Ucrania, golpe de Estado

Las revoluciones coloreadas han coloreado lo que, en muchos casos, es simplemente derribar un gobierno legítimo, en cuanto ha llegado por el proceso de elecciones democráticas aceptado por todos, dentro y fuera del país que se trate.

28 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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	Manifestantes en Ucrania. / RIA Novosti</p>
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Manifestantes en Ucrania. / RIA Novosti

Unas notas más sobre Ucrania. Sabiendo que nuestro Proverbios avisa de no meterse en pleito ajeno; también, que si dejamos que el ladrón corra libre, corremos con él en la responsabilidad. Todo para hacer ciudadanía. El lenguaje es el campo de concentración mundial donde se ha secuestrado la libertad. Ha sido así desde el inicio de la Historia; miren las conversaciones en el inicio del Génesis. Liberemos el lenguaje. Lo que ha pasado estos días en Ucrania es un golpe de estado, pero se divulga de otra manera según convenga. No es de recibo que los luchadores por la libertad y la democracia, hayan conseguido que en su país se logren unas futuras elecciones democráticas. Eso ya lo tenían; y había salido un personaje que no gusta a todos. Aparte de gustos, la “victoria” no es de las urnas, sino contra las urnas, aunque se proclame que habrá elecciones en breve. Las habría en la secuencia normal, sin golpe de estado. Es un golpe de estado, pero con las nuevas formas. Todavía quedan ejemplos a la antigua, con los tanques en las calles, pero lo más moderno es la “revuelta”, o las “revoluciones” de colores. Un golpe de estado en colores, no suena bien. Las revoluciones coloreadas han coloreado lo que, en muchos casos, es simplemente derribar un gobierno o gobernante legítimo, en cuanto ha llegado por el proceso de elecciones democráticas aceptado por todos, dentro y fuera del país que se trate. Es el caso de Ucrania. Como nos ocupamos, como redimidos, de hacer ciudadanía cada uno en su suelo y circunstancias, no está de más volver a tomar un punto de referencia en esta reflexión, pues precisamente el autor indica que eso quería afirmar, que “civilizado… es el nombre común del amante de la civitas y del portador de civilización”. Se trata del artículo, traducción de un discurso en la plaza de la Independencia de Kiev, pronunciado por el filósofo Bernard-Henry Levy hace tres domingos, y que se publicó en la Cuarta Página de El País el pasado 16. Es un claro ejemplo de discurso falseado, de la ética política de nuestro tiempo; del secuestro del lenguaje. Sin meternos en pleito ajeno, señalemos al que ha robado la palabra. Se comienza con el clásico “todos los pueblos de Ucrania están aquí”. No; allí había grupos diversos, algunos señalados como neonazis; también gente común con sus ilusiones; y estaba el autor del discurso. En esa plaza se “constituye el pueblo ucranio”; allí “Arseni Latseniut, jefe del partido de la Dama de Kiev encarcelada [al poco la exprimera ministra fue puesta en libertad], acaba de anunciar en esta tribuna la creación de un ‘Gobierno paralelo’; a ese Gobierno surgido de Maidan, a ese Gobierno que tiene ya más legitimidad de la que tendrá nunca ese otro Gobierno de títeres a las órdenes del Kremlin”, a ese Gobierno el autor “saluda”. A ver; que ya se había formado un Gobierno paralelo. Bueno es saberlo. Además, por el partido de la señora Yulia Tymoshenko; bueno es saberlo. Porque ahora su brazo derecho, Oleksandr Turchinov es el “elegido” presidente y primer ministro interino. (Luego han puesto de primer ministro a un antiguo colaborador, varias veces ministro, del gobierno de la señora Tymoahenko, Arseny P. Yatsenyuk.) Según el filósofo del discurso, ese Gobierno paralelo tiene más legitimidad que el otro de las urnas. Bueno es saberlo. Aunque no nos da los nombres de los elegidos. Pero ya sabemos por él que tiene “legitimidad”. Además, según el autor, allí en esa plaza Europa vuelve a encontrar su ardor. El sueño de los que están allí es Europa, pero no una “Europa de los contables, sino de los valores. No de los burócratas, sino del Espíritu… No una cansada de sí misma, sino una Europa apasionada, ferviente, heroica”. Tomamos nota; los grupos de Maidan “nos están dando una lección de Europa”. Habrá que ver qué Europa es ésa. Lo que hay en esa plaza no es la mejor Europa de las libertades, puede que sea la Europa del futuro, la del secuestro de la ética y del lenguaje, la de los dictadores modernos, los que dictan cómo se debe pensar y sentir. Con la ayuda de pensadores como el autor. Sigue, “las mujeres y los hombres que habéis colocado a la cabeza de vuestro movimiento”; bueno es saberlo, son un movimiento. Esos representan “una Europa que, para todas y para todos, significa libertad, Gobierno justo, lucha contra el Estado canalla de los oligarcas, ciudadanía”. Eso está muy bien. Luchemos por esa Europa; pero hay que hacerlo contra los que están allí mismo. Junto a gente con sus ilusiones, están los que representan oligarquías que quieren ocupar la plaza que dejen vacante las otras a quienes se pretende echar. Esa es, según el autor, “la verdadera Europa”. “Somos millones”, sigue diciendo, “los que hemos comprendido que nuestro destino se decide aquí, en esta Plaza de la Independencia que habéis bautizado `plaza de Europa`”. Termino con los calificativos que quizás el propio medio no hubiera aceptado en otro contexto, “en cada ciudadano de Maidan [los “otros”, ya se sabe no son ciudadanos] hay más historia y más cultura de las que puede haber en el matasiete de Sochi, ese Tarzán que no llega a Popeye, ese falso fuerte que es un verdadero enemigo de Santa Sofía y de su sabiduría”. El caminar cívico en libertad de los territorios que antes estaban bajo la Unión Soviética está claro que se ha tropezado con las oligarquías y sus corrupciones, en todas partes; por supuesto también en Ucrania. Esos poderes siguen. No se van con un primer ministro corrupto depuesto por la plaza. (Habrá que hablar de la Europa nueva, con el vigor recuperado, según el filósofo citado, de la plazacracia.) En Ucrania están pretendiendo acabar con la corrupción de oligarcas (¿a quién sirven los nuevos/antiguos arregladores?; salvo algunos, seguramente los que han muerto, pocos son “nuevos en la plaza”, incluido el presidente interino, brazo derecho de la señora Yulia Tymoshenko [su compañero de creación de partido particular está preso por blanqueo y extorsión]), echando por tierra el sistema democrático de las urnas. Así no vale; excepto que se acepte que ahora tenemos un nuevo medio de conocer la voluntad de los que luego tendrán sus representantes en el Parlamento: la plaza. Esas plazas son resultado de políticas concretas, de motivaciones que mueven y financian a grupos, cada vez más de “expertos” (no en política tradicional, sino de la nueva de las revueltas y violencias callejeras). En la nueva política de los amos del nuevo orden internacional (el Señor se ríe de esos amos, serán quebrados como vasija de alfarero), está previsto el uso de grupos religiosos. Así ha ocurrido en Ucrania. A la Casa Blanca le son útiles. (Con los principios de la República, muy de acuerdo; con los del Imperio, enfrente.) Las organizaciones religiosas tienen que jugar un papel clave en la convivencia, la que ellos deciden, claro. Esa convivencia en Ucrania ahora significa “volver a la familia de las naciones europeas”, es decir, estar a las órdenes del nuevo amo del orden. La presencia y presión del amo bueno ha sido evidente, y lo sigue siendo. Pero el colmo del cinismo es la pretensión de reclamar a otros amos malos que no intervengan en los asuntos internos del Estado soberano. Así se amenaza a cualquiera que pretenda, por ejemplo, que zonas no afines al nuevo orden se puedan emancipar (Crimea), pues eso sería romper “la integridad territorial” (lo ha afirmado el nuevo presidente interino). Integridad territorial falsa, pues Crimea (con toda su historia de sufrimiento) hoy es casi una parte normalizada de Rusia, y se puso como “parte integral” de Ucrania por orden de otro amo en 1954. Es curioso que precisamente lo que se hizo por esos amos comunistas sea ahora sagrado para sus enemigos declarados Claro que si es, por ejemplo, Kosovo, pues ahí sí se aplica otra regla. Dictadores imperialistas; así no. Hagamos ciudadanía con libertad, liberándonos del lenguaje de estos amos tiranos; no nos hagamos esclavos de los hombres. Desde esta lejanía, sin entrar en pleito ajeno, es nuestro deber estar al lado de los ciudadanos en su tarea de vivir y convivir lo mejor posible. Con todos, con sus aspiraciones a veces contrapuestas. Fortalezcamos a los que buscan la libertad y la convivencia cívica; no fortalezcamos las manos de los que no quieren la libertad, o mejor, que solo quieren la que les sirve de instrumento para sus intereses. Tan libre, o tan lacayo, sería quien busca un acuerdo económico con el Fondo Monetario Internacional, como quien busca un acuerdo económico con Rusia.

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