Arenero de Dios

¿A quién iré cuando el epicentro de la incertidumbre Cimbre la corteza dura del ego, Donde la tempestad sacuda columnas de humo, Y sobre la arena de mi alma el viento la desgarre? ¿Quién podrá sostener con su palabra un ápice de esperanza, Tejiendo palabras como de araña por las aristas del alma, En los recovecos olvidados por el ansia? ¿Quien con su corazón se entregará como un diente De leon al viento, Como un perfume sobre los pies derramado, Quien buscará los ojos perdidos dentro de una lágrima, Y quien confortara la implosión de un grito maniatado? ¿De qué lejanas tierras viene un peregrino con Parábolas en un bolsillo sin dinero, Solo con las manos llenas de tierra y madera, Para entregarlas a un verdugo oxidado de clavos? Toda vida es como niebla en la mañana, Y como viento que se escurre entre las manos. Un segundo es lo que dura la vida en el arenero Paciente de Dios, Demorados quizás vamos a su encuentro.