Más que un balón de juego

Hoy queremos hablar del fútbol como ente social, de su vínculo inevitable con la política, con la idea de que son incontables los factores que dan su valor al mismo, y que hay que evitar ser frívolos o precipitados al juzgar su importancia.

13 DE JUNIO DE 2014 · 22:00

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Este artículo pretende repasar, aprovechando la ebullición y el entusiasmo desatado durante la primera fase del Mundial de Brasil, algunos aspectos del fútbol que siempre están ahí, que todo el mundo conoce, y cuya necesaria reflexión suele acabar eclipsada por la complejidad del juego, por las decepciones o la celebración de un resultado y las explicaciones o los detalles recargados sobre un juez o un contrario, por el análisis ejecutado desde el estómago e infalible según se adapte el comportamiento de un equipo a lo que tenemos en mente, o las estadísticas que nunca sirven pero de continuo se actualizan. En el texto de la semana que viene trataremos las dos injusticias que se han venido asociando a este deporte en los últimos tiempos, y casi parecen imposibles de erradicar: el racismo y la explotación laboral de menores. En la tercera entrega desarrollaremos la idea del fútbol como religión, además de varios aspectos espirituales, con su propia mitología e ídolos. Hoy queremos hablar del fútbol como ente social, de su vínculo inevitable con la política, con la idea de que son incontables los factores que dan su valor al mismo, y que hay que evitar ser frívolos o precipitados al juzgar su importancia. El fútbol evoluciona sin parar aunque su esencia y los objetivos son los mismos desde sus inicios (que muchos datan con tal antigüedad que debería haber escrito “desde el principio”). Como dice Prandelli, seleccionador italiano, lo que cambia “es el modo de interpretarlo”. Desde el propio nombre, los materiales del balón, la altura de las porterías y las reglas (algunas deben ser ambiguas por necesidad), hasta la construcción de los estadios y el disfrute (o sufrimiento) de un partido: en vivo, en directo, por streaming, con el hilo radiofónico de fondo. En cada campeonato parece que asistimos a un nuevo capítulo dentro de esta historia contada sobre la hierba. Y a estas alturas del encuentro no nos costará admitir que son muchas las cosas que se disputan cuando echa a rodar la pelota, además de un marcador. Habrá quien diga, y con razón, que este deporte refleja quiénes somos realmente como especie, que un gol contiene su particular sentido estético, que la afición a un equipo ha servido para forjar una determinada identidad. Otros renegarán, será rotundos al despreciarlo como pérdida de tiempo, y se asustarán del ritmo y forma que el negocio del fútbol ha ido adquiriendo; con toda seguridad hay motivos de sobra para enfadarnos con el hecho de que los aficionados se tomen demasiado en serio lo de que veintidós atletas se peleen por colar ese esférico en la red contraria. Tal vez exagero, pero ¿acaso no estamos en este mundo para sacar las cosas de quicio? ¿No está en nuestra naturaleza tomarnos las cosas a la tremenda? ¿No habría que buscar lo bueno y señalar lo malo? ¿No deberíamos mirar más allá de lo práctico? Digo esto porque se tiende a alejar al fútbol de las implicaciones que vienen a denominarse “extrafutbolísticas”, está mal visto hacer de politólogo en este tema. Como si quisiéramos evitar que se pierda el efecto anestésico que se le atribuye, y por eso lo vamos sofisticando cada vez más, lo reavivamos con polémicas que a fin de cuentas no van a influir en nuestra cotidianidad. Es difícil saber dónde acaba el juego y empieza la vida. Todavía más cuando uno empieza a investigar en este asunto del fútbol y descubre que de verdad se trata de algo tan serio como parece. Si fuera cierto que es sólo un deporte, entonces todo aquello que lo rodea es un síntoma de delirio, porque pocas actividades desatan semejantes pasiones y son capaces de detener a un país entero, de despertar en nosotros el interés por la anécdota. No faltan las relaciones entre la goleada de Holanda a España y las dificultades que tuvo Hernán Cortés para conquistar el Nuevo Mundo. No nos sorprenderá que suban las ventas de El sol de Breda, aventura del capitán Alatriste en los Países Bajos que culmina con victoria del imperio español, más por insistencia que por estrategia militar. El miércoles pasado, La 2 emitió un documental muy completo sobre las múltiples caras (como aristas de una compleja esfera) del fútbol, centrándose en la creación del artista brasileño Vik Muniz. El fotógrafo y dibujante planea una obra compuesta por diez mil balones, y el reportaje acompaña su documentación, así como una serie de conmovedoras historias con el balón como protagonista. Este fenómeno social, reflejo como pocos de la globalización, también incluye la realidad social del país donde se practica (por mucho empeño que pongamos en mirar para otro lado); el documental demuestra que el fútbol, como la literatura, es una sucesión de historias de variable interés; que en el universo todo se inclina hacia el movimiento, que nuestras biografías tienen forma esférica, giran, rebotan y adquieren mayor impulso cuando chocan entre sí, porque esa soledad que tanto se reivindica en la actualidad para aparentar independencia, como ya se dijo en el Génesis, es una de las peores cosas que pueden sucedernos como individuos. La afición al fútbol supera las anécdotas y los gestos. Son muchas las tragedias (en sentido griego clásico) que han quedado registradas en su historia; también la política juega su papel, más allá de la representación de gobernantes en los palcos y las finales de los diversos campeonatos (incluso aquí se aprecia la distinción entre clase política y ciudadanía). En 1990, un equipo de Belgrado viajó a Zagreb para un partido que reavivó antiguas animosidades y desembocaron en graves disturbios. Esos disturbios prendieron la mecha de lo que luego sería la guerra de los Balcanes por la independencia croata. En la presente edición del Mundial, Bosnia y Croacia son dos naciones diferentes, y un hipotético cruce entre ambas no reeditaría una guerra, aunque la historia se reviviría. Conocer la historia no elimina las bajas pasiones, ni nos evita volver a caer en los mismos errores, y si algo se hace antes de cada enfrentamiento futbolístico es recordar el pasado. No se podría ver un partido Argentina – Inglaterra sin añadir un cierto poso de dramatismo por lo sucedido con las Malvinas. Nick Hornby recoge el episodio de la clasificación de Inglaterra para el Mundial de Italia de 1990: “La imagen imborrable de aquel partido es la del capitán inglés, Terry Butcher, con la cabeza vendada y la camiseta y los pantalones blancos de Inglaterra manchados de sangre (…) ‘Fuera del campo yo era un tipo corriente, de modales suaves –dijo Butcher en una entrevista-. Pero en cuanto me ponía una camiseta de fútbol, me sentía con el casco puesto y la bayoneta calada. Gloria o muerte’”. Añade Hornby que en un amistoso contra Argentina de 2005 todavía se seguían entonando canciones contra el IRA, y que “es más que probable que hubiese preferido ver a Terry Butcher y sus bayonetas que a David Beckham, un hombre que, después de todo, se ha dejado fotografiar vistiendo un pareo”. Entre el 14 y el 18 de julio de 1969, Honduras y El Salvador entraron en guerra por un partido de fútbol. El conflicto armado fue denominado por el reportero Ryszard Kapuscinski como “La Guerra del Fútbol”, y así ha quedado memorizado hasta hoy. “A algunos los tenían recluidos en el estadio Nacional. Metían un tiro a una persona y decían que era salvadoreño. Y olvídate”, dijo el jugador salvadoreño Miguel Ángel Matamoros, con familia en los dos países. El Mercado Común Centroamericano se resintió, lo que atrasó más de una década el desarrollo de países como Costa Rica o Nicaragua. ¿Cómo se inició la reconciliación entre los dos países? Con un partido de fútbol, precisamente porque esto no es simplemente un pique entre futbolistas, ni una invasión de testosterona. El escritor Robert Coover, al hilo de un partido entre el C. D. Español y el F.C. Barcelona, lo explica muy bien: “Todo es narrativa, y por tanto, subjetivo. Cada partido es una historia, una secuencia de metáforas ambivalentes [se compara al fútbol con la guerra muy a menudo], una revelación personal envuelta en el idioma de la fe”. El autor sueco de novela negra Henning Mankell, famoso por haber dado vida al inspector Wallander, describe la importancia del fútbol para un país como Angola. En 1987 él vivía en Zambia, cerca de la frontera angoleña, y comenta sorprendido cómo “en campos de grava, en la playa, en las calles y en las plazas de las ciudades, la pelota iba y venía entre hordas de muchachos. Los balones se fabricaban con los materiales más dispares: una camiseta vieja, una red de pesca o un bolso de mujer relleno de hierba y papel. Pero rodaban y botaban, y con ellos se podía cabecear y marcar goles”. La guerra civil desatada tras la independencia de Portugal hacía que “toda una generación de angoleños ignorase lo que era vivir en un país donde reinara la paz”. Sin embargo, “la guerra nunca pudo matar este deporte en Angola. Los campos de fútbol eran zonas desmilitarizadas, y el enfrentamiento entre equipos que libraban una batalla intensa, aunque esencialmente amistosa, servía como defensa contra los horrores que arreciaban alrededor. Es más difícil que las personas que juegan juntas al fútbol se maten al salir del terreno de juego”. Su única participación en una Copa del Mundo, la de Alemania de 2006, se produjo gracias a un tenso partido contra Ruanda. Mankell, como maestro del suspense literario, lo cuenta mejor que yo: “La espera es de pesadilla para todos los angoleños, sentados con los oídos pegados a la radio (…). Todas las ciudades y aldeas están reunidas en torno a las radios. Quizás incluso los antílopes estén inmóviles en la sabana, con las orejas erguidas (…). Es preciso haber vivido mucho tiempo en África para comprender lo que significa esta victoria. Desde luego, nadie imagina hoy que Angola pueda llegar muy lejos en el torneo, pero el fútbol es impredecible por naturaleza. Si los más débiles no derrotaran a los favoritos de vez en cuando, el fútbol carecería de interés”. ¿Qué ocurre en el presente con Brasil? Parece que es una reivindicación social más, aprovechando la celebración del Mundial, pero no es así. Hace unos días, el célebre Mauro Silva, exjugador del Deportivo de La Coruña, comentaba en una entrevista que a Brasil le había tocado celebrar una fiesta, y que no era el momento de protestar porque eso hacía quedar muy mal al anfitrión. El típico paternalismo de la organización: está bien eso de reclamar soluciones a los problemas sociales, pero eso de ser un aguafiestas en Brasil no está bien. La realidad es que la celebración del Mundial se planeó en contra de la opinión de una mayoría importante de los brasileños, endeudando al país y aplazando medidas urgentes contra la desigualdad social. Llevamos meses escuchando sobre los enfrentamientos de la policía contra manifestantes en contra no de un Mundial, sino de que un dinero destinado en construir casas o mejorar el transporte (por citar dos ejemplos) vaya a parar a unos estadios cuyo uso tras el campeonato será prácticamente nulo (incluso con Juegos Olímpicos en el horizonte). No se ha dudado en emplear gas pimienta o gas lacrimógeno para disolver las protestas, ni tampoco se ha reparado en gastos al acondicionar la carretera BR-116, principal punto del “turismo sexual”. Una vecina de Itaquera (barrio pobre al este de São Paulo de 600.000 habitantes y 300 favelas a menos de un kilómetro del estadio Arena Corinthians) se quejaba amargamente a una periodista del diario El País de que “nuestra casa no está lista porque se gastaron todo en los estadios”. Los vecinos han permanecido pendientes de las evoluciones de la construcción de este campo, donde se jugó el partido inaugural: se les intentó desplazar de la zona, hubo una batalla judicial muy larga y frustrante con la prefectura, y consiguieron la promesa de construcción de una vivienda que (comenta la periodista) “no llegará hasta 2015, a cambio de dejar libre el terreno”. Como para seguir sosteniendo la idea de que esto no consiste más que en un simple balón echando a rodar. - Documental “Más que un balón” en la web de RTVE (hasta el 18 de junio de 2014) - - - - LOS PARTIDOS MÁS INTERESANTES PARA ESTA SEMANA: Domingo 15 de junio: 00.00 Argentina – Bosnia (Telecinco) Argentina está en un grupo aparentemente suave, y en principio este es el rival más complicado (a pesar de que es la primera vez que llega a este torneo), debido a un gran portero y una pareja de delanteros de los que imponen. Este partido nos permitirá comprobar hasta dónde puede llegar el juego de la albiceleste, con jugadores excepcionales que tienden a delegar gran parte de la responsabilidad en Messi. Lunes 16 de junio: 18.00 Alemania – Portugal (Cuatro) El equipo de Löw es imprevisible y potente, y viene lleno de jugadores relevantes en los grandes clubs europeos; enfrente tiene a un rival muy atractivo, cuya clave es la creatividad (habilidad en las bandas), aunque se clasificó con muchos problemas, llega sin nueve y con una excesiva dependencia de Ronaldo. También está el debate generacional en Portugal (que se deja escuchar en nuestra selección), con jugadores que recuerdan mucho el pasado. Martes 17 de junio: 21.00 Brasil – México (Telecinco) Ya hemos visto su condición de favoritos para su grupo (dejando de lado, respectivamente, las ayudas y zancadillas arbitrales). Este partido puede decidir (dependiendo de lo que hagan Croacia y Camerún) el puesto de clasificación para la siguiente ronda. México puede tener opciones, si tanto local como visitante hacen el mismo partido que en su debut. México es un equipo con muchas alternativas de juego, es fuerte y ha aprendido un par de trucos defensivos de Italia. Miércoles 18 de junio: 21.00 España – Chile (Telecinco) Mucho se ha escuchado estos días acerca de la anecdótica coincidencia de apodos para las selecciones. España viene roja como una herida tras el estrepitoso fracaso ante Holanda. Pude ver los anuncios que Chile preparó para motivar a la nación, y esos mineros con ganas de hacer historia futbolística daban bastante respeto. El técnico Sampaoli ha conseguido exprimir lo mejor de cada puesto de su alineación, y ha confeccionado un equipo que mantiene la presión que España parece haber perdido, muy atrevido en su juego como se pudo comprobar en el primer gol que marcó a Australia. Jueves 19 de junio: 21.00 Uruguay – Inglaterra (Telecinco) Uruguay, además de ser muy guay, tiene dinamita arriba (y una baza principal de Inglaterra es su defensa tan bien armada, lo que promete diversión); su problema es el centro del campo. Inglaterra vive con mucha presión mediática, porque hace mucho tiempo que pasa sin relevancia por las altas competiciones; Roy Hodgson (un entrenador muy esperado y de extenso currículo, si bien sus trabajos inmediatamente anteriores con el Liverpool y el WBA fueron decepcionantes) ha encontrado una buena base desde la que crecer. Viernes 20 de junio: 21.00 Suiza – Francia (Cuatro) Francia llegó tras una repesca agónica, cometiendo errores defensivos y con mucho nerviosismo (afortunadamente sin llegar al nivel de crispación interna de la edición anterior, demostrando que pocos espectadores como los franceses son capaces de ser tan críticos con su selección). Suiza es un equipo alegre: muchos jugadores jóvenes y talentosos (sin embargo, de poco oficio), tendencia a atacar desde atrás. En ambos casos, los jugadores están muy habituados a la emigración (lo que enriquece su juego), y también a la mezcla de orígenes (Suiza se nutre de varios jugadores balcánicos). OTROS PARTIDOS CURIOSOS (PARA VERDADEROS AFICIONADOS): Martes 17: Rusia – Corea (00.00 – Plataformas de pago) Rusia es la clara favorita de su grupo (con permiso de la prometedora Bélgica): sabe presionar y es un equipo muy sólido y disciplinado. En otro aspecto, Rusia es aliada de Corea del Norte y China, y a falta de la presencia de Ucrania, Corea del Sur aporta el morbo geopolítico que suele darse cita en estos acontecimientos. Sábado 21: Alemania – Ghana (21.00 – Cuatro) Ghana ocupa un espacio que en la época colonial de finales del siglo XIX se encontraba rodeada de fronteras alemanas. Algo así parece que se podrá ver en este partido: la resistencia de un equipo del que se conoce poco, frente a un imperio grande que se jugará la fase o la tranquilidad, según el resultado ante Portugal; recordemos que los alemanes cedieron parte de su territorio occidental a los portugueses (cuando se firmó el Tratado de Versalles en 1919), así que este es otro aspecto histórico que encuentra su símil futbolístico en la posesión del balón, es decir, que Alemania dejará jugar.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - Más que un balón de juego