qué puede eso significar para un grupúsculo de células?); ¿a qué edad es capaz de sufrir cualquier embrión en desarrollo, de cualquier especie?”5 Tal como reconoce, Dawkins no solamente sigue la doctrina de Darwin sino también la del utilitarismo de John Stuart Mill.

Este filósofo inglés del siglo XIX pensaba que uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número posible de personas, dentro de lo razonable. Tales ideas recuerdan las del epicureísmo antiguo presente en la época del apóstol Pablo y, a primera vista, pueden parecer deseables. Sin embargo, presentan un problema. Si merece más respeto el ser que más sufre, una vaca adulta que va al matadero para ser degollada puede llegar a sufrir más que un niño en el vientre de su madre o que un bebé recién nacido, por lo tanto, desde el punto de vista moral, merece más respeto dicha vaca. El mamífero rumiante sería moralmente superior al embrión o feto humano porque sufriría más. Y así, en líneas generales, los seres humanos no tendrían por qué tener ninguna preferencia moral por encima de otros animales desarrollados.

No es de extrañar que Richard Dawkins llegue a semejantes conclusiones ya que, como él mismo manifiesta, sigue las directrices del filósofo ateo y evolucionista Peter Singer. Admite como válido un estudio de este autor en el que se afirma que los ateos y los creyentes poseen la misma visión moral. Además, este filósofo judío australiano defiende la idea de que todas aquellas especies animales que poseen una potencia cerebral importante deberían recibir el mismo trato moral que el hombre.6 Esta afirmación, que en teoría parece muy humana y ecologista, termina en la práctica por considerar a las personas como si fueran animales. Singer defiende la eutanasia, el aborto y el infanticidio, no sólo para aliviar el posible sufrimiento del recién nacido sino también para aclarar las dudas que los padres pudieran tener sobre la conveniencia de criar o no al hijo. Asimismo propone la eliminación precoz de todos los discapacitados, enfermos mentales o portadores de defectos genéticos porque, en definitiva, esto es también lo que suele hacerse con los demás animales que presentan tales deficiencias. Y, en fin, por esta vía del respeto al animal llega incluso a defender el bestialismo. Eso sí, siempre y cuando no se le provoque sufrimiento a dicho animal.

No sabemos lo que opina Dawkins sobre este último asunto, pero en la lista que ofrece de sus “Nuevos Diez Mandamientos” incluye lo siguiente: “Prueba todas las cosas. (…) Disfruta de tu propia vida sexual (en tanto no hagas daño a nadie) y deja a los demás que disfruten la suya en privado, sean cuales sean sus inclinaciones, que, en ningún caso, son asunto tuyo.”7 No podemos decir qué incluye la frase “sean cuales sean sus inclinaciones” porque no se especifica claramente, pero cuando se borran las fronteras morales entre especies se puede esperar cualquier comportamiento.

Es evidente que, salvo puntuales excepciones, ateos y creyentes no poseemos la misma visión moral de las cosas. Cuando las personas creían en el Dios que se revela en Jesucristo, había prácticas que no se consideraban lícitas. Sin embargo, después del proceso secularizador que se ha desarrollado sobre todo en el occidente de tradición cristiana, tales prácticas se empezaron a permitir y, con el transcurrir del tiempo, también llegaron a decretarse. Este sería el caso, por ejemplo, de las leyes contra la eutanasia que con el tiempo, en ciertos países, se transformaron en leyes que permitían la eutanasia y, finalmente, se convirtieron en leyes que decretaban la eutanasia.

Resulta agradable y políticamente correcto decir que la amabilidad, la generosidad, la comprensión y la misericordia son conceptos comunes en la moral de creyentes y ateos. Sin embargo, estos términos pueden significar cosas muy distintas cuando se llevan a la práctica en universos morales diferentes. Desde la perspectiva cristiana podrían querer decir, por ejemplo, cuidados paliativos hacia la persona moribunda que posee un alma inmortal y, a diferencia de los animales, fue creada a imagen de Dios, pero no eutanasia activa que acabe con su vida. Por el contrario, para quienes piensan como Dawkins y Singer, al carecer las personas de alma y de destino eterno, la amabilidad consistiría en aplicarles la eutanasia para que no sufran como se haría con cualquier animal moribundo.

En cuanto al aborto se podría decir lo mismo. La mayoría de los cristianos entenderían la generosidad como la acogida en adopción del bebé que no se desea y la ayuda a la mujer embarazada que pasa por esa difícil experiencia. Para quienes piensan como Dawkins, por el contrario, lo generoso sería practicarle un aborto porque el embrión sufriría poco, o no sufriría, mientras que la madre dejaría de padecer. El mandamiento bíblico “no matarás” no se debería tener en cuenta frente a temas tan personales como el aborto. Vemos, por tanto, que unas mismas palabras pueden tener contenidos morales muy diferentes. ¿A qué se deben tales discrepancias?

El meollo de estas divergencias morales radica en el concepto de humanidad que posee cada cual. El creyente entiende que el ser humano fue creado por Dios a su imagen y semejanza. Esto significa una diferencia cualitativa con el resto de la creación, que nos dota de consciencia, espiritualidad y nos confiere trascendencia. Desde el ateísmo darwinista, Dawkins concibe la humanidad como una continuidad evolutiva con las demás especies biológicas. Como explica en su libro La magia de la realidad,8 la continuidad gradual entre los simios prehomínidos y los humanos es un hecho ineludible de la evolución biológica. Si se pudieran desenterrar todos los fósiles perdidos que unirían a monos y hombres, sería difícil, o imposible, diferenciar el último simio del primer humano. ¿Dónde situar, por tanto, la frontera de la moralidad? ¿Cómo surgieron las distinciones morales humanas a partir de la pura bestialidad? Después de comprobar las afirmaciones de Dawkins acerca del aborto y la eutanasia, así como las de Singer sobre el infanticidio y el bestialismo, ¿podemos seguir pensando que las implicaciones morales de la evolución son equivalentes a las de la fe cristiana?

Es la negación de la diferencia entre especies la que provoca la división moral entre el Zeitgeist de Dawkins y el espíritu del cristianismo. Cuando la Biblia pone en boca de Dios su mandamiento “no matarás”, no se está refiriendo a no matar ningún ser vivo, sino a no matar seres humanos inocentes. Sin embargo, si se borra la distinción entre especies como hace la teoría de la evolución, es imposible trazar una línea moral respecto al acto de matar. ¿No se deberían matar hombres, chimpancés, gorilas, ardillas… u hormigas? ¿Por qué no? Decir que la potencia cerebral de los animales sería un buen criterio es multiplicar el problema dentro del continuo sin fisuras de la evolución. Por otra parte, cuando se entiende el mandamiento de no matarás sólo en relación a los humanos, está claro que matar y comer animales no humanos es algo aceptable y moral. Pero si se elimina el estatus moral de los seres humanos, ¿qué criterio queda para prohibir prácticas como el canibalismo? Desde el darwinismo no existen motivos para condenarlo ya que la evolución no recrimina ningún rasgo moral, sólo aspira a explicarlo. En cualquier caso, se podría decir que el canibalismo es una mala estrategia evolutiva, sobre todo si se practica dentro de la misma tribu. Pero nada más. De otra parte, la utilización industrial que se hace hoy de los embriones humanos en nuestra sociedad liberal, para todo tipo de aplicaciones médicas y cosméticas, ¿no constituye también una forma sofisticada de canibalismo?

No, por mucho que Dawkins quiera hacernos creer que no debemos temer las propuestas morales de su Zeitgeist, -el espíritu moral de nuestra época- lo cierto es que su secularismo nos introduce en una ambigua oscuridad moral que choca frontalmente contra los principios de la moral cristiana.

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1 Dawkins, R., 2011, El espejismo de Dios, ePUB, p. 235.

2 Dawkins, R., 1979, El gen egoísta, Labor, Barcelona, p. 281.

3 Véase la crítica de Marvin Harris, 2004, Teorías sobre la cultura en la era posmoderna, Crítica, Barcelona.

4 Dawkins, R., 2011, El espejismo de Dios, ePUB, p. 263.

5 Ibid, p. 269.

6 Singer, P., 2009, Ética práctica, Akal, Madrid.

7 Dawkins, R., 2011, El espejismo de Dios, ePUB, p. 237.

8 Dawkins, R. 2011, La magia de la realidad, Espasa, Barcelona.

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