Lluvia temprana y dulce “na costa da morte”

Afuera, lluvia; adentro… una densa nube de Gloria de la Presencia de Dios que nos envolvió a todos.

12 DE JULIO DE 2014 · 22:00

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Era una tarde como tantas otras, en las que nos desplazábamos bastante lejos a un lugar camino de “A costa da morte” a tener una reunión con hermanos muy amados. Ese día comenzaba el verano, pero en mi tierra parece que las estaciones casi no existen (de ahí lo de lluvia temprana, ya sé que no es totalmente correcto, pero en mi Galicia...); comenzaba a hacer fresquito, pero nuestros corazones ardían de gozo. Salimos muy temprano y por el camino fuimos recogiendo a algunos hermanos. En un sitio tomamos a un muy querido hermano que no está demasiado bien y lleva bastantes años de residencia en residencia; la expresión mezclada con la inexpresión de su rostro, resultaba ser, por muy extraño que parezca, como la apariencia de un ángel. Aún en su enfermedad, recordaba con exactitud los años, los meses y hasta los días que habían pasado desde que no había tomado por última vez la Santa Cena o simplemente estar reunido con un buen grupo de sus hermanos. Aquel día, precisamente, íbamos a celebrar la Mesa del Señor y a disfrutar de ello y de toda la reunión, muchos hermanos no pueden desplazarse hasta la ciudad cada domingo para reunirse y disfrutar de la Santa Cena con nosotros y lo anhelaban con ansia. Cuando llegamos,nos esperaba un nutrido grupo de personas deseando reunirse a nuestro lado y empaparnos juntos del amor fraternal, de la Palabra, de poder cantar juntos; aunque sólo fuera acompañados por el acordeón… Allí estaba también una hermana de ochenta y ocho años, iba muy bien arreglada… Siempre me sorprende ese tipo de comportamiento cuando se trata de reuniones caseras, pero lo puedo entender. Venía de un modo especial y diferente a su día a día, en la más profunda soledad de su aldeíta a encontrarse con sus hermanos en la bendita presencia de Su Dios. Estábamos en una bellísima estancia rodeada por cristales, alrededor… Toda clase de las más bellas flores. Nos saludamos, nos besamos, nos abrazamos y comenzamos a cantar… Allí no había lugar para el silencio, uno detrás de otro íbamos pidiendo canción tras canción… Después comenzamos a compartir, cada uno lo que el Señor había puesto en su corazón y “coincidencia”?... Uno tras otro llevábamos promesas preciosas del libro de los Salmos. Aquella semana el Señor había hablado profundamente a mi alma a través del Salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones… Jehová de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob”. En un momento sentimos la más profunda necesidad de cantar un himno tremendamente antiguo, yo ni me acordaba de la última vez que lo canté… No estaba en ningún cancionero de los que llevábamos, pero los que lo sabíamos… Yo tuve que cerrar mis ojos y mientras por mi rostro caían lágrimas de gratitud al Señor, iban fluyendo palabra tras palabra…Algo que creía olvidado, pero que seguía muy dentro de mi corazón. “CRISTO ESTÁ CONMIGO, QUÉ CONSOLACIÓN!! SU PRESENCIA QUITA TODO MI TEMOR…. TENGO LA PROMESA DE MI SALVADOR, NO TE DEJO NUNCA, SIEMPRE CONTIGO ESTOY…” La hermana de ochenta y ocho años, se lo sabía de memoria y su precioso rostro de unos inmensos y bellos ojos verdes, sencillamente se iluminaron, se iluminaron!! Otro ángel más!! Antes de participar de la Santa Cena alguien dijo: “¿sois conscientes de que todos habéis estado hablando de promesas y promesas que Dios nos hace? Pero hay una condición “sine qua non”, para recibir esas promesas…. la fe!!! LA FE!!... Sin ella jamás las recibiremos. De pronto!, tras los cristales, ya al atardecer, comenzó a dejarse ver una suave lluvia que se hacía notar cada vez más. Afuera, lluvia; adentro… una densa nube de Gloria de la Presencia de Dios que nos envolvió a todosen la más inmensa de las dulzuras y mientras participábamos de la Santa Cena, las gotas de lluvia se sentían sobre los cristales, una suave brisa, la dulce brisa del Espíritu de Dios se movía suave y tiernamente llenando absolutamente aquel lugar. Sencillamente, no tengo palabras para explicaros todas y cada una de las sensaciones que pude percibir… Sólo puedo resumirlo de una manera, “CHOIVA TEMPRANA E DOCE NA COSTA DA MORTE”…. S. D. G.

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