Arribo de Santiago Hickey

La sencilla recomendación realizada por John W. Butler, instando a Tomás Martín Westrup para que le extendiera una invitación a Santiago Hickey fue el inicio de un trabajo que alcanzaría repercusiones muy importantes.

25 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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Santiago Hickey.

El irlandés Santiago Hickey llegó a Monterrey en noviembre de 1862. Lo hizo por invitación de un inglés, Tomás Martín Westrup, avecindado en dicha ciudad a partir de 1860.[1] Sobre Hickey, su arribo a Monterrey, las personas que influyeron para ello y las primeras actividades evangélicas en el lugar voy a ocuparme en el presente artículo. Antes proporciono algunos datos sobre el misionero independiente irlandés. James Hickey nació el 23 de septiembre del año 1800, en el pequeño poblado de nombre Sligo, localizado en County Cork, Irlanda.[2] Fue formado dentro del catolicismo romano y recibió instrucción para el sacerdocio en la Universidad de Maynooth. Por motivos que se desconocen Hickey decidió abandonar sus creencias católicas. Después de la ruptura contrajo matrimonio con una anglicana (tal vez luterana, como algunas fuentes consignan), ella contribuiría para “convertirlo al Evangelio de Jesucristo”, y también en su decisión de estudiar teología en una escuela anglicana.[3] El matrimonio Hickey solamente tuvo una hija, tenían el proyecto de ser misioneros en algún lugar. Antes de ver cumplido el sueño misionero la esposa de Santiago Hickey murió, dejándolo viudo y con una hija pequeña. Santiago y su hija emigraron a los Estados Unidos, llegando al país por Philadelphia, Pennsylvania. Considera Rivas Perea que lo hicieron “no después de 1831”. Instalados en Filadelfia, Santiago tomó la decisión de enviar a su hija a México, para que aprendiera español con la intención de iniciar su preparación para ser misionera. Ambos, en 1849, se mudaron a Franklin County, en Missouri. Un año después la hija moriría. Por tres décadas, de 1831 a 1861, Santiago Hickey “predicó y practicó el ministerio de reconciliación de la gente con Dios en cuatro estados diferentes: Pennsylvania, Maryland, Missouri y Texas”.[4] En algún momento se casó nuevamente, con una inglesa de nombre Isabel Cardwell, al tiempo que se hizo bautista. Antes de ser ministro bautista en Texas, Hickey había iniciado el aprendizaje del español. Ya residiendo en el estado de la Estrella Solitaria, primero en Bell County, en el centro de la entidad, y después en el sur texano, Santiago entró en contacto con población de origen mexicano y vislumbró la posibilidad de hacer trabajo evangélico entre ella. Hickey tomó la decisión de cruzar la frontera hacia México tanto por su interés misionero como por su posición anti esclavista, la cual era mal vista en Texas. Hacia 1861 existían condiciones legales propicias para realizar obra protestante debido a la Constitución de 1857 y a la Ley de Libertad de Cultos del 4 de diciembre de 1860 promulgada por el presidente Benito Juárez. Antes de incursionar en territorio mexicano, Santiago Hickey ingresó en 1860 como colportor en la American Tract Society, y realizó su labor en Brownsville, Texas, poblado fronterizo con Matamoros, México. La Guerra Civil estadounidense estalló en 1861, y a principios del año siguiente Hickey se trasladó a Matamoros, en el estado de Tamaulipas.[5] En una misiva escrita en Matamoros, y fechada el 7 de abril de 1862, Santiago Hickey informó a la Sociedad Bíblica Americana lo siguiente: “[…] he tenido varias peticiones por las Escrituras. Y hoy he tenido dos conversaciones muy interesantes con dos hombres acerca de la Biblia. Uno fue un hombre que vino por un [Nuevo] Testamento o una Biblia; y el otro, una persona que vino a platicar conmigo”.[6] A los dos les leyó “varios pasajes de la Palabra explicándoselos, y ellos me oyeron con profunda atención”. Hickey recibió una carta invitándolo a trasladarse a Monterrey, Nuevo León, para hacer obra evangélica. El redactor de la misiva fue Tomás Martín Westrup, quien lo hizo por sugerencia de John William Butler. Ambos desempeñarían roles importantes en el desarrollo de núcleos protestantes en distintas partes de México. En sus memorias Tomás Westrup evoca que nació en “la parroquia (distrito) de Stepney, Londres, Inglaterra, el 10 de abril de 1837”.[7] Su padre tenía una panadería. Cuando Tomás cumplió siete años, él y dos de sus hermanos, fueron “acristianados en la iglesia de St. Stephen en Stepney”. Su madre no creía en el bautismo de infantes, pero su padre sí ya que pertenecía a la Iglesia anglicana. El padre de Tomás Westrup fue contratado por el señor Sollano, un mexicano acaudalado, para que construyera un molino de harina en San Miguel Allende, Guanajuato. Con el fin de cumplir el contrato el señor Westrup viajó a México, llevando con él a su familia, con excepción de tres hijos que se quedaron en Inglaterra. El 3 de mayo de 1852 desembarcaron en Veracruz. La familia vivió cuatro años en San Miguel Allende. En 1856 Tomás se fue a San Luis Potosí, y la familia hizo el mismo camino un año más tarde. En San Luis fue “dependiente de Simpson y Pitman por dos años”. Cuenta que en “1860 me vine a Monterrey, siguiéndome los demás al otro año”. Fui tenedor de libros del señor Morell por siete años”. En 1861 Tomás Westrup conoce a “un exiliado de Texas”, se trataba de John William Butler, ingles anti esclavista. Menciona que como simple pasatiempo en discusiones con Butler defendía al romanismo. De Butler dice que “no podía discutir gran cosa, pero sí sabía citar las Escrituras”. Esto último por ser agente de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera.[8] Es Butler quien convence a Tomás Westrup para que invite a Santiago Hickey a instalarse en Monterrey. Contribuye a la decisión de Westrup que su madre muere en 1862, y poco “después me volví resuelto al protestantismo”, en cuya difusión se compromete. Para fortalecer el trabajo protestante en Monterrey es que hace la invitación a Hickey. Éste accede y llega en noviembre de 1862. Es importante aportar más información acerca de John William Butler, el responsable de haber recomendado ampliamente a Santiago Hickey. Butler compartía con Hickey profundas convicciones anti esclavistas, nacidas de su entendimiento bíblico sobre la dignidad intrínseca de todos los seres humanos. Además ambos estaban comprometidos con la difusión de la Biblia, Butler como agente de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, y Hickey con la Sociedad Bíblica Americana. John William Butler viajó por el país distribuyendo materiales bíblicos, lo mismo en Monterrey que en la ciudad de México. En ésta última conoce al grupo más activo de Padres constitucionalistas y establece relaciones de cooperación con uno de sus líderes, Manuel Aguilar Bermúdez, en cuya casa (calle de la Hermandad de San Pablo, número 4) tenían lugar reuniones de carácter evangélico desde 1861.[9] Aguilar Bermúdez, Butler y Sóstenes Juárez, entre varios otros, cambian el domicilio de sus actividades a “los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”.[10] Lo que acontece en 1864. El lugar citado se localiza cerca de la actual confluencia de las calles de Madero e Isabel la Católica, Centro Histórico de la ciudad de México. No mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865),[11] Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas forman la Sociedad de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus actividades, que continúan desarrollándose en San José el Real.[12] Como resultado de las gestiones de la delegación de los Padres constitucionalistas que viaja a Nueva York, visita la ciudad de México en 1864 E. G. Nicholson, enviado por el Foreign Comittee of the Board of Missions of the American Episcopal Church. Durante su estancia de algunos meses en la capital del país, Nicholson coadyuva para conformar la Sociedad Católica Apostólica Mexicana. Al regresar a Nueva York, Nicholson informa entusiastamente de la vitalidad del núcleo liderado por Aguilar Bermúdez, John W. Butler y Sóstenes Juárez: La causa de la Iglesia reformada ha penetrado profundamente en las mentes y corazones de mucha gente, y si es dirigida con inteligencia será un éxito. Todos los hombres buenos e inteligentes nos tratan con respeto y alegría al conocer nuestros trabajos y propósitos. El trabajo abierto por nuestra iglesia es muy prometedor… Nosotros creemos que una adoración espiritual y racional de nuestro Salvador suplantará definitivamente las formas paganas de adoración que están en boga en México, y que una verdadera Iglesia Católica Apostólica y Mexicana se moldeará frente a nosotros compensando los sacrificios de los trabajadores y será bendición para toda la gente de esta tierra.[13] Las reuniones iniciadas en San José el Real a partir de 1864 alcanzan más organización y el 18 de noviembre de 1865 tiene lugar un culto más formal, en el que participan, entre otros, Manuel Aguilar, John W. Butler, Sóstenes Juárez, José Parra y Álvarez, Julián Rodríguez Peña, Eusebio Trejo Meza y Antonio Hinojosa.[14] Tienen reuniones a las que los interesados llegan mediante invitación de alguno de los integrantes de la célula. Es decir, no propagandizan abiertamente la existencia del núcleo, aunque tampoco es un grupo cerrado y secreto. Más bien mantienen un perfil bajo, en espera de fortalecerse para proyectarse hacia fuera. Manuel Aguilar Bermúdez escribe una carta en 1865 a la Sociedad Bíblica de Londres, tal vez a instancias de John William Butler, la que inicia refiriendo que lucha “en la República mexicana por la fe que una vez fue entregada a los santos”, eco de una cita bíblica localizada en el Nuevo Testamento (Judas 1:3). Notifica que “ha sido necesario combatir con las preocupaciones del fanatismo que ha existido aquí hace más de 300 años y también con la indiferencia religiosa de muchas almas extraviadas”.[15] A pesar de los grandes obstáculos, dice Aguilar, la Biblia es distribuida y en muchos caso bien recibida por gente identificada con el partido liberal, obreros que la llevan a sus hogares y la comparten con sus familias. Percibe un futuro prometedor para la causa evangélica: Ya hallamos personas que examinan las Escrituras diariamente con espíritu de humildad y devoción; que las estudian bajo la influencia de fervientes oraciones y llenos de fe, que predican la verdad con celo apostólico, que se apropian sus saludables preceptos y se consagran a Cristo nuestro divino Salvador para vivir sólo para él. La buena semilla del Evangelio está cayendo sobre terreno sediento del agua de la gracia, el pan de la vida se toma con avidez por los hambrientos hijos, muchas ovejas descarriadas están oyendo la voz misericordiosa del divino Pastor que las llama; muchas sintiendo la bienhechora influencia de la gracia del Espíritu santo, practican la caridad. Todo esto robustece nuestras esperanzas y, nos hace confiar en que Dios, en su infinita misericordia, está visitando este pueblo para el bien. Orad con nosotros para que nuestro padre celestial se digne bendecir nuestros esfuerzos, nos dé fuerzas en nuestras debilidades y nos llene de su Espíritu para que la obra que se hace en México, sea hecha para honra y alabanza de Cristo nuestro Señor. Lo descrito por Manuel Aguilar Bermúdez a la Sociedad Bíblica londinense es de alguna manera confirmado por una fuente adversa a la implantación del cristianismo evangélico en México. En los primeros días de febrero de 1866, una publicación editorializa sobre la existencia de biblias sin comentarios que circulan en la ciudad de México. Sostiene que de acuerdo a su tradición de “haber sido siempre firmes paladines de la Iglesia católica […] hoy nuestra pugna es contra el protestantismo”.[16] El periódico menciona que “en México nos habíamos visto a cubierto de los ataques de las sectas, pero comienza la lucha, y no queremos ser los últimos en saltar a la arena”. Interpreta que la lucha comienza debido a las “biblias sin notas que regalan los protestantes, y que está prohibida su adquisición, aunque no se lean, serán despreciadas por los buenos cristianos y resulte burlada la propaganda protestante”. Además de animar a sus lectores a rechazar las biblias antes mencionadas, denuncia que en unas partes se regala y en otras se vende “un almanaque protestante muy distinto del nuestro”. En él, según el editorial, se ataca a la religión y a la civilización de la raza mexicana. Es por ello que demanda “su autor salte a la arena; tenemos un arsenal abundante para armarnos y defendernos; hay plumas en México muy bien cortadas para combatirlo”. Confía en que “un pueblo tan católico, tan bien educado en su moral como el nuestro, deseche la propaganda protestante que se ha formado para descatolizarnos, y que gasten su dinero nuestros adversarios sin lograr su intento”.[17] La asesoría de John W. Butler fue importante para la consolidación de la Sociedad Evangélica. Con su experiencia para distribuir la Biblia e interesar a distintas personas en asistir a sesiones de estudio bíblico, el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera presta un servicio clave a la causa de fortalecer el protestantismo en la capital mexicana, como el que antes hizo en Monterrey junto con Tomás Westrup y Santiago Hickey. Butler compila y escribe materiales para conformar el Calendario protestante de los amigos cristianos para el año de 1866, y 1867.[18] Éste último contiene, entre otros escritos, “La lectura de las sagradas Escrituras” y “Las tradiciones de los judíos impugnadas por nuestro Señor Jesucristo”.[19] Butler inserta anuncios en los periódicos, tanto en inglés como en español, para dar a conocer el objetivo de la organización que representa: El que suscribe, agente de la Sociedad Bíblica de Londres, establecida con la mira de propagar las Sagradas Escrituras en todo el mundo, y en todos los idiomas, sin adulteración, interpretación o comentario alguno, y a costa de cualquier sacrificio pecuniario, como lo comprueba la pérdida sufrida en las ya repartidas en México; invita a todas las personas que se interesen en la propagación del Evangelio, a que ocurran al expendio de Biblias en la calle de San José el Real núm. 21, y establezcan las relaciones que se desean, a fin de facilitar su reparto en la mayor posible cantidad.[20] Por comentarios periodísticos sabemos que John Butler se hizo conocer como persona entregada a la causa que le trajo al país. A diez años de promulgada la Constitución liberal de 1857, un comentarista observa que hace falta la misma pasión para promover las leyes que la puesta por Butler en su labor: “en suma, sería preciso imitar en la propaganda de las nociones constitucionales, el celo, el ardor y la constancia de la Sociedad Bíblica de Londres”.[21] En su defensa de la causa, Butler dirige al gobierno una petición para que los materiales distribuidos por él queden exentos de impuestos. Solicita que “se [le exima del pago de $57.80 [pesos] que por contribución le impusieron cada cuatro meses, al expendio de Biblias que tiene abierto en la 1ª calle de San Francisco núm. 14”.[22] En tanto que alguna prensa de la capital comenta que la exención favorece a los protestantes, en otras publicaciones se sostiene que la medida no es un acto para privilegiar al protestantismo, ya que “el gobierno, evidentemente, no tiene un objetivo sectario”, sino que pretende facilitar la circulación de libros que elevan “el bienestar y la instrucción pública”.[23] La sencilla recomendación realizada por John W. Butler, instando a Tomás Martín Westrup para que le extendiera una invitación a Santiago Hickey con el fin de que éste fuera a Monterrey a realizar obra protestante, fue el inicio de un trabajo que alcanzaría repercusiones muy importantes en el conjunto del cristianismo evangélico en México. Para Rubí Barocio Castells y David Livingstone Montemayor


[1]Tomás Martín Westrup, Principios: relato de la introducción del Evangelio en México. Escritos del protagonista principal en dicha obra (editados por su hijo Enrique Tomás Westrup), s/e, Monterrey, Nuevo León, México, 1948, p. 4.
[2]Pablo Rivas Perea, Rev. James Hickey: The Texan Irishmen Who Died for México, compuescrito, Baylos University, october 2011, p. 1. El trabajo de Rivas Perea recoge información sobre el personaje dispersa en varias fuentes, lo que nos ha sido muy útil para conocer datos sobre Hickey antes de residir en Monterrey.
[3] Ibíd., p. 2.
[4] Ibíd., p. 3.
[5] Cosme G. Montemayor, Hickey, el fundador, s/e, México, 1962, p. 4.
[6] Ibíd., pp. 4-5.
[7] Tomás Martín Westrup, Principios, p. 2.
[8] Abraham Téllez Aguilar, Proceso de introducción del protestantismo desde la Independencia hasta 1884, Tesis de licenciatura, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras-Colegio de Historia, México, 1989, p. 165.
[9]Daniel Kirk Crane, La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, México, 1999, p. 91.
[10] La Buena Lid, X/1896, p. 4.
[12] Abraham Téllez, op. cit., p. 169.
[13] Citado por Abraham Téllez, op. cit., p. 164.
[14] Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15/IV/1897, p. 61. El autor menciona que a casi todos ellos los conoció bien y que, por ejemplo, Julián Rodríguez fue quien le invitó a las reuniones de San José del Real; Eusebio Trejo llegó a ser su suegro, y, al tiempo en que escribe menciona que Juan Butler reside en Toluca y Antonio Hinojosa es un anciano de 80 años, sastre, fundador e integrante de la Iglesia El Mesías en la ciudad de México. Manuel Aguilar Bermúdez muere en 1867, antes de que Arcadio Morales se integrara al grupo, razón por la cual no lo conoce personalmente, años después incluso pondrá en duda su existencia como precursor del protestantismo en México. Al respecto ver El Abogado Cristiano Ilustrado, 22/VIII/1901, p 369.
[15] Texto completo de la carta reproducido por el misionero Henry C. Riley, El Abogado Cristiano Ilustrado, 20/VI/1901, pp. 198-199.
[16] El Pájaro Verde, 5/II/1866, p. 1
[17] Ibíd.
[18] Noticia, y crítica, sobre el calendario en Agustín de la Rosa, “Un calendario protestante en México para 1866”, La Religión y la Sociedad, 3/III/1866, pp. 284-288.
[19] Editado en México, Imprenta de Manuel Castro, 1866, Laura Suárez de la Torre, “La producción de libros, revistas, periódicos y folletos en el siglo XIX”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (editoras), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Publicaciones periódicas y otros impresos, vol. II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 20; Andrés Kirk, op. cit., p 89.
[20] El Boletín Republicano, 29/IX/1867 p. 4 y 20/X/1867 p. 4; The Two Republics, 3/VI/1868, p. 4.
[21]El Constitucional, 13/XI/1867, p. 1.
[22] La Iberia, 4/V/1869, p. 3.
[23] The Two Republics, 12/V/1869, p. 3.

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