Ricos en vanidades

Dos tercios de la humanidad se hunden en la miseria, la destrucción y el hambre en países cada vez más excluidos del poder económico, científico y tecnológico.

07 DE JUNIO DE 2014 · 22:00

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Hay noches, que es cuando realmente escribo, que culminan mi día lánguidas, meditabundas, perezosas para quien se siente obligado a escribir como mínimo un “Desde el Corazón” semanal. Otras, en cambio, ofrecen una desproporcionada riqueza de vanidades y majaderías para elegir. Ésta por ejemplo, a escasas noches de la histórica fecha de elecciones al parlamento Europeo, ofrece una desproporcionada riqueza de pensamientos para escribir acerca de las opiniones de los partidos, sobre los resultados habidos, sean de los ganadores o de los perdedores; ¡bueno ¿perdedores? ninguno!; todos encuentran sus demagogias para justificar sus resultados. Todos manejan sus cifras, logros, programas, objetivos y filosofías, con tal demagogia, que sólo resaltan lo que les conviene, los datos que más beneficios de razón les produce, y casi nunca –por no decir, nunca los que les contradicen, por lo que sus verdades se quedan a medias. Esta noche me gusta hablar de vagos, no de los más de 20.000 asesores que pululan por los despachos de los políticos. No, quiero hablar de ociosos, de perezosos, de zangones, más fácilmente de holgazanes. Y como quiera que escribir de ello, será considerado como una crítica, hablaré de lo bueno y de lo malo; lo que no hacen los líderes políticos de sus propios proyectos y objetivos alcanzados. ¿Lo bueno? pues digo que en la vagancia no cabe mucho mal, precisamente por la pura vagancia. Es cierto que desde el no hacer se puede causar mucho daño. El malo activo siempre será más peligroso, pues conseguirá más abundantes frutos del mal que el ocioso con su mero ejemplo. Tan peligroso el de mente activa que, aun siendo derrotado en las elecciones, declara la desmesurada sandez de que los votos de la abstención iban dirigidos a él. Cuando me da por hablar mal de los vagos, y esto no me sale del corazón, sí de la mente, de los zangones, de los holgazanes, de los –según el coletas los mayordomos de los ricos, me acuerdo de los parásitos que viven a costa nuestra, a costa de los laboriosos, los dóciles, los amaestrados, los domesticados. Pensemos en la pléyade de políticos que nos toca mantener: Eurodiputados, Diputados Nacionales, Diputados de los Parlamentos Autonómicos, Diputados de las Diputaciones, Alcaldes, Concejales… y los múltiples asesores. Todos ellos viven de nuestras sobras, de mis sobras, bueno, la verdad es que yo no tengo casi sobras. Si no ¿de qué vivirían, de qué se alimentarían, de dónde ahorrar para las cuentas en paraísos fiscales? Pero no debería sorprenderme, pues ya desde el Antiguo Testamento, cuando “el pueblo” le pidió a Dios, que querían tener un rey físico, visible, como lo tenían otros pueblos, el Altísimo ya les indicó que costaría mucho sostenerle a él, su casa, sus criados, sus cohortes, sus lujos, sus diversiones: y vaya que tenía clara razón. ¿No nos cuesta hoy la política tantos millones? “Desde el Corazón” veo que la historia de nuestra humanidad ahora, aparte de esta veleidad mía, de vagos votados y votos vagos, se encuentra en un tiempo atrapada por un sistema económico-financiero-laboral generado básicamente por el capitalismo neoliberal. Este sistema ha logrado imponer su dictadura prácticamente en todo el mundo condicionando decisivamente el futuro de la comunidad humana. Alimentado por el deseo insaciable de riqueza, pervirtiendo la economía, no en la búsqueda de la producción de los bienes y servicios necesarios para la condición humana, sino la acumulación de riqueza en manos de las minorías más poderosas de la Tierra. Sistema que tiene su propia lógica: Apartar la economía del bien común de la sociedad. No soportar ningún control o regulación que trate de limitar la voracidad. Hacer imposible bases políticas y éticas de cualquier proyecto de gobernanza mundial. Esta crisis económica se está produciendo en el seno de otras dos crisis más graves generadas, en buena parte, por el mismo sistema. Dos tercios de la humanidad se hunden en la miseria, la destrucción y el hambre en países cada vez más excluidos del poder económico, científico y tecnológico. Por eso, la actual crisis no es sólo una crisis económico-financiera-laboral, es una crisis de la humanidad, es una marcha del mundo inhumana, a un bienestar insensato “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto ¿de quién será?” (Jesús) y deshumanizador, y destruye la vida de inmensas mayorías de humanos indefensos. La razón ha quedado secuestrada, no se pregunta por los fines, no atiende al valor espiritual de la personalidad. Se gestiona la vida aislada de su contexto divino. Todo se sacrifica al ídolo del Dinero, a lo que los votantes quieren oír. A la religiosidad humanista, sin dogmas ni instituciones de fundamentos cristianos, a una religiosidad atea ya preparada desde hace mucho, que sea rica en necedades; en donde no se tenga que decidir entre un materialismo egoísta y de ocio o la aceptación del ser de Dios como Él se nos revela, y que nos enseña que “no demos a César lo que es de Él”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Ricos en vanidades