Apedreados y heridos en Puebla

Al abrir la puerta los protestantes, sobre ellos se dejaron caer quienes estaban “armados con machetes, bayonetas, pistolas y palos”.

15 DE NOVIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Pocos meses después de su conversión, acontecida el 26 de enero de 1869, Arcadio Morales viaja junto con Luis Ortega hacia los estados de Tlaxcala y Puebla. Ambos fueron comisionados por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera para distribuir biblias y nuevos testamentos. Les acompañó Gabriel Ponce de León, ministro de la Iglesia de Jesús en la ciudad de México.[1] Al momento de su conversión Arcadio Morales tenía diecinueve años. Había estado leyendo desde los trece la Biblia, debido a que halló un ejemplar de ella en el taller en el cual estaba aprendiendo el oficio de hilador de oro, bajo la tutoría de Francisco Aguilar.[2] Años después Francisco Aguilar sería “ministro de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur”.[3] El joven Morales llegó al grupo dirigido por Sóstenes Juárez que se reunía en San José el Real número 21, a un costado del templo católico romano conocido como La Profesa (situado en las actuales calles de Francisco I. Madero e Isabel la Católica). El siguiente es su testimonio sobre la primera vez que asiste al lugar: El templo quedaba en el fondo de unos callejones tortuosos, oscuros, en el tercer piso de la casa mencionada […] me acompañaban el señor Luis Ortega, amigo mío y el señor Julián Rodríguez, que en paz goce, y que era el que se había empeñado en llevarme a su culto. Por fin llegamos a la capilla, y cual no sería mi sorpresa al encontrarme en una sala casi hermosa, limpia y bien alumbrada, como que era nada menos que la biblioteca de los padres filipinos, pues todo aquel edificio había pertenecido al convento de los jesuitas de la Profesa, que por virtud de las Leyes de Reforma había sido secularizado. Allí se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni un niño; pero, los hombres que se hallaban allí era muy devotos y reverentes. El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la fórmula bautismal. Cuando el señor González leyó el capítulo tercero del Evangelio de San Mateo, me pareció al momento reconocer a un antiguo amigo mío, un viejo conocido que, al oírlo me llenaba de placer. Al concluir el culto fuimos presentados al pastor y su ayudante, quienes nos invitaron a volver. Al salir de la capilla pregunté al señor Rodríguez: “Este es el culto protestante. Sí, señor, me contestó. ¿Nada más? Nada más leer las Escrituras sagradas, hacer oración y explicar sencillamente el Evangelio. Entonces, dije para mí, yo he sido protestante hace mucho tiempo. ¡Qué equivocado estaba!”[4] La primera ocasión que Arcadio Morales estuvo presente en San José el Real número 21 le acompañó Luis Ortega, quien se hizo concurrente asiduo al grupo y posterior compañero de Morales en la distribución de la Biblia en la ciudad de México y otras entidades del país. Por su parte Gabriel Ponce de León adquiere una Biblia en el expendio que tenía John Butler en la calle de San José el Real.[5] Tras leer el libro cotidianamente decide, junto con su esposa, dejar el catolicismo romano y ambos inician vínculos con la congregación localizada donde él había comprado Las Escrituras. Los materiales bíblicos y folletos evangelísticos diseminados por Arcadio Morales, Luis Ortega y Gabriel Ponce de León les fueron proporcionados por John William Butler y Henry C. Riley. El primero, Butler, era representante en México de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. El segundo, Riley, se había instalado en la capital mexicana hacia finales de 1868 o, a más tardar, en enero de 1869. John W. Butler hizo labores en México a nombre de la Sociedad Bíblica londinense por lo menos desde 1862, tanto en Monterrey como en la ciudad de México. También se destacó por apoyar los nacientes núcleos evangélicos en ambos lugares.[6] En la capital del país hizo causa común con los Padres constitucionalistas, sobre todo con Manuel Aguilar Bermúdez. Éste y Butler, junto con otros que les apoyaban, iniciaron reuniones privadas de carácter evangélico en 1864, “en los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”.[7] Uno de los integrantes del grupo era Sóstenes Juárez. Poco tiempo después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865),[8] Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas, destacadamente Manuel Aguilar Bermúdez, forman la Sociedad de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan desarrollándose en San José el Real.[9] John W. Butler une sus esfuerzos a los del misionero Henry C. Riley cuando éste llega a la ciudad de México y apoya a los distintos núcleos evangélicos existentes. El principal de ellos era el encabezado por Sóstenes Juárez, aunque también tenían actividades al menos otros dos en los respectivos domicilios de Gabriel Ponce de León y Arcadio Morales.[10] Inicialmente Riley enfoca sus tareas a proveer de materiales a los liderazgos evangélicos de la ciudad de México. También les transmite enseñanzas para fortalecer su conocimiento del protestantismo, produce folletería evangelística, inicia la práctica de la Escuela Dominical y contribuye a la organización litúrgica de los núcleos al introducir en ellos, por ejemplo, el uso de himnarios.[11] A partir de marzo de 1870 el misionero Riley concentra sus trabajos en un nuevo espacio de la Iglesia de Jesús, que abre sus puertas al culto evangélico en el número 12 de San Juan de Letrán número.[12] Tenemos entonces que comisionados por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y la Iglesia de Jesús, llegan a Puebla Arcadio Morales, Luis Ortega y Gabriel Ponce de León. Tras lograr diseminar materiales bíblicos entre algunos interesados, los tres consiguen un lugar para realizar cultos evangélicos. La fecha para el inicio de los mismos fue el domingo 31 de octubre, a las once de la mañana, “en la calle de Muñoz número 5”.[13] Asistieron cuarenta personas, exclusivamente varones. Gabriel Ponce de León dirigió la liturgia, Luis Ortega hizo las lecturas bíblicas y Arcadio Morales tuvo a su cargo la exposición del sermón. “Aquel culto concluyó sin más novedad que algunas pedradas que casi tocaron al Sr. Ortega”.[14] A los tres les facilita la capilla de Dolores “un israelita muy conocido en Puebla, llamado Blumenkron”,[15] para que tuvieran en el lugar actividades de la Iglesia de Jesús. Tras acondicionar el espacio, Morales, Ortega y Ponce de León dan inicio a cultos evangélicos. Un domingo, a las once de la mañana, al terminar de cantar un himno, los reunidos son advertidos por Luis Ortega que se acerca una turba con intención de agredirles. Más tarde en hacer la advertencia que las primeras piedras en caer sobre ellos. Acto seguido La multitud había echado abajo el zaguán y como una avalancha se desbordaba hasta donde nosotros estábamos; sólo un hermano con un niño en sus brazos escapó con el Sr. Ortega; los demás, hasta el número de ocho, nos refugiamos en un cuarto que atrancamos con las sillas que iban a servir para el culto cuando se inaugurara la capilla.[16] Los enclaustrados oían gritos de sus atacantes, que los conminaban a salir del encierro, al tiempo que destruían pertenencias de los protestantes, entre ellas varias biblias. Los atacantes comenzaron a tirar balazos por la “boca-llave de la puerta”. El grupo tomó la decisión de salir, esperando lo peor para su integridad física. Al abrir la puerta los protestantes, sobre ellos se dejaron caer quienes estaban “armados con machetes, bayonetas, pistolas y palos”. Años más tarde Arcadio Morales rememoraría, “ya nos sacaban al sacrificio, íbamos en medio de esa turba bajando la escalera para ser entregados a más de tres mil fanáticos que llenando toda la larga y ancha calle de la capilla nos esperaban para despedazarnos”. Acontece que una nueva lluvia de piedras no solamente cae sobre los evangélicos sino también alcanza a quienes los custodiaban. El resultado es que éstos últimos “tuvieron que huir de las pedradas de los suyos, dejándonos libres a los ochos protestantes asaltados”. En la confusión los protestantes acosados corrieron en varias direcciones. Unos por las calles, alejándose de sus perseguidores. Otros, como Arcadio Morales, hacia el interior de la capilla, buscando cómo encontrar forma de subir a la azotea para desde allí saltar hacía alguna vivienda contigua. En el intento Morales recibió una segunda herida provocada con machete por uno de sus perseguidores, la primera se la infligió una certera pedrada. Con ayuda de Doroteo Mendoza, el mal herido Arcadio subió a la azotea, desde donde saltó cayendo en “el interior de una casa de vecindad”. Como pudo salió hacia el exterior. Otro de los perseguidos, con un niño en los brazos, recibió una cuchillada. Luis Ortega, quien también saltó desde los altos de la capilla de Dolores, pudo escapar y pidió auxilio a fuerzas militares federales y policías locales. Con distintos pretextos la protección para él y sus correligionarios le fue negada. Fue “una guerrilla del general Cuéllar la que se prestó a sofocar el motín, no sin tener que causar algunas desgracias pues hubo varios heridos, llevándose a la cárcel a una multitud de los que hallaron saqueando y quemando nuestra cosas” En la capilla de Dolores ya no hubo más servicios protestantes. Pero sí en otros lugares, ya que “tiempo después los episcopales, los metodistas del sur y del norte [abrieron lugares de culto] no sólo en la ciudad de Puebla sino también en multitud de poblaciones del estado”. El enraizamiento no sería fácil. Los actos persecutorios contra los protestantes se iban a repetir en Puebla, como sucedió en Atzala casi una década después, el 29 de septiembre de 1878. Entonces fueron asesinados 25 integrantes de la Iglesia de Jesús.

[1] Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15/X/1892, p. 159.
[2] Arcadio Morales, Autobiografía, mecano escrito, mayo de 1906, pp. 1-2.
[3] Hubert W. Brown, “El presbítero rev. Arcadio Morales”, El Faro, 1/VII/1897, p. 100.
[4] Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947, citado por Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México bajo el pastorado del pbro. y dr. Arcadio Morales Escalona, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 23.
[5] Pascual Vilchis Espinosa, “Principios del protestantismo en México (II)”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 25/X/1906, p. 354.
[6] Cosme G. Montemayor, Hickey, el fundador, Convención Nacional Bautista, México, 1962, pp. 5 y 20; La Buena Lid, X/1896, p. 4.
[7] La Buena Lid, X/1896, p. 4.
[9] Abraham Téllez, op. cit., p. 169.
[10] Pascual Vilchis Espinosa, “Principios del protestantismo en México (III)”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 15/XI/1906, p. 379.
[11] Ibíd.; La Verdad, 1/I/1878, cita de Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 29; Arcadio Morales, “La himnologíaevangélica de México”, p. 56, y Autobiografía de Arcadio Morales, p. 3; y de él mismo “La Escuela Dominical en México, antecedentes”, El Faro, 15/VIII/1905, p. 122.
[12] La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 6.
[13] Arcadio Morales, “Puebla, datos para la historia”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/III/1893, p. 43.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.

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