La pantomima del premio Planeta

Estuve un tiempo intentando explicarle por qué razón el premio Planeta es un engañabobos de escala nacional.

25 DE OCTUBRE DE 2013 · 22:00

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Hace algunos años conocí a una mujer que después de haber pasado por una etapa complicada en su vida, decidió escribir un libro contando su experiencia. La verdad es que era un libro interesante que bien enfocado, y con algunos retoques, podía encontrar sin problemas a su público lector. Como me lo pidió, le ofrecí consejo sobre cómo preparar una propuesta editorial, y le mostré algunas editoriales a las que presentarlo (eran tiempos en los que todavía, cuando presentabas tu primera novela, te hacían caso). Y no sé si sabéis esa sensación sutil que te da a veces de que tus palabras no calan en los oídos del que te debería estar escuchando. “Sí, sí”, decía siempre. Pero a los dos o tres días, cuando volvíamos a vernos (nos encontrábamos siempre en el gimnasio) volvía a sacarme el tema sin haber hecho ningún avance. Ya me empezaba a escamar el asunto cuando un día ella reveló cuál era el gato encerrado: que ya había presentado el manuscrito dos veces al premio Planeta, y se había desilusionado mucho al no ganarlo. Y cada vez que no ganaba escondía desalentada el manuscrito en el cajón durante otro año, pensando que no merecía la pena. Puede sonar a chiste, pero la historia es verídica. Estuve un tiempo intentando explicarle por qué razón el premio Planeta es un engañabobos de escala nacional, todo esto con delicadeza. Le expliqué que había muchas otras oportunidades de publicar. Que incluso podía seguir escribiendo otros libros. “Sí, sí”, me decía. Al poco me llegó un día y me dijo: —Mira, ya sé que es difícil, pero yo no pierdo nada intentándolo, así que he cogido mi novela y la he vuelto a mandar al premio Planeta, que igual este año sí que gano, nunca se sabe. Tal cual. Pero sí perdía algo: tiempo, dinero y esfuerzo. Porque una cosa es lo que los de Planeta te venden de su premio y otra muy diferente la cruda y palpable realidad, que no tiene nada que ver con calidad ni mérito literario, sino con puros intereses económicos. Desde el sector editorial la sensación general entre los profesionales es que el Planeta no es más que una pantomima que reclama mucha atención mediática para hincharse cada año como un globo sonda y dar la apariencia de que se hace algo meritorio en el panorama literario nacional. En la calidad de las obras hay de todo, pero coincido con mucha gente en que, de los mejores escritores (también los hay malos, y regulares, muchos), las ganadoras del premio Planeta nunca son las mejores obras. Además de todas las polémicas asociadas a la adjudicación del premio. Miguel Delibes o Ernesto Sábato, por ejemplo, admitieron sin problema que durante años Lara les había ofrecido en varias ocasiones ganar el premio, independientemente de qué novela presentasen, lo cual ya dice mucho de la validez de las bases del concurso y de lo que podría uno suponer que es la tónica general. El propio Delibes aseguraba esto en declaraciones a sus abogados que se filtraron durante el proceso que juzgaba el posible plagio de otro premio Planeta, el que ganó en 1994 Camilo José Cela con La cruz de San Andrés: “Lara ha venido a Valladolid a ofrecerme el premio tratando de convencerme con el argumento de que todos saldríamos beneficiados: él, yo, el premio y la literatura”. Haciendo un poco de filología-ficción, como decía un profesor mío, no andaremos desencaminados si sospechamos que el año que tan oportunamente ganó Cela con una obra dudosa fue un apaño, que esperaban que otro aceptaría la propuesta y tuvieron que improvisar al encontrarse con la negativa. Aquello en lo que coinciden todos los críticos en medios oportunamente ajenos al grupo Planeta (sospechosamente ajenos) es que no cabe duda de que eso de que el jurado se reúne a valorar y decidir sobre la obra ganadora poco antes de fallar el premio en la cena-ceremonia es una broma que ya se ha llevado demasiado lejos. Hay medios que acceden al ganador días antes de que, por lo visto, el jurado se reúna a decidirlo. Curioso. Lo que siempre me ha sorprendido es que a pesar de que esta información no está escondida, muchas personas (lectores y escritores de base, que son los que mantienen el tinglado funcionando) siguen creyendo con fe que realmente cualquier hijo de vecino puede mandar su manuscrito al premio Planeta con opciones, y ser elegido por un jurado asombrado por la calidad literaria del texto, ganar 601.000 € y salir en los medios de comunicación sonriendo. El problema no es tanto que haya mucha gente que lo crea, sino que a Planeta le sale rentable no desmentirlo, e incluso fomentar el bulo. Es puro marketing. Año tras año acceden a recibir 200 manuscritos anónimos que generarán expectación y la sensación de sorpresa. Eso se traduce en ventas. Y más ventas después, cuando te colocan (por ejemplo) las novedades editoriales en la sección de frutería del Carrefour, y eso lo he visto yo con mis propios ojos, con la idea de que solo importa la visibilidad del producto, porque, en el fondo, solo importa su venta. Por si acaso, me van a permitir que haga unas cuantas aclaraciones al respecto: a) Los 601.000 €, con todo su boato, no son un premio en sí, sino adelanto por las ventas de la novela ganadora. Al autor en cuestión no se le pagará ningún rédito por los derechos de su novela. Esto lo pone en las bases. b) Dicho lo cual, todos los años acuden a la polémica, al amiguismo o al famoseo para asegurarse de que, realmente, su inversión (que de eso se trata, en definitiva) les salga rentable. Por muy buena que sea su novela, el hijo del vecino no podría hacer nada frente a González-Sinde, aunque solo sea por el morbo político. Así pues, amigos, un consejo: dejen de intentar ganar el premio Planeta, que no es un premio que se gana a no ser que salgas en Telecinco de tertuliano o en las noticias todos los días. Dedíquense mejor a disfrutar de la buena literatura, que eso siempre es un noble arte. Más información en El Correo de Vizcaya y la web Literaturas.

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