Camus, filosofía del absurdo y existencialismo

El existencialismo que reconocía y apoyaba Camus era la denuncia contra “la amenaza mortal que se cierne sobre nuestra condición y lo esteriliza todo. Sólo el grito hace vivir”.

22 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Este es el tercer artículo que publica Protestante Digital para recordar al Premio Nobel de Literatura Alberto Camus, nacido en Argelia hace cien años, cuya obra la desarrolló enteramente en Francia. En sus escritos Camus se aferró a los grandes problemas fundamentales de la vida en aquella Europa destrozada por la guerra. Su obra, a pesar de hallarse influenciada por el sufrimiento de la resistencia y de las muertes permitidas en los combates, es de una objetividad tranquila, concisa, sin pretensiones mesiánicas. Él mismo definió su misión de escritor con estas palabras: “Mi papel no es en modo alguno el de transformar el mundo ni al hombre. No tengo suficiente virtud ni talento para ello. Pero quizá sea el de servir desde mi sitio a los valores sin los que un mundo, aun transformado, no vale la pena de ser vivido; sin los que un hombre aunque nuevo, no es digno de ser respetado”. ¿Qué hay aquí de conceptos existencialistas tal como Kierkegaard y Sartre lo entendían? ¿Dónde está el absurdo de la vida que muchos contemporáneos le atribuían? Lo que yo veo en ese humilde y sincero texto de Camus es una confesión de humanismo que le enaltece. Un humanismo que carga el acento sobre el valor y la dignidad del hombre y sus capacidades creadoras. ¿No fue esto lo que practicó y predicó el Maestro de Galilea en su corta vida terrenal? CAMUS, ¿FILÓSOFO O LITERATO? Cuando la Academia Sueca le entregó el Premio Nobel lo justificó en base a “su importante producción literaria”. Menciona al literato, no al filósofo. A Camus se le discutía en Francia su condición de filósofo. Círculos literarios de su época lo discriminaron por esta causa. También fue discriminado por la Academia Francesa, pero era filósofo. Se hizo filósofo. Alternando los estudios en la Universidad de Argel con ocupaciones múltiples para vencer la penuria económica, en 1936 consigue la licenciatura en Filosofía. No puede ampliar estudios a causa de la tuberculosis que contrae. Camus se defiende de sus detractores en el artículo FILOSOFÍA Y NOVELA(4). Pensar es ante todo crear. “El filósofo, aunque sea Kant, es creador. Tiene sus personajes, sus símbolos, su acción secreta, tiene sus desenlaces”. El literato es asimismo un creador. “Los grandes novelistas son novelistas filósofos”. La única diferencia entre ellos es que el literato ha preferido “escribir con imágenes más bien que con razonamientos”. Rácano y reservado en sus juicios, el religioso Teófilo Urdanoz se limita a confesar que “si bien la obra de Camus es eminentemente literaria, contiene algunas concepciones filosóficas expuestas en los ensayos y reflejadas vivamente en sus novelas y teatro” (5). Es otro filósofo, francés de origen judío, nacido, como Camus, en Argelia, Bernard-Henri Levy, quien reconoce y sublimiza la condición de filósofo del autor de LA PESTE. “Camus es filósofo de formación. Si no es catedrático, si no hace en Argel las famosas oposiciones que quizá le habrían ganado el respeto de los señores de la calle de Condé es porque, roído por la tuberculosis, no puede obtener el certificado de buena salud que la República, en esa época, exigía a sus futuros profesores. “Lo que es cierto, en cambio, es que Camus es, y lo reconoce, un filósofo de un género particular. Es un filósofo que se ríe de los filósofos que ceden al academicismo, la pompa, la oscuridad. Es un filósofo que considera desde el primer día, es decir, desde su colaboración en ALGER RÉPUBLICAIN, que el periodismo es un género filosófico de pleno derecho. Un filósofo artista. Un filósofo que toma de todas partes las armas que necesita. Un filósofo que, además, nunca ha separado su vida de su aventura intelectual y, por tanto, siempre ha ejercido el doble juego de una vida escrita y unos libros intensamente vividos. Este tipo de filósofo inventa una actitud al mismo tiempo que produce una obra. Es autor de un estilo antes que de un sistema. ¿Pero no es ésa, según sus queridos griegos, la propia definición de la filosofía?” (6). EXISTENCIALISMO Que Alberto Camus fue un filósofo encuadrado en la corriente existencialista, nadie lo pone en duda. Dos de sus obras más conocidas, EL EXTRANJERO, ambientada en Argelia, y el ensayo EL MITO DE SÍSIFO, reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Pero se equivocan y malinterpretan autores ultraconservadores como Sabino Alonso Fueyo cuando pontifican que el existencialismo no es otra cosa que “la fuga constante de lo divino, que nos habla de un futuro sin esperanzas, sin fe en los destinos eternos”. (7) Este no era, en absoluto, el existencialismo que creía y proclamaba Alberto Camus. Para enjuiciarlo es preciso tener en cuenta el contexto histórico que tocó vivir a nuestro autor ante el panorama de una Europa destruida. Dice Nicolás Abbagnano que “después de la segunda guerra mundial, el existencialismo aparece como el reflejo más fiel o la expresión más auténtica de la situación de incertidumbre de la sociedad europea, dominada todavía por las destrucciones materiales y espirituales de la guerra”. (8) El filósofo y teólogo Soren Kierkegaard decía en el siglo XIX que el existencialismo es el bien más elevado para que el individuo encuentre su propia y única vocación en la tierra. Que cada cual elija su camino sin estar sujeto a modelos universales. Un camino propio que dé sentido a la existencia a este lado de las nubes. A un francés nacido en Argelia, en la pobre región de la Cabilia, donde él mismo hubo de recorrer el itinerario del hambre, según confesión propia (9), no se le puede reprochar que se planteara la problemática de la vida humana y el papel del hombre en un mundo violento, donde la libertad individual se hallaba amenazada por las potencias en conflicto. En aquella Europa en guerra un escritor como Camus estaba obligado a tomar partido, al menos, respecto a Francia, Alemania, Argelia y la Unión Soviética. Las razones existencialistas surgen en Camus cuando tiene ante sí la opresión fascista, franquista, colonial y soviética. Tal situación plantea a todo hombre con la sensibilidad y entendimiento de Camus una situación de incertidumbre, inestabilidad y duda que le lleva a dos caminos diferenciados: La abdicación o la acción y la denuncia. Camus eligió lo segundo. Si a esto se le llama existencialismo, el vocablo no cambia la realidad de los hechos. El catedrático de Filosofía en la Universidad de Viena, Leo Gabriel, contemporáneo y poco amigo de Camus, dice que con su teoría del existencialismo el escritor francés pretende dar sentido a lo sinsentido. (10) ¿Está diciendo que la realidad de la existencia humana carece de sentido? El existencialismo que reconocía y apoyaba Camus era la denuncia contra “la amenaza mortal que se cierne sobre nuestra condición y lo esteriliza todo. Sólo el grito hace vivir”. (11) Desde las páginas del diario COMBAT, donde fue redactor jefe, elaboró una teoría del existencialismo original, basada en experiencias y vivencias propias y ajenas. El filósofo nacido en África y emigrado a Europa concibe el existencialismo como el absurdo de una vida rutinaria, vacía, carente de estímulos. Una vida aprisionada en conceptos, alejada de la realidad existente. ----------------------------------------------------------- 4. O.C. Tomo I, págs. 304-305. 5. Teófilo Urdanoz O.P., HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1978, página 709. 6. Bernard-Henri Lévy, artículo en el diario EL PAÍS, Madrid 9 de enero del 2010. 7. Sabino Alonso Fueyo, EXISTENCIALISMO Y EXISTENCIALISTAS, Editorial Gueri, Valencia 1949, página 14. 8. Nicolás Abbagnano, HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, Editorial Hora, Barcelona 1982, volumen III, página 726. 9. O.C. tomo IV, página 471. 10. Leo Gabriel, FILOSOFÍA DE LA EXISTENCIA, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1974, página 283. 11. Véase el artículo LOS HIJOS DE CAÍN, O.C., tomo III, Págs. 47-56.

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