Octavio Paz y lo sagrado: lo desconocido entrañable (I)

17 DE MAYO DE 2014 · 22:00

,
Ser es erotismo. La inspiración es esa voz extraña que saca al hombre de sí mismo para ser todo lo que es, todo lo que desea: otro cuerpo, otro ser. La voz del deseo es la voz misma del ser, porque el ser no es sino deseo de ser. Más allá, fuera de mí, en la espesura verde y oro, entre las ramas trémulas, canta lo desconocido. Me llama. Mas lo desconocido es entrañable y por eso sí sabemos, con un saber de recuerdo, de dónde viene y adónde va la voz poética. O.P., “Poesía e historia”, El arco y la lira (énfasis agregado) Entre la enorme cantidad de notas, ensayos y artículos que se han producido en estos meses a propósito de los 100 años del natalicio de Octavio Paz, un par de ellos (entre varios) hace referencia a la casi complicada relación entre el Premio Nobel mexicano y la religión o lo sagrado. El primero, de Adriana Malvido, incluye una cita notable, con sabor anecdótico acerca de su origen. Resulta que en la segunda visita de Karol Wojtyla a México en 1990, el poeta fue invitado a la reunión con “intelectuales y el mundo de la cultura”. Únicamente habría un orador (el historiador Silvio Zavala) y todos los demás fueron espectadores. Malvido refiere que se acercó a Paz para entrevistarlo sobre lo sucedido y que él le leyó un texto que llevaba preparado, el cual afirmaba lo siguiente: Este acto para mí no tiene, y supongo que para nadie, una significación realmente religiosa sino histórica. Mis diferencias y coincidencias con la Iglesia católica y en general con la religión cristiana no han cambiado. Pero más allá de mis ideas y creencias personales, vivimos un momento crucial en la historia política y sobre todo en la historia espiritual de México. En 1810 se inició una lucha que se agravó en 1857 y que se ha prolongado hasta el siglo XX. Esa lucha es hoy anacrónica. El jacobinismo de nuestros abuelos liberales es tan anacrónico como el grito “¡Religión y fueros!” de nuestros abuelos conservadores. La visita del Papa cierra un capítulo de nuestra historia. Un largo capítulo que ha durado cerca de dos siglos. La separación entre la Iglesia y el Estado es un hecho consumado que nadie discute, pero separación no quiere decir ni guerra ni pelea. Es hora de un mutuo reconocimiento. Los mexicanos nos reconciliamos con nuestro pasado y nos reconciliamos con nosotros mismos. Hay un aspecto de las palabras recientes del Papa que quisiera destacar: su condena de la injusta y la egoísta riqueza. La caída en Europa de las dictaduras burocráticas que gobernaban bajo la máscara del socialismo no debe interpretarse como la cancelación de las aspiraciones hacia la justicia social y la fraternidad, sobre todo en México, donde hay tanta gente que sufre. Al contrario, ahora es más urgente denunciar y combatir las inequidades, las injusticias y el crudo materialismo de las democracias capitalistas liberales. La voz de los cristianos ha sido en el pasado y ha vuelto a ser en nuestros días la voz de los desposeídos que piden justicia y de los oprimidos que claman libertad. Pienso en los misioneros del siglo XVI. Pienso en Vasco de Quiroga, pienso en Sahagún y, sobre todo, también ahora pienso en los obreros polacos de Solidaridad. Esto es lo que me parece fundamental en la nueva coyuntura histórica y espiritual de nuestra época y por eso vine aquí.1 Con estas palabras, Paz no agregó nada nuevo a sus antiguas ideas sobre la religión, católica en particular, pues desde muy joven mantuvo una gran distancia hacia las doctrinas que aprendió en su niñez temprana. Por el contrario, las refuerza notablemente pues el contexto político del momento (la caída de los regímenes socialistas de Europa central y la desintegración de la Unión Soviética) le otorgaban una resonancia que en otro momento no se hubiera apreciado lo suficiente. Su valoración de lo bueno y lo malo de la huella hispano-católica en México aflora en muchos lugares de su obra ensayística, especialmente en el tomo dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz, que le granjeó fuertes animadversiones con algunos profesores y sacerdotes. Sin tomar partido, volvió a la carga al denunciar las limitaciones y excesos de la praxis autodenominada cristiana, algo que tampoco le perdonaron esos mismos voceros religiosos. Su visión histórica, asumida durante años de análisis y reflexión, es muy mesurada al advertir los extremos a los que llegó en México la lucha por la laicidad y la separación efectiva entre el Estado y la Iglesia católica, apenas un año antes de que se instalara el plural “iglesias” en el discurso gubernamental que cambiaría el estatuto jurídico de las “asociaciones religiosas” entre 1992 y 1993. El segundo texto es una breve nota de Tulio Demicheli aparecida en España que da cuenta de una jornada de homenaje realizada en la Residencia de Estudiantes de Madrid, con la participación del poeta y profesor uruguayo Enrique Fierro, y Juan Malpartida, también poeta y crítico literario del diario ABC, moderada por el editor Aurelio Major, comisario de los actos del centenario. Desde el título de la nota se advierte el tono de lo discutido: “Octavio Paz, un poeta religioso en el sentido más profano y profundo del término”. Fierro y Malpartida desgranaron los temas que recorren las obras que para Paz fueron fundamentales después de su poesía y acerca de ella: El arco y la lira, Los hijos del limo, La otra voz; y el dedicado al amor y el erotismo: La llama doble. Para ellos, El arco y la lira, “cuyo título alude a un fragmento de Heráclito, está escrita con ‘prosa seductora’ y es un repaso ‘didáctico’ a temas como lenguaje, ritmo, imagen, inspiración, poesía y experiencia religiosa”. En Los hijos del limo, cuyo título ahora alude a un verso de Nerval, “recorre los hilos de una tradición que se inicia en filósofos como Heráclito y Platón, pasan por Plotino y las rutas gnósticas y herméticas, atraviesan el Renacimiento y el Barroco para enriquecer luego el romanticismo, y concluyen en las vanguardias contemporáneas iniciadas por simbolistas y parnasianos. Hilos que tuvieron gran relevancia en el surrealismo. […] el tercero de estos títulos él lo dedicó a la poesía del fin del siglo XX”.2 Los dos analistas “vieron en el homenajeado no sólo a un poeta de la ‘otredad’ (en la senda machadiana), sino a un ‘poeta religioso en el sentido más profano y profundo del término’”, lo que coincide con la perspectiva de uno de los estudiosos más atentos de esta veta en la obra paciana, el profesor mexicano Rafael Jiménez Cataño (San Luis Potosí, 1960) de filosofía, de la Universidad de la Santa Cruz, en Roma, quien ha dedicado dos ediciones de un volumen al asunto: Octavio Paz, poética del hombre (Pamplona, Universidad de Navarra, 1992) y Lo desconocido es entrañable: arte y vida en Octavio Paz (México, Jus, 2008).3 Formado por siete capítulos en la primera edición, creció a 11 en la segunda, con el agregado de un diálogo del autor y el poeta y crítico uruguayo Eduardo Milán, colaborador cercano de Paz en la revista Vuelta. Jiménez Cataño se propuso, en ambas oportunidades, “repensar” las “reflexiones filosóficas suscitadas por la lectura de Paz”, en especial la vertiente que atendió la relación de la poesía con lo trascendente o lo sagrado. Aludiendo a Wittgenstein y su percepción de la analogía en la vida humana, se acerca al Paz preocupado por la trascendencia (“lo desconocido”) y se pregunta: “¿Puede haber hoy armonía entre vida y poesía, entre poesía y amor, entre amor y trascendencia, entre trascendencia y persona?”.4 Con esa interrogante en mente, desmenuza el trabajo literario del también autor de Discos visuales y, sirviéndose de la frase que halló en El arco y la lira, en una de sus secciones más líricas y apasionadas, encuentra que esa posibilidad, lo ajeno, lo trascendente, también puede resultar “entrañable”. Por esa causa su introducción concluye con una sintomática y un tanto enigmática cita de Paz: “…el hombre no es un ser natural. […] Lo sobrenatural —para emplear una expresión fácil aunque inexacta— forma parte de su naturaleza. Todo lo que hace, sin excluir los actos más simples y materiales, está teñido de aspiración hacia lo absoluto”.5 A seguir su rastro dedica el resto del libro. En el primer capítulo “(La autocreación humana”) prácticamente no se ocupa de Paz pues se concentra en exponer filosóficamente (con algunas referencias al pensamiento náhuatl, la doctrina católica, citas de Wittgenstein y alusiones sueltas de textos pacianos) el tema de la búsqueda del ser. En el poeta de Pasado en claro señalará sus atisbos a “la otra orilla”, procedentes de El arco y la lira, es decir, experiencias de comunión, de salir de sí mismo. En la sección “Los nombres del quien” aborda directamente los postulados de Paz sobre la negación del yo para alcanzar la otredad, particularmente desde la vivencia del amor, con afirmaciones tomadas de Piedra de sol, el extenso poema de 1957 con influencia de Rimbaud (“soy otro cuando soy, los actos míos/ son más míos si son también de todos/ para que pueda ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros”). Para Jiménez Cataño, Paz emprendió una indagación de la trascendencia desde la inmanencia de la poesía para explicarse a él mismo sus afanes de “comunión”, vivida no ya desde el ámbito sacramental religioso o católico sino en el encuentro persistente y dramático con la historia y el amor por una persona concreta: “…el amor es uno de los más claros ejemplos de ese doble instinto que nos lleva a cavar y ahondar en nosotros mismos y realizarnos en otro: muerte y recreación, soledad y comunión”.6 .......
1 A. Malvido, “Octavio Paz y la religión”, en Milenio Diario, 3 de abril de 2014, www.milenio.com/firmas/adriana_malvido/Octavio-Paz-religion_18_274352564.html.
2 T. Demicheli, “Octavio Paz, un poeta religioso en el sentido más profano y profundo del término”, en ABC, 13 de mayo de 2014, www.abc.es/cultura/libros/20140513/abci-recital-estudiantes-201405122154.html.
3 Cf. Angélica Morales, “Presentaron el libro Lo desconocido es entrañable: arte y vida en Octavio Paz, en El Sol de San Luis, 19 de septiembre de 2008, www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n858000.htm.
4 R. Jiménez Cataño, “Introducción”, en Lo desconocido es entrañable: arte y vida en Octavio Paz. México, Jus, 2008, p. 9.
5 O. Paz, “Conocimiento, drogas, inspiración”, en Corriente alterna. [1967] México, Siglo XXI, 1988, p. 83, cit. por R. Jiménez Cataño, op. cit, pp. 9-10.
6 O. Paz, “La dialéctica de la soledad”, en El laberinto de la soledad. [1950] México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 175, cit. por R. Jiménez Cataño, op.cit., p. 29. Cf. el sitio web del doctor Jiménez Cataño: www.rafaeljimenezcatno.net.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - Octavio Paz y lo sagrado: lo desconocido entrañable (I)