El movimiento ecuménico recuerda a Rubem Alves

En los últimos años, Alves mantuvo un toque pastoral y profético con la gente que encontraba, pero su relación con la religión institucional fue muy reservada.

25 DE JULIO DE 2014 · 22:00

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	Fuente: Instituto Rubem Alves</p>
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Fuente: Instituto Rubem Alves

Rubem Alves, de Brasil, uno de los pensadores fundadores de la “teología de la liberación” latinoamericana, falleció a los 80 años el sábado 19 de julio. Este intelectual, profesor, activista, psicoterapeuta y escritor está siendo reconocido por colegas, estudiantes, periodistas y demás, incluyendo jefes de Estado. La presidenta brasileña Dilma Rousseff lo saludó en su página de Facebook como “uno de los más respetados intelectuales de Brasil”. Admiradores diversos lo destacan desde múltiples perspectivas. Para algunos miembros de iglesia y organismos ecuménicos, Alves fue uno de los mayores innovadores ducativos que ayudaron a perfeccionar la ética social cristiana a la luz de la teología de la liberación, y contribuyó a moldear el campo de la formación ecuménica en compañía de instituciones teológicas en el Norte y en el Sur, así como los programas del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), la Federación Mundial de Movimientos Estudiantiles Cristianos (FUMEC), SODEPAX y organismos afines, además de conferencias de iglesias. Alves afirmó en una ocasión: “Los profetas no son visionarios que anuncian un futuro por llegar. Son poetas que diseñan un futuro que puede suceder. Los poetas muestran un camino”. En este justo sentido, Rubem Alves funcionó como un poeta y un profeta adscrito al movimiento ecuménico en tiempos de confusión y expectación. Como joven estudiante en Campinas, Brasil, en los años 50, Alves se unió a un grupo de seminaristas que “ocuparon sus vacaciones de verano”, según dijo, “como obreros industriales en una fábrica de Vila Anastácio, en São Paulo. La experiencia se inspiró en la de los sacerdotes obreros franceses que decidieron vivir con los trabajadores y trabajar con ellos, en vez de esperarlos en la iglesia”. Durante los años 60, Alves alternó su servicio como pastor presbiteriano y sus estudios como investigador teológico. En los años de la dictadura militar, fue incluido en una lista de pastores perseguidos por el gobierno, a causa de lo cual continuó sus estudios fuera de Brasil. Obtuvo grados en el Seminario Union de Nueva York y en el de Princeton. Aunque él y el joven teólogo católico Gustavo Gutiérrez trabajaban entonces el tema de la “teología de la liberación”, ambos se encontraron en 1969 cerca de Ginebra en una consulta ecuménica de SODEPAX, el comité conjunto ecuménico sobre sociedad, desarrollo y paz patrocinado por el CMI y la Iglesia Católico-Romana. Filosofía, vida y obra de Rubem Alves Alves ha sido reconocido con frecuencia como artífice de la filosofía de SODEPAX, particularmente sobre los principios éticos que fundamentaron su abordaje para la toma de decisiones en la acción social. Al mismo tiempo, participó activamente en seminarios y conferencias bajo los auspicios de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), un programa estimulado y sostenido por el CMI a partir de la Conferencia Mundial sobre Iglesia y Sociedad realizado en Ginebra en 1966. A través de la oficina para educación del CMI dirigida por el educador Paulo Freire, ISAL y la FUMEC, presidida entre 1968 y 1972 por su asesor de tesis M. Richard Shaull, Alves llegó a ser una figura bien conocida en los espacios ecuménicos. Esto culminó en 1979 con su presentación en la Conferencia sobre Iglesia y Sociedad del CMI dedicada a la fe, la ciencia, la tecnología y el futuro, llevada a cabo en el Massachusetts Institute of Technology, en Cambridge. Al volver a Brasil, Alves trabajó como profesor universitario en campos como la teoría educativa y la filosofía constructiva. Sus textos abarcaron muchos ámbitos, incluyendo la literatura infantil. También ejerció como psicoterapeuta en su propia clínica. La reverenda Sonia Gomes Mota, de la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil (IPUB), secretaria ejecutiva de la Coordinadora Ecuménica de Servicios (CESE), agencia dedicada a promover los derechos humanos, la justicia y la paz, lo conoció siendo ella muy joven y él pastor de la iglesia a la que asistía. A principios de semana, subrayó el papel de Alves en su iglesia: “Fue parte de un grupo de pastores, hombres y mujeres, que reflexionaron y se organizaron de diferentes maneras para ser una iglesia reformada. Este proceso desembocó en la organización de la IPUB, actual miembro del CMI. Con su erudición y su compromiso social y ecuménico, ayudó a redactar los documentos fundadores de dicha iglesia. No estaba interesado en ofrecer lecciones morales o en transmitir la verdad absoluta o indisputable. Como buen teólogo, filósofo y educador, le interesaba más en hacernos pensar, reflexionar y cuestionar las verdades inmutables de la teología y urgirnos para avizorar nuevas posibilidades y caminos en la experiencia de la fe. Rubem nos condujo a los desiertos y nos invitó a ser jardineros y plantadores de esperanza”. En los últimos años, Alves mantuvo un toque pastoral y profético con la gente que encontraba, pero su relación con la religión institucional fue muy reservada. Luego de la muerte de Richard Shaull, el teólogo y mentor de su Carrera teológica en Campinas y Princeton, escribió un breve pero entrañable tributo publicado por la revista Reformed World, de la Alianza Reformada Mundial (ARM) bajo el título “Through the eyes of Dick Shaull” (A través de los ojos de Dick Shaull), en septiembre de 2006. Allí describió a su viejo amigo como un poeta y profeta que frecuentemente chocó con la gente influyente en las iglesias; escribió: “Los profetas son seres malditos”. Y concluyó su ensayo con estas palabras: “Ahora él está encantado. Partió. Por supuesto, plantaré un árbol en su honor en mi pequeño huerto, en un lugar alto, a la altura de un volcán, cerca de los árboles de otros conspiradores… En semejante silencio, cuando nadie esté cerca, los árboles dialogarán entre sí”. Theodore Gill es editor en jefe de publicaciones del CMI en Ginebra y pastor de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA). Para este texto recibió el apoyo deMarcelo Schneider, corresponsal del CMI para América Latina, con sede en Brasil. Versión: L. Cervantes-Ortiz

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