Mujer de ojos extremos

08 DE MARZO DE 2014 · 23:00

<p>
	La sulamita. Pintura de Miguel El&iacute;as</p>
,

La sulamita. Pintura de Miguel Elías

Cuando uno se esposa a la inmensidad de la mujer elegida, lo cierto es que escasean las palabras esenciales: no debe degradarse la palabra cuando de una compañera se trata. Contra los tópicos (avalados por la poesía cursilona), el aprendiz de poeta primero llena su vida de días y años, dando y recibiendo testimonios en forma de hechos, y no de palabras. Éstas se decantan luego y se anotan para ella, la elegida. Aquí un sencillo poema que afloró, cual magma, desde el cráter del Amor. Siendo para la que Dios anudó a mi destino, también lo publico para todas las mujeres, al margen de días internaciones. MUJER DE OJOS EXTREMOS Para Jacqueline Mujer de ojos extremos: soy todo convulsión durando en músculos de flamígero presidio; soy el juzgado y condenado cuando me ausento a veces por el otro tiempo de la manzana; soy el ángel rehabilitado que te sigue con su ala de amor, gentileza contra los bárbaros; soy el que desdeña pertenencias que no hacen falta, manos en ardimiento, violín flotando por aguas amargas, por soles trizados pero siempre a tu lado, a las veintitrés lunas de tus huesos, a tus noches henchidas quedándose para que bese tus sueños y cosquillee tu torso hasta volverte gacela del Líbano viniéndome cuidadosa. Tú, que tienes de Querubina, alúmbrame con luciérnagas y cuida mis desgracias, mis espectros de dos lenguas, mis miradas deshilachadas, mi vida individual y colectiva: cuídame hasta la última edad, diluvia en mi fisiología, relaciónate, relígate, ora conmigo ahora y en la hora del gozo, del llanto de la exacta realidad, creando a fondo la comunión carnal y los vientos favorables del espíritu. Yo te necesito, mujer de seda y acero: necesito tus ojos extremos para crucificarme tan de continuo, para ser testigo de tus llamas sin corrupción, alimento para mi supervivencia que ya rectificó su rumbo y atraviesa tu noche única de prodigios como si hubiese sido un sueño apretado a nosotros mismos, en plena acción de tierras y cielos aplicándose al oído tus susurros y los míos. Mujer: espósame con invocaciones que nombran lo amado, con emoción continua, con risas que destellen eternidad y asedio a mis partes mortales, aisladas por tu respiración en mitad de la almohada: centro vivo, pulsación que me concierne, cerebro febril gravitando en la certeza de mis manos, movimiento libre de tus nervios principales en cuya rotación nunca quedo a oscuras. Mujer de ojos extremos: te cobijo ahora que sientes frío y el ruido del mundo atasca historias a la orilla de tu río, de tu bosque, de tu cielo de tantas estrellas, allí donde bailé contigo baladas y promesas hasta hacerse agua nuestra boca tan temprano, juntos los dos pero distintos a todos, éxodo tras éxodo para gestar al unigénito portador de todas las sangres de aquellos forasteros que nos legaron un corazón alejado del odio. Yo te beso, mujer madurada bajo el roce íntimo de mis días vertiginosos. Te beso porque cabes en mis brazos y giras tu curva esplendorosa para que te respire como a la esposa del amor que está junto a mí en todas las resurrecciones.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - Mujer de ojos extremos