Toyohiko Kagawa: el trabajo del Amor

Kagawa, que se formó en la Universidad Presbiteriana de Tokio y en el Seminario Teológico de Princeton, sufrió cárcel por defender los valores de Cristo con los más desfavorecidos.

16 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Con cierta frecuencia solemos llamar por teléfono al maestro Samuel Escobar. Resulta tan grato oírle muy cerca, aunque esté por el mediterráneo valenciano. Este viernes, tras su charla con mi esposa, y ya en mi turno de conversa, extrajo de su memoria el nombre del teólogo y poeta japonés Toyohiko Kagawa(1888-1969). Y me dijo: “Qué pena, querido Alfredo, que no tenga conmigo todos mis libros, pues le sacaría copia de su poemario ‘Cantos de los barrios bajos’, traducido desde la versión inglesa por el magnífico teólogo y poeta mexicano Gonzalo Báez-Camargo”. Nada más colgar el aparato, empecé a buscar la poesía de Kagawa, pues nada conocía de su obra. Y pronto, por Wikipedia, supe algo de este japonés de Kobe que se hizo cristiano protestante en una época y en un país especialmente difícil para seguir a Jesús. Empecé a comprender la sugerencia de maestro Escobar, más todavía cuando accedí al ensayo de Anri Morimoto, titulado “El profeta olvidado: Redescubriendo a Toyohiko Kagawa”, escrito en inglés y publicado en The Princeton Seminary Bulletin, Vol. 28, No. 3 (2007). También encontré un artículo sobre él, escrito hace muchos años por Bernardino Pareja, poeta y ensayista colombiano. Lo tituló “Poeta del sol naciente”. En 2010 un grupo de investigadores volvió a editar, en edición crítica y bajo el sello de la Universidad del Quindío, el libro “Argonautas del espíritu”, donde se encuentra el citado ensayo. EL PROFETA OLVIDADO Luego leí un interesante ensayo del filósofo y pastor Alfonso Ropero: “Kagawa. Notas sobre el pensamiento social cristiano”, publicado originalmente en Lupa Protestante. De él extraigo un par de citas que dan una mínima dimensión de un hermano cuyo ejemplo debería servirnos a todos. Así, por ejemplo, viendo la devastación que en el pueblo norteamericano causó la Gran Depresión, reunió una serie de conferencias en un libro que tituló Economía Fraternal. Allí dice: “Hay que construir puentes que salven la brecha existente entre los productores y los consumidores con amor fraterno. De otro modo, la sociedad nunca será salva, sino que la depresión, el pánico y el desempleo continuarán para siempre”. (Brotherhood Economics, Harper & Brothers, New York, 1936). Muy oportuno y hasta profético para estos tiempos de España. Menos mal que lo escribió entonces, cuando no existía lo que se denomina Teología de la Liberación. Algunos ya lo habrían linchado por decir estas cosas tan evidentes. Y esta otra perla, directa a la línea de flotación de un sector importante del mundo evangélico: “Hay teólogos, predicadores y maestros religiosos, no pocos, que consideran que lo esencial del cristianismo es revestir a Cristo con formas y fórmulas. Miran con desprecio a los que siguen a Cristo en el trabajo y la fatiga, motivados por el amor y pasión de servir... Conciben la religión del púlpito mucho más refinada que movimientos en pro de la fraternidad entre los hombres... La religión que Jesús predicó fue diametralmente opuesta a esto. No dejó ninguna definición de Dios, pero enseñó la práctica real del amor”. UN CRISTIANO COMPROMETIDO Kagawa, que se formó en la Universidad Presbiteriana de Tokio y en el Seminario Teológico de Princeton (1914-1916), sufrió cárcel por defender los valores de Cristo con los más desfavorecidos, apoyando sus reivindicaciones laborales, viviendo pobremente entre los pobres (“Para trabajar entre los pobres tengo que ser pobre”: se le conoció como el “Santo de Shinkawa”, por haber trabajado en los barrios bajos de ese distrito), luchando por la paz en el fragor de su beligerante patria… Ecologista, antirracista, novelista de éxito (casi todas sus ganancias iban para los pobres), ensayista (escribió cerca de 150 libros), en vida se le nominó en dos ocasiones para el Premio Nobel de Literatura (1947 y 1948) y para el Nobel de la Paz (1954 y 1955). UN POEMA, PARA EMPEZAR Mientras consigo más material poético de quien decía: “La santidad es el pozo profundo que Dios va cavando en el espíritu del hombre”, aquí les hago conocer un precioso poema que contiene una densa carga de doctrina cristiana amparada en los Evangelios y en la parábola del buen samaritano, como a Kagawa le gustaba recordar. Lo he extraído del volumen traducido por Báez-Camargo de la versión inglesa de Lois J. Erickson. Lleva ilustración de portada hecha por Mariano Martínez y pinturas interiores de Julián Brazelton. Fue editada por vez primera el año de 1938, por editorial Alba, de México D. F. EL TRABAJO Nunca diré Que estoy ocupado: Aquellos que ayudan A los atribulados Deben esperar siempre Estar ocupados. Cristo era tan asediado Por las multitudes Que no tenía tiempo para comer. Él dijo: “Al que tiene, Se le dará más. Y al que no tiene, Hasta lo poco que tiene Se le quitará”. Lo que quiere decir Que si no usamos Todos nuestros poderes Los vamos a perder... Entonces, también, el problema es Que debemos hacer nuestro trabajo De todo corazón; No nos cansamos de hacer Lo que nos gusta hacer. Pero lo más importante, Nuestro consuelo y fortaleza Vienen solo cuando Dios Mora en nuestras almas Trabajando junto a nosotros.

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