Pedro Zamora García: Falta una verdadera tradición teológica

El interés por una formación teológica más o menos sistemática, más o menos formal, ha descendido notablemente.

21 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Pedro Zamora García.

Continuando con la serie sobre la Educación Teológica, según los lineamientos del compromiso contraído en el III Encuentro de Lausana, hoy entrevistamos a Pedro Zamora García, Director del Campus Fliedner que aglutina diversas obras de la Fundación F. Fliedner, entre ellas la Facultad de Teología SEUT. Zamora se licenció en teología por la Facultat de Teologia de Catalunya, hizo el máster (especialidad en Biblia) en la Universidad Pontificia de Comillas donde también se doctoró tras un período de investigación en la Toronto School of Theology. Además, es Profesor colaborador asociado de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas.
Ha escrito: Reyes I. La fuerza de la narración (Verbo Divino: Estella, 2011); Reflexiones sobre la vida (Fliedner Ediciones: Madrid, 2011); Fe, política y economía en Eclesiastés. Eclesiastés a la luz de la Biblia Hebrea, Sira y Qumrán (Asociación Bíblica Española 38 - Verbo Divino: Estella, 2002).
Pregunta.- ¿Cuál es el propósito de la enseñanza y la educación teológica? ¿Es la educación teológica parte de la misión más allá de la evangelización?
Respuesta.- Si a Dios le conocemos por su misión al mundo en Cristo (lo que tradicionalmente se ha llamado Missio Dei), entonces toda actividad teológica tiene que ver con la misión. Curiosamente, en el encabezamiento de mi CV en la web de SEUT, figura lo que considero mi lema vocacional: «Desde que tengo uso de razón —si es que se puede decir que un hombre tenga uso de razón— siempre me ha parecido que la educación teológica es, allí donde es posible impartirla, parte fundamental del anuncio del Evangelio».
P.- ¿Cuál el papel de la enseñanza en la Misión?
R.- En teoría, y por lo que he dicho antes, debería ser determinante. Vivir en la Misión y para la Misión, requiere no sólo de un aprendizaje ‘práctico’, sino de una capacidad de discernimiento que en parte viene por la sólida formación. Por alguna razón, en nuestro entorno se asocia la Misión con actividad y proyectos, cuando en realidad la Misión es obra de Dios que nosotros debemos discernir para embarcarnos en ella. Pero sin discernimiento, caemos en activismo y vana multiplicación de proyectos…
P.- ¿Es la educación teológica solo para los líderes y pastores?
R.- La educación teológica es para todos, y de facto todo creyente comprometido suele estar en algún programa de formación teológica, aunque sea en alguna actividad informal. Pero es obvio que debe haber niveles, y que los líderes y pastores deberían aspirar a obtener una sólida formación teológica, y las iglesias deberían exigírsela.
P.- ¿Deben las instituciones y programas de educación teológica realizar una revisión misional de sus planes de estudio, estructuras y ética, de manera que sean los adecuados para coadyuvar a la iglesia a responder a los desafíos a los que se enfrenta en este siglo XXI?
R.- Depende. Vivimos tiempos donde queda muy bien la ‘actualización constante’, la ‘formación continuada’, el ‘repensarlo todo’, etc., pero mucho de lo que ofrecemos bajo etiquetas de renovación y actualización no es más que pura estética. O peor todavía, es puro ‘cortar y pegar’.
En mi opinión, y hablando sobre todo del ámbito evangélico español, muy marcado por la falta de una verdadera tradición teológica, deberíamos conocer más y mejor a los ‘clásicos’ de la teología, propia y ajena. Un mayor arraigo teológico nos daría una verdadera fuerza de renovación genuina. ¿No hablaban los Reformadores de volver a las fuentes?
Descendiendo a algo más práctico, la formación teológica evangélica en España peca de ‘importación’, desatendiendo por completo tanto la tradición teológica española (judía, católica o protestante), como la realidad social española. No se trata de nacionalismo (¡Dios me libre!), sino de arraigo, precisamente, para responder a los retos de hoy.
P.- ¿Cómo se encuentran nuestras iglesias en materia de educación teológica, hoy? ¿Cómo implementarla a todos los niveles, en caso que no todos los creyentes tengan acceso a la misma?
R.- Hoy vivimos la paradoja siguiente: cinco seminarios evangélicos han obtenido reconocimiento oficial de sus programas, pudiendo ser llamados ‘facultades’ con todas las de la ley, pero a la vez el interés por una formación teológica más o menos sistemática, más o menos formal, ha descendido notablemente.
Por el contrario, domina mucho el interés teológico ‘inmediatista’, esto es, para dar respuesta a lo inmediato o a los temas más de moda que en poco tiempo se evaporarán. Este inmediatismo incluye el pragmatismo: cómo responder a esto, cómo responder a lo otro… Pero ha descendido la proporción de personas interesadas en una formación que requiera cierto esfuerzo de continuidad. Es decir, ha descendido el interés por formarse como personas, aumentando el interés por adquirir herramientas para hacer esto y aquello…
Por lo demás, y en cuanto a la implementación de una formación asequible a todos, vivimos tiempos en los que esto es relativamente fácil si consideramos los medios técnicos y didácticos disponibles. La dificultad viene de la financiación, que requeriría de una visión de gran alcance para que algunos centros colaboraran en una oferta a gran escala de programas formativos pensados no desde el ámbito doméstico de cada uno, sino desde la realidad de la España de hoy.
P.- ¿Cómo debe, entonces, hacer frente a estas necesidades?
R.- Pensando en SEUT, queremos hacer un esfuerzo por encontrar a las personas allí donde están. Por lo tanto, si predomina un interés inmediatista y pragmático, debemos atender dicho interés. Eso sí, a partir de él quisiéramos llevarlas a la necesidad de mayor arraigo teológico. Por eso estamos pensando a fondo en nuestro programa.
P.- ¿Cuáles las consecuencias de una falta de educación teológica, tanto para la iglesia como para la misión?
R.- En tanto que la Iglesia nace de la Misión de Dios al mundo, realmente podemos hablar de las consecuencias para la Misión. Y yo me centraría en una consecuencia fatal: que dejamos de hablar de la Misión, para hablar de la misión de cada uno. Dejamos de buscar el Reino de Dios que viene a nosotros, para enfrascarnos en obras y proyectos múltiples tratando de llegar al Reino de Dios. Y así, ya se sabe, nos perdemos todos y descarriamos a muchos.
Estudiar Teología, sí, también con mayúscula, dejando fuera el provincianismo denominacional, debería imprimir en nosotros un carácter más profético y, por tanto, más exigente con el discernimiento del Reino de Dios que viene a todos a pesar de nuestra inoperancia. Estudiar Teología, por tanto, debería hacernos bastante más humildes. Y sobre todo, mucho más contemplativos de la obra de Dios y mucho más capaces de celebrar juntos la Misión de Dios, en lugar de plantearla como una guerra.
P.- ¿Deben las iglesias relacionarse con seminarios o institutos bíblicos? ¿Cuál la mejor forma de hacerlo?
R.- Curiosa pregunta. Me gustaría responder con otra pregunta (y no soy gallego): ¿pueden los seminarios, facultades o institutos bíblicos tener sentido sin vinculación a la iglesia, a las iglesias? La verdad es que un centro teológico desvinculado de la iglesia es una anomalía. Cosa muy distinta es que todo centro educativo deba gozar de plena libertad de cátedra para llevar a cabo su misión. Pero yo tengo la plena convicción de que no es normal que haya iglesias que carezcan de un centro teológico, como tampoco lo es que un centro teológico no guarde algún tipo de vinculación eclesial.
Déjeme decirle algo importante: la iglesia que se resiste a dotarse del servicio de un centro teológico serio y con libertad de investigación, es una iglesia que en realidad no quiere ser iglesia. Es una iglesia que quiere ‘hacer la suya’ sin que nadie le diga lo que debe hacer. Porque lo cierto es que la Teología es profética, y por eso en muchas ocasiones la relación entre facultades o seminarios e iglesias es difícil. Y lo mismo vale en sentido contrario: un seminario o facultad que busque plena independencia de las iglesias, quiere hacer especulación teológica, pero se resiste a comprometerse con las profundas demandas que vienen de parte de las iglesias o de la sociedad.
Respecto al modo o la forma de relación, hay muchos modelos según los países y las tradiciones teológico-eclesiales. Pero por lo que acabo de afirmar, un centro teológico debe gozar de libertad a la vez que debe estar comprometido con la institución eclesial (sea por medio de una o varias iglesias). Y la institución eclesial debe ser respetuosa con dicha libertad a la vez que exigente con la contribución del centro a su desarrollo vital.
P.- ¿Cómo asegurar la centralidad de la Biblia en nuestra educación teológica pero sin dejar de lado otras vertientes de conocimiento y la realidad social en la que estamos insertos?
R.- En esto quiero manifestarme con rotundidad: el centro lo debe ocupar Cristo. La Biblia no andará muy lejos del centro, puesto que nos ‘dibuja’ a Cristo, pero cuando hablamos de centralidad hay que ser muy cristocéntricos.
Y esta precisión es significativa para la pregunta: si Cristo está en el centro, el Dios que en Jesús «extendió su tienda entre nosotros» (por traducir así a Juan 1,14), es determinante en la educación teológica. Esto significa que creemos profundamente en la encarnación de Dios en nuestro mundo. ¿Qué mejor fundamento y motivación que ésta para hacer teología conociendo bien nuestra realidad física y humana? Y sin dualismos de ningún tipo.
P.- ¿Cómo ha sido su experiencia en cuanto a su propia formación?
R.- A pesar de ser evangélico desde que nací, bueno, o si lo prefiere desde que me bauticé cuando tenía 13 años, me he formado en dos facultades católicas (Facultat de Teologia de Catalunya y la Facultad de Teología de la Univ. Pontificia Comillas) y otra ecuménica (Toronto School of Theology). Todas ellas han formado mi fe y me han formado como persona. Y sin duda me han dotado, y una de ellas, Comillas, me sigue dotando, de una visión amplia de lo que debe ser la formación teológica.
Todos estos centros congregan a equipos humanos de una excelente calidad humana y vocacional, que trabajan en libertad y compromiso con la iglesia pudiendo así ofrecer lo mejor a las generaciones siguientes.
P.- ¿Piensa que todas las instituciones académicas evangélicas priorizan también en sus planes de estudio el desarrollar en el alumnado un compromiso con la realidad que lo circunda?
R.- Yo creo que el ámbito académico evangélico, por naturaleza, está siempre muy atento al entorno en el que vive. O mejor dicho: quiere estar atento al mundo en el que vive. El problema no es tanto que las instituciones académicas prioricen o no el compromiso con la realidad que las circunda, sino cómo analizan esa realidad. Algunas teologías se acercan a la realidad social como ya condenada de la que nada se puede esperar, de modo que hay que redimirla como sea. Curiosamente, esta visión vale tanto para una formación fundamentalista ultra-negativa sobre ‘el mundo’ como para un enfoque liberacionista que condena sistemáticamente ‘el sistema’, valga la redundancia. Otras teologías son más benévolas con la realidad social y se acercan a ella como si lo único que hubiera que hacer fuera terapia de apoyo, como si la súplica «venga tu Reino» fuera más retórica que otra cosa. Y así podríamos ir desgranando varios acercamientos académicos a la realidad. Pero insisto: por definición, el ámbito académico evangélico siempre ha mostrado preocupación por que la formación teológica que imparte fuera relevante en el contexto social en el que vive.
P.- Usted es responsable de un instituto bíblico, ¿qué retos y qué perspectivas se plantean?
R.- Bueno, en propiedad no soy responsable de un instituto bíblico, sino de una facultad y seminario. No es una precisión baladí, sino que hay una gran diferencia entre los objetivos de un instituto bíblico, un seminario y una facultad.
Como retos nos planteamos los siguientes:
· Ofrecer una educación teológica evangélica de referencia en el ámbito de habla hispana.
· Articular dicha educación en dos niveles igualmente sólidos: el superior y el divulgativo.
· Pensar la teología desde la tradición teológica más sólida y desde las cuestiones más relevantes para la iglesia y la sociedad europeas del siglo XXI.
· Lograr todo lo anterior junto a otro u otros centros teológicos, pues solos es prácticamente imposible lograrlo.
No quisiera finalizar sin agradecerle profundamente a usted y a P+D su interés por la labor educativa en sí, y por nuestra labor en particular.
Finaliza la entrevista. Gracias, Pedro, por su disposición para ayudarnos a conocer más las cuestiones relativas a la educación teológica evangélica.

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