Cristianismo e identidad cultural: conclusión

Un evangelio no-encarnado es un evangelio falsificado y traicionado.

08 DE AGOSTO DE 2014 · 22:00

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El mismo evangelio, y el mensaje bíblico en su totalidad global, nos afirman el valor positivo de las culturas y la tarea ineludible de plasmar el evangelio auténticamente en cada cultura, sin someterla anti-evangélicamente a ninguna cultura extranjera. Un evangelio no-encarnado es un evangelio falsificado y traicionado. Pero lo que se encarna tiene que ser el evangelio, su centro tiene que ser Cristo y éste crucificado y resucitado, su fuente y norma tienen que ser la Palabra de Dios (releída dentro de cada nuevo contexto cultural). No tiene que ser ni debe ser el "evangelio" de la tradición, como se ha heredado, sino ese evangelio siempre vivo y nuevo para nuevas realidades. Pero tiene que ser el evangelio, Cristo-céntrico y bíblico. Un evangelio mal contextualizado puede dejar de ser evangelio. Jurgen Moltmann, en El Dios crucificado (Cap.I), plantea el desafío de la teología contemporánea como la tensión entre "actualidad" (pertinencia, "relevancia") e "identidad" (fidelidad). Tenemos que actualizar el evangelio y hacerlo pertinente a la realidad actual, pero al hacerlo no debemos perder lo que es el evangelio mismo. Debemos mantener nuestra identidad cristiana y evangélica, pero en una forma que se esfuerza por corresponder en el nombre de Cristo a los desafíos actuales. Si sólo buscamos la "relevancia", al fin dejaremos de ser realmente cristianos y evangélicos y terminaremos siendo "irrelevantes". Si sólo vivimos defendiendo nuestra "identidad", pronto nos volvemos estáticos y fácilmente terminaremos en una idolatría de la sagrada identidad. Creo que ese doble desafío nos confronta hoy. En el nombre de Cristo, tenemos que ser fieles a todos nuestros pueblos, respetar sus culturas, y promover con todas nuestras fuerzas y recursos la auténtica encarnación del evangelio dentro de su idiosincracia propia. Y en el nombre de nuestros pueblos, y en el amor por ellos, tenemos que ser fieles a Cristo y al "eterno evangelio", que es de todos los pueblos. En nuestro compromiso con los pueblos indígenas, tenemos que ser siempre fieles a las escrituras y a nuestra fe cristiana. Y en esa fidelidad con nuestra identidad cristiana, tenemos que ser siempre fieles con nuestras hermanas y hermanos indígenas, hasta las últimas consecuencias. Mantener los dos polos de esta tensión teológica es una tarea muy delicada pero siempre urgente, tanto para cada uno como para la teología evangélica hoy día.

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