La prosperidad de las Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas nos muestran lo que somos, al mismo tiempo que exponen a la luz el engaño de los falsos cristos y nos liberan del autoengaño.

06 DE DICIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Como decíamos días atrás, las ‘bienaventuranzas’ son las enseñanzas con las que Jesús les revela a sus discípulos las características propias de los hijos e hijas de Dios (los nacidos del Espíritu) (1). Las bienaventuranzas no son rasgos naturales de la personalidad o cualidades innatas, ni dones que podamos adquirir; son el resultado de la obra del Espíritu Santo en todos aquellos que perseveran en Cristo y viven como peregrinos en el mundo. El NT afirma que las personas que carecen de tales características espirituales son hijos e hijas del diablo (2); no cristianos o cristianos nominales; paganos, ateos o religiosos que viven sujetos y conformados al sistema de pecado que la Biblia denomina ‘este mundo’ o ‘este siglo’ (3). Esta enseñanza es clave para saber por qué son bienaventurados los pecadores arrepentidos. Bienaventurada es la persona desde que comienza a amar a Cristo; a maravillarse día a día con la obra y fruto del Espíritu Santo tanto en ella como en otras personas; pues desea de todo corazón ser agente de cambio y agradar a Dios, siempre (4). Pierden de ser bienaventurados los que viven sin Cristo; aquellos a quienes poco o nada importan su condición y destino final; que buscan abrirse camino por sus propios medios, confiando en sus capacidades naturales, intuición, conocimientos, voluntad y – obviamente – que en ellos se cumpla la ley de la probabilidad (5). También los hay – y no son pocos - los que se guían por valores morales, y los que se involucran en causas nobles en favor de los menos favorecidos. Nada de eso sería malo si se reconociese que es fruto de la ‘gracia común’ de Dios y no del falso espíritu mesiánico que convence, controla y fanatiza al pecador reclamando ser el único camino para construir un mundo mejor (6). A ninguno de estos les sirven las enseñanzas de Cristo; es más, los que alcanzan el éxito que buscan no soportan el Evangelio; lo consideran una de las tantas mentiras religiosas que compiten en el mercado; y son los primeros en poner como ejemplo de ello al ‘evangelio de la prosperidad’, pues no pueden ver las diferencias entre la verdad y la falsificación. LAS BIENAVENTURANZAS NO SE PACTAN Los que no estudian las Escrituras ignoran que ningún ser humano - por buen filósofo, empresario, científico, profesional, moralista, religioso o educado que sea - entrará en el reino de los cielos por su condición. La Biblia enseña que nadie puede salvarse a sí mismo; y que la única salvación es creer en la persona y obra de Jesucristo, el unigénito hijo de Dios (7). Esta verdad es negada por los que predican su falsa doctrina usando técnicas de venta basadas en el pensamiento e imagen positivos. Otros, menos sofisticados, se guían por frases hechas como: ‘Nada atrae al éxito tanto como el éxito mismo’; ‘¡Tú puedes!’; ‘¿Dónde están esos valientes?’ Son ricos mercaderes que exhiben su opulencia afirmando que se obtiene pactando con Dios. Decidí gastar un poco de tiempo viendo uno de los videos que esos mercachifles condenados por la Palabra de Dios suben a internet (8). Llegué a la conclusión de que esto mismo ya ocurría en el Medioevo con la compra-venta de indulgencias. Contra esas herejías protestó Lutero, originando la necesidad de cambios profundos en la iglesia; y a su reclamo se unieron otros hasta dar lugar a la Reforma (8). Los fanáticos seguidores de la apostasía no entienden que, dándoles su dinero, están enriqueciendo a los herejes; y que éstos son muy mezquinos a la hora de recompensar tan fiel necedad. Lo que ellos comparten de sus bienes no resiste comparación alguna con la incomparable recompensa que da Jesús a sus discípulos: ‘porque de ellos es el reino de los cielos’ (9) como concluyen la primera y octava bienaventuranzas. No es casual que a la naturaleza sobrenatural del cristiano genuino le corresponda una conducta que va a contramano de los intereses del mundo. Encuentro aquí una relación íntima con la obra invisible, pero real que realiza en todo creyente fiel nuestro Señor Jesucristo, Alfa y Omega, el primero y el último (10). Jesucristo es el Único que puede introducirnos en Su reino. Para alcanzar la prosperidad que nos da Dios en las Escrituras es necesario mirarnos con frecuencia en el espejo de las Bienaventuranzas. Ellas nos muestran lo que somos, al mismo tiempo que exponen a la luz el engaño de los falsos cristos y nos liberan del autoengaño. 1. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. En ninguna época fue algo popular reconocer la pobreza espiritual. Toda pobreza es considerada peligrosa y el pobre es ‘persona no grata’ en todo sitio. Difícilmente en la actualidad a alguien se le ocurriría iniciar un movimiento social bajo el lema: ‘Pobres en espíritu del mundo ¡uníos!’ Lo tildarían de ridículo o de lunático. En comparación, ‘los indignados’ apenas si consiguen un guiño oficial como respuesta a sus airados reclamos. Comencemos diciendo que esta primera bienaventuranza condiciona a todas las otras que le siguen. Sin embargo, un error bastante frecuente es confundir su verdadero alcance. Será quizás porque mientras Mateo dice ‘pobres en espíritu’, Lucas menciona ‘pobres’ a secas: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.” (11) ¿Hay contradicción entre los evangelistas? No, si leemos el resto de lo que dice Lucas en todo ese capítulo y el resto del evangelio donde deja en claro que la condición social no interviene en la salvación del pecador. Pero, tomemos en cuenta otras enseñanzas. Si bien Jesús enseñó que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos no debemos pasar por alto que lo hizo en una cultura donde lo político y religioso estaban íntimamente ligados a las riquezas materiales, y la pobreza era considerada como castigo divino (12). Deberíamos cuidarnos de usar las palabras de Jesús para –automáticamente – afirmar que todos los pobres, por el solo hecho de serlo, tienen garantizada su entrada en el reino de los cielos. En este punto yerran no pocos cristianos. La pobreza no es considerada algo bueno en las Escrituras. En el AT se alaba al hombre que teme a Jehová porque es prosperado en todos sus caminos (13); y se afirma que la pobreza resulta de la injusticia generada por los necios enriquecidos y todos los que se apartan de Dios. En el NT Jesús sacude el statu-quo; al punto tal que sus asombrados discípulos se inquietan y preguntan: “¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.” (14) Hacer un voto de pobreza, por sí mismo, tampoco le abre las puertas del cielo a nadie (15). No se puede negar que haya muchos pobres que confían en las riquezas (que ansían tener) tanto o más que los ricos (que ya tienen). Los que así piensan y viven no son de Él y no reinarán con Él. Anhelar la prosperidad temporal más que la vida eterna les anula el gozo de anticipar el glorioso momento de heredar la tierra cuando venga el Rey de reyes (16). El Señor Jesucristo subraya la pobreza de espíritu, es decir la condición del hombre que se considera a sí mismo y se ve en un estado de indignad tal a causa de su pecado que siente vergüenza delante de Dios. El contraste, entonces, entre un ‘pobre en espíritu’ y uno que no lo es, lo marca el reconocimiento o la negación de esta verdad. La pobreza y la riqueza material per-se no salvan ni condenan a nadie. Todos nacemos destituidos de la gloria de Dios, muertos espiritualmente a causa del pecado (17). Cuando niños, no éramos conscientes de esa condición; ésta se hizo consciente en nosotros la primera vez que transgredimos una norma y se nos sancionó con un castigo. Después, pecamos deliberadamente. Hasta que creímos en Cristo, entonces entendimos que pecamos porque somos pecadores y que Él es el único que hizo todo lo necesario para liberarnos de la esclavitud del pecado. La pobreza en espíritu se hace evidente en el pecador que se da cuenta que, sean cuales fueren sus circunstancias externas, interiormente está vacío. Descubre que nada de aquello con lo que intenta llenar ese vacío lo sacia; por más que busque nunca encuentra algo o alguien que lo satisfaga y calme su ansiedad. El evangelio de Jesucristo actúa de dos maneras: muestra el pecado que condena, y al Único que nos perdona y libera del merecido castigo. Dicho de otra manera, nos hace doler el mal que hacemos –por comisión u omisión- y desear ser liberados de esa carga que nos llena de culpa e insatisfacción. La Palabra nos mueve al arrepentimiento, a confesar nuestro pecado, nos libera del peso de la carga y, ya vacíos de ella, comienza a llenarnos con Su Espíritu. Jesucristo se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos. Desear el día de su regreso nos purifica (18) e identifica con los pobres en espíritu. Por eso, ningún cristiano debiera dudar respecto de su destino eterno (19). 2. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Entramos al mundo llorando. El partero coge el tembloroso cuerpecito del recién nacido y le provoca el primer llanto para asegurarse de que su sistema respiratorio haya comenzado a funcionar. De allí en más, llorábamos si teníamos hambre, si nos dolía algo o nos negaban lo que pretendíamos. Dejamos de llorar de tanto que nos repitieron ‘niño: los hombres no lloran’, o ‘niña: con llorar no ganas nada’. Los adultos nos disculpamos cuando se nos cae una lágrima; pero reconocemos una buena actuación cuando el actor o actriz llora con creíble naturalidad en la ficción. Al final de nuestra vida en este ‘valle de lágrimas’, lloramos la partida de un ser querido; y lloramos cada vez que recordamos algo suyo. Jesús nos revela que los pobres en espíritu no tienen problemas para llorar. El hijo pródigo llegó al punto de quebrarse cuando se miró a sí mismo, recapacitó sobre cómo había dilapidado su herencia y se vio en una condición peor que la de los cerdos que cuidaba. Aunque el relato no lo diga, podemos imaginar a un muchacho arrepentido y llorando de amargura a causa de su desvarío. También, el emotivo reencuentro con el padre con su rostro bañado con lágrimas de regocijo por haber recuperado al hijo perdido (20). Aunque lloró por su amigo Lázaro (21) y por la ciudad de Jerusalén al anticipar su destrucción (22), Jesús pidió a las mujeres no llorar por Él (23) sino por ellas mismas y por sus hijos. Pablo nos insta a llorar con los que lloran (24). Llorar es algo habitual para los pobres en espíritu. El cristiano tiene suficientes motivos para llorar siempre. Porque es pobre en espíritu tiene desarrollada esa sensibilidad. Cada día de su vida descubre que frente al eterno amor de Dios no es merecedor de ser su hijo; y siempre tiene nuevos motivos; entre otros: descubrir en su vida algún pecado oculto, enterarse de la enfermedad terminal de un ser querido, o a causa de los corruptos que se enriquecen a costa del Estado. Pero, llora también de alegría: por saber que ha sido perdonado del pecado confesado; o por recibir una llamada del ser querido por el que oraba, con quien ahora alaba al Médico de médicos que le ha sanado, o por enterarse que la justicia ha ordenado el encarcelamiento de políticos corruptos. A los cristianos no nos convence el falso consuelo que dice ‘no importa, ya pasará y todo estará bien otra vez’. Porque nada de eso es cierto. Lo único cierto, porque lo afirma Jesucristo, es que somos bienaventurados si lloramos, porque siempre hemos de recibir consuelo de Su parte. En el cielo mismo y en la nueva Jerusalén que bajará del cielo, Él mismo enjugará nuestras lágrimas (25). 3. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad Ser manso no se refiere aquí a tener una actitud apocada, laxa o permisiva. La mansedumbre de la bienaventuranza no tiene nada que ver con la personalidad natural de una persona; es la del pobre en espíritu que está convencido de que entrará en el reino de los cielos; y que también es consolado cuando, por acción de la palabra o el Espíritu de Dios, es compungido y movido al llanto. Manso es alguien que ve las circunstancias de su vida, de su entorno particular y general, y a todos los que le rodean, con ojos diferentes a los que aún viven esclavos de ansiedades, rispideces, quejas y violencia. Su mansedumbre, lejos de ser flojera, es la fortaleza que recibe todo aquél que confía en Quien le ha hecho heredero de sus riquezas en gloria (26). Como tal vive en paz y está en condiciones de mostrar que su estado se debe a haber recibido la paz que solo puede dar Jesucristo (27). Somos mansos si tenemos la certeza diaria de que en nuestro corazón está Jesucristo; nadie menos que el Salvador nos invita a compartir su carga ¡que resulta ser mucho más liviana que la nuestra! Recordemos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (28) En este contexto, uno se pregunta seriamente: ¿Puede alguien que haya hallado descanso para su alma estar inquieto y desesperarse por una cuestión de dinero o salud? ¿Es de los mansos pensar que Dios puede olvidarse de sus promesas y que necesite de nosotros para que se las reclamemos? ¿Es un acto de fe en Dios - que pactó a perpetuidad con Israel- pactar con Él para satisfacer nuestros deseos temporales? Somos los coherederos con Cristo de la tierra a la que Él vendrá para gobernar en Su día (29). No sabiendo cuándo será, si por caso fuese dentro de horas ¿Cuáles bienes hemos atesorado más: los terrenales o los celestiales? 4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. “Si todos los habitantes de este mundo supieran qué es tener 'hambre y sed de justicia’, no habría peligros de guerras. Ahí tenemos el único camino para la verdadera paz. Todas las demás consideraciones, a fin de cuentas, no van a la raíz del problema;” es una de las irrefutables reflexiones del recordado expositor M. Lloyd Jones en sus prédicas sobre el ‘Sermón del Monte’ (30). Esta cuarta Bienaventuranza nos introduce en lo que resulta ser el corazón mismo del Sermón; razón por la cual no podemos terminar aquí este artículo. Preguntémonos qué es tener ‘hambre y sed de justicia’ e intentemos encontrar respuestas bíblicas que nos libren de tropiezos y de caer en falsas interpretaciones. Comencemos por recordar que ‘bienaventurado’ es sinónimo de afortunado y feliz; y por decir que no estaríamos errados si dijésemos que la felicidad y la fortuna son las metas compartidas por la mayoría de la gente. Los evangelistas de la prosperidad también lo saben, ¡y vaya si lo explotan al máximo! Saben que la gente quiere ser feliz, huir de dolores y, en lo posible, tener suficiente holgura económica para darse los gustos en vida. La meta generalizada es la saciedad, la plena satisfacción en todas las áreas de la vida. Estamos rodeados de gente que justifica el hecho de vivir saciada y feliz repitiendo que ese es el propósito del Creador. “Por algo nos creó Dios – dicen – con la capacidad y los medios naturales con los cuales ser felices y tener abundancia.” Entonces, cada cual atiende su juego sin importarle el otro. Con esa manera ‘tan humana, comprensible y justificable’ de conducirse en la vida le dan una vuelta de campana a la bienaventuranza. La ponen ‘patas arriba’, para decirlo con vulgaridad. Para el común de la gente vivir saciado, sin tener necesidad de nada, sin sufrir penas o incomodidades, eso, es ser bienaventurado. Entonces, luchan día y noche hasta obtener lo que Dios da por ‘añadidura’, relegando a segundo plano ‘el reino de Dios y su justicia’ (31). En nuestra próxima, intentaremos dar por tierra con la mentira mundana que se ha enquistado en las iglesias secularizadas. Para ello veremos juntos qué significa ‘justicia’ y por qué el ‘hambre y sed de justicia’ no tiene nada en común con tener hambre y sed de felicidad y abundancia. Será hasta entonces, si el Señor lo permite. Notas Ilustración tomada de ‘Aventuras de Gorek – 2009’; link: www.gorek.com.ar 1. Juan 3:5,6 2. Juan 8:44; 1ª Juan 3:8, 10; Hechos 13:10 3. Las Escrituras aportan dos acepciones bien diferenciadas del término ‘mundo’; una, refiere al planeta tierra y se da en casi todo el AT; es el medio biodiverso creado por Dios para desarrollar la vida en sus multiformes facetas. La otra refiere al sistema de gobierno espiritual que encabeza Satanás (padre de la mentira, el hurto, la corrupción, el engaño y la violencia) que, a causa del pecado, controla a los individuos a través de líderes políticos corruptos e impera en la sociedad alimentando la iniquidad, el caos y la muerte. Para llegar a comprender esta diferencia conviene estudiar el uso de los términos ‘mundo’ y ‘siglo’ en los textos siguientes: Mateo 12:32; 13:22, 40; Marcos 4:19; Lucas 16:8; 20:34; Romanos 12:2; 1ª Corintios 1:20; Efesios 6:12; 1ª Timoteo 6:17; Tito 2:12; compárese con: Mateo 13:38; 16:26; 18:7; Marcos 8:36; Lucas 9:25; Juan 1:9; 3:16,17; 7:7; 8:12; 9:5; 12:19, 25, 31; 14:27, 30; 15:18; 15:19; 16:11, 20, 33; 17:14, 16; 18:36; 1ª Corintios 1: 21, 27, 28; 2:12; 3:19; 5:10; 7:31, 33, 34; 2ª Corintios 7:10; Gálatas 4:3; 6:14; Efesios 2:2; Colosenses 2:8, 20; 2ª Timoteo 4:10; Santiago 1:27; 4:4; 2ª Pedro 1:4; 2:20; 1ª Juan 2: 15, 16, 17; 3:17; 4:3-5, 17. Dios ama al mundo por Él creado pero condena el sistema establecido por Satanás y sus hechos de disolución (“en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” Efesios 2:2) 4. Gálatas 5:22; Efesios 5:9; Mateo 5:13-16 5. La probabilidad es un método por el cual se obtiene la frecuencia de un suceso determinado mediante la realización de un experimento aleatorio, del que se conocen todos los resultados posibles, bajo condiciones suficientemente estables 6. Los que abusan de la ‘gracia común’ generosamente impartida por Dios a sus criaturas caen en extremismos. El fundamentalismo es una manera de defender una determinada doctrina asumiendo que es la única que asegura su integridad o pureza más rigurosa. Los que militan convirtieron a ‘Fundamentalismo’ en sinónimo de ‘Intransigencia’; e.g.: los fundamentalistas musulmanes defienden la observancia rigurosa del Corán en la vida civil (como la Nueva Constitución que intentan imponer en Egipto) e impulsan la "guerra santa" contra los ‘infieles’. Los fundamentalistas evangélicos en EE.UU. (por lo menos el importante sector de Republicanos) defienden el derecho de su nación a intervenir en los países que afecten a sus intereses económicos y políticos, según decidan sus gobernantes; interpretando políticamente las profecías del AT justifican al Estado de Israel por permitir que los fundamentalistas sionistas maltrate y expulse a los palestinos de su territorio; no objetan que el militarismo y la industria armamentista de EE.UU. causen pobreza y hambre en el mundo, ni que los banqueros judíos las financien. Luego, envían misioneros sostenidos por agencias fundamentalistas al retirarse las fuerzas armadas de su país de los territorios ‘intervenidos’ 7. Hechos 4:12 8. Si el lector soporta unos 8 minutos de su tiempo para ver cómo funcionan los falsos cristianos evangélicos para enriquecerse usando la Biblia, puede clicar en: https://www.facebook.com/photo.php?v=634401176602163&set=vb.153913907984228&type=2&theater. Una de las características de la iglesia apóstata es hacer mercadería de los que se congregan (2ª Pedro 2:3) por amor a las ganancias deshonestas (Hechos 8:18-20; 1ª Timoteo 3:3, 8; Tito 1:7). Hoy, como en el siglo XVI, 500 años atrás, es necesario salir de la apostasía. No son pocos los que ya piden una nueva Reforma; pero esta vez desde el seno del Protestantismo 9. Compárese Mateo 5:3 con 5:10 10. Apocalipsis 1:11; 21:6; 22:13. Esta idea está íntimamente imbricada en las Bienaventuranzas, porque nadie podría reflejarlas si el Señor glorificado no estuviese operando siempre dentro del cristiano. Pablo lo define así: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” Filipenses 1:6; Jesucristo es tanto el Principio como el Fin 11. Lucas 6:20 12. Mateo 19:23,24; comparar con Proverbios 13:18; 24:32-34 13. Salmos 128 14. Marcos 10:26,27 15. El médico, escritor y predicador Martyn Lloyd Jones, en “El Sermón del Monte” comenta respecto de esta bienaventuranza: “La mayoría de los comentaristas católicos y sus imitadores en la Iglesia Anglicana les gusta interpretar este versículo en este sentido. Lo consideran como la autoridad bíblica en la que se basa la pobreza voluntaria. Su santo patrón es Francisco de Asís; a él y a quienes son como él, los consideran como a los únicos que se conforman a esta Bienaventuranza. Dicen que se refiere a los que han abrazado voluntariamente la pobreza. (…) Pero es obvio, por las razones expuestas, que violenta a las Escrituras.” Como contraste, una de las tantas frases que circulan en las redes sociales reza con ironía: “Era tan pobre que lo único que tenía era dinero” 16. Lucas 16:19-31; comparar con 18:7,8 17. Efesios 2:1, 5; 5:14 18. 2ª Corintios 8:9; 1ª Juan 3:3 19. Hebreos 10:35; 1ª Juan 2:28; 3:21; 4:17 20. Lucas 15:11-31 21. Juan 11:35 22. Lucas 19:41 23. Ibíd. 24:28 24. Romanos 12:15 25. Apocalipsis 7:17; 21:4 26. Gálatas 3:29; 4:7; Tito 3:7; Santiago 2:5 27. Juan 14:27; 16:33 28. Mateo 11:28-30 (negritas del autor) 29. Romanos 8:17; Efesios 1:16b-23; 3:6; Apocalipsis 11:15; 20:6; 22:5 compárese esos textos con la advertencia de Jesús en Lucas 17:31-33: “En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará”. Si bien la primera interpretación de esta advertencia es un aviso respecto de la destrucción de Jerusalén en el 70, las citas que Jesús hace respecto de los días de Noé y Lot tienen que ver también con su segunda venida; debemos prepararnos para ese día, como para el día de nuestra muerte; porque cuando llegue – como ocurrió con Noé, Lot y Jerusalén - ya será demasiado tarde para hacerlo. Sigamos el consejo de Mateo 6:19,20 30. Obra citada en nota 15; capítuloVII: ‘Justicia y Bienaventuranza’ 31. Mateo 6:33

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