Locura de amor

Toda acción deriva de una convicción. El amor en los tiempos modernos es y debe ser una locura para ser amor (no me lo invento, lo dicen las canciones).

07 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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Lorena solía asistir a las retransmisiones de radio de Paco González.

A la espera de saber más del caso en las próximas semanas (y sin duda sabremos más de uno de esos casos que deleitan a los programas de sucesos por su nivel de monstruosidad, es decir, por el horror y el asombro que nos produce el monstruo en cuestión al que nos enfrentamos), las primeras informaciones acerca del intento de asesinato de la mujer y la hija del periodista Paco González suenan a ridículo guión de telenovela barata. Y sin embargo, tienen a una mujer ingresada en la UVI, con una mano casi amputada, una hemorragia interna y varias puñaladas realizadas con un cuchillo de treinta centímetros, nada menos. Para los que no se han enterado (si es que hay algún feliz desconectado por ahí), el miércoles 5 de febrero, a primera hora de la mañana, la mujer del periodista salió de su casa en coche con su dos hijos. Dejó al pequeño en el colegio y se dirigía a dejar a la mayor en la universidad cuando dos desconocidos, un hombre y una mujer, asaltaron su coche. Iban con cuchillos y forcejearon, y le dijeron a la esposa del periodista que la iban a matar. La hija logró escaparse, y la mujer asaltante la siguió. Dentro, el hombre apuñaló a la mujer provocándole graves heridas. La hija consiguió ayuda de un trabajador que pasaba con su furgoneta por la zona, que redujo a los asaltantes hasta que tuvieron que huir, y algunos vecinos los persiguieron por el pueblo y dieron pistas a la policía, que los capturó al poco tiempo. Fue entonces cuando descubrieron que la trama la había urdido la mujer, una chica de Valladolid de 25 años, Lorena, obsesionada con el periodista deportivo, que había tomado la decisión de deshacerse de su esposa para allanar el camino hacia su amor. En ese momento tomaron sentido las denuncias que meses atrás había puesto el periodista contra alguien, anónimo, que les había estado siguiendo y realizando llamadas amenazantes. Ese alguien había sido unos sicarios (se habla de dos rusos y un búlgaro) a quienes Lorena había contactado por medio del camello de su novio-barra-amigo Iván (el otro asaltante) para asesinar a Mayte, la mujer de Paco González, pero que no solo no habían realizado el trabajo sino que les habían estafado los treinta mil euros del adelanto. Si todo esto no fuera suficiente, cuando la policía empezó a investigar llegaron a descubrir que los dos asaltantes tenían una mochila con sábanas y grilletes en el coche que habían aparcado cerca del cementerio de Majadahonda, donde pensaban deshacerse de la mujer una vez asesinada. El perfil de la agresora no puede ser más pintoresco. Quienes la conocen, los pocos que lo hacen, hablan de una persona reservada, tímida y bastante inexperta en situaciones sociales; un tanto manipuladora, que hace años también estuvo obsesionada platónicamente de un jugador de la Real Sociedad, a quien mandaba cartas de amor y perseguía en las concentraciones. Desde hacía años seguía la carrera del periodista y frecuentemente asistió como público al estudio del programa de radio. Debido a la asiduidad, en alguna ocasión los miembros del equipo les habían invitado a acompañarlos en celebraciones más personales. Todo apunta a que nunca tuvo ninguna relación personal ni íntima con el periodista, no al menos fuera de su cabeza. A su padre y a sus conocidos les hablaba de que cada vez estaba más obsesionada con él, que estaba enamorada y que él era para ella. A sus conocidos les decía que “colaboraba” con el programa y que se iba de copas con su amor, ellos solos, y que ella estaba convencida de que él estaba interesado en ella. Es como el acertijo del psicópata. En el funeral de su madre, una mujer conoce a un hombre maravilloso. Días después, ella mata a su hermana. ¿Por qué? Porque así volverá a ver a ese hombre maravilloso en un funeral de la familia. Del mismo modo, seguramente los peritos psiquiátricos averigüen que ella no veía ningún inconveniente en pretender acceder a la vida del periodista a pesar de haber sido ella quien asesinara a su esposa. A pesar de que a cualquiera el plan le parecería una chifladura. Para ella tenía sentido. Lo más escalofriante del asunto no han sido los hechos en sí, sino la normalidad de la muchacha hasta la fecha. Trabajaba en una clínica dental. Sus compañeros de trabajo, sus conocidos y su familia estaban en shock, incapaces de creer lo que había hecho alguien que ellos consideraban una mosquita muerta. Solamente alguien que entiende el amor como algo inevitable, como una locura, es capaz, vista en una situación mental comprometida, de llegar a estos extremos. Pero es que desde siempre nos han dicho que el amor es eso: una locura, una suerte que te toca y de la que no puedes escapar. Las mujeres de mi generación nos hemos criado con esa idea en la cabeza, completamente diferente a la idea de responsabilidad, elección y compromiso que supone el verdadero amor. No estoy justificando a la agresora. Pero entiendo cómo es posible que esto haya podido llegar a pasar. Toda acción deriva de una convicción. El amor en los tiempos modernos es y debe ser una locura para ser amor (no me lo invento, lo dicen las canciones). Debe ser obsesivo, absorberte el ánimo y las emociones; si no, no es suficientemente fuerte ni verdadero. Debe ser inevitable e incontrolable. Debe llegarte de una manera sobrenatural, confundirte los sentidos. Ese amor va y viene a su antojo, por eso a veces nos desenamoramos, y una vez desenamorados es imposible volver a invocarlo para salvar un matrimonio o una relación. Nos enseñan que si el motivo de nuestras vidas no es ese amor, nosotras como mujeres no valemos nada. Y, por supuesto, nuestro deber tiene que ser seguir y perseguir a nuestro corazón y a sus desvelos para realizarlo. Cueste lo que cueste, por encima de cualquiera. Si a eso le sumamos una personalidad trastornada y una historia familiar nebulosa, me pregunto cómo es posible que hayamos tenido que esperar hasta ahora para presenciar un suceso así.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - Locura de amor