La ‘ética de la intención pura’ de Constantino de la Fuente

La ética protestante es la manera de estar y ser, de vivir, del árbol plantado por Dios y regado por él.

25 DE OCTUBRE DE 2013 · 22:00

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Considera el profesor José Luis Villacañas que en Constantino de la Fuente tendríamos la primera formulación de la ética de la intención pura. Su pensamiento lo conocemos como de un armazón formidable, sustentado en la perfección de la obra de Cristo, con todos sus beneficios propios de los que de él son propios. […Hizo perfectos para siempre a los santificados.] Una completa teología en diversas obras (las que conocemos), que se compendia en los sermones al Salmo 1. La ética protestante es la manera de estar y ser, de vivir, del árbol plantado por Dios y regado por él. Otra manera de vivir existe, en muchos casos con forma externa religiosa, pera esa corresponde al árbol que el viento se lleva a la primera, dispuesto en su sequedad para leño en la candela. Cito a Constantino. “El árbol era plantado por la mano de Dios, tenía profundas raíces. Este otro es plantado por otra mano, arraigado livianamente, le dura poco estar verde, se seca y se hace polvo de presto y lo desbarata el viento. Cuál es elegido para el cielo eternalmente, cuál reprobado para el infierno, es secreto grande de la divina sabiduría. Ni puede ni debe el hombre sentenciar en este caso. Pero como dijimos primero que las condiciones del árbol eran señas de ser plantado y elegido por Dios, así decimos ahora que las malas obras del malo, el apartarse de la ley de Dios, el ir siempre de mal en peor, el no querer oír la Palabra divina ni darle asiento en su alma son señas y conjeturas de reprobación. El bueno pone su confianza y su esperanza toda en que está en la mano de Dios, que con ella es sustentado y favorecido. Todo lo demás tiene por caduco y perecedero. Sabe que todo lo de la tierra es sujeto a grandes mudanzas y así no confía en ello, ni tampoco se espanta ni desespera cuando lo ve mudado. El hombre malo y perdido está asido de la tierra. Cuanto mayores raíces echa en ella, tanto le parece que está más seguro. En ella planta su honra, en ella sus riquezas, en ella sus placeres y sus deleites”. Ya ven, este es el Constantino completo. Les podrán presentar otro más atractivo, más del aplauso del árbol que él repudiaba, pero mejor quedarse con lo mejor, aunque lo mejor siempre está bastante solitario. Ya viene el día de la abundancia de bienes; mientras, a caminar por el camino del bien, aunque seamos pocos. Porque, y vuelvo con Constantino, “cuales son las raíces del malo tal es el agua con que son regadas… Su esperanza pende… de las nubes que imagina su vanidad… por próspero que su tiempo sea, presto le vendrá el verano en que lo apartarán del fruto y será polvo de viento. Este es el miserable riego con que es sustentado el malo, turbio, escaso y engañoso, y así al mejor tiempo le falta. Corrientes del cielo no tiene, no porque no las envían, sino porque él no quiere recibirlas y se hace incapaz de ellas. Del justo dijimos que abría las canales por donde habían de entrar en su corazón los favores y corrientes del cielo. El malo las cierra para que no entren. El otro las abría por conocimiento de su propia necesidad y, con sentir mucho tal falta, demandaba a Dios remedio. Este otro ni siente su desventura ni cuánto le va en buscar el remedio”. Porque este árbol seco, que lleva el viento como hojarasca, se instala a su voluntad en casas, templos, palacios, sedes de gobiernos, sindicatos, oenegés, tribunales de justicia, y sigan poniendo, que luego será arrasado por la riada, la misma que deja en pie al otro, el del fundamento en la Roca, convendrá avisar por las palabras de Constantino sobre sus falsas raíces. “Para el justo dijimos que las ocasiones y todas las cosas que se le ofrecían eran canales de riego por donde él tomaba grande provecho para la fuerza de sus raíces. El malo y endurecido de ninguna de estas cosas recibe provecho ni se quiere aprovechar; todo lo dilata; todo lo excusa; a todo está ciego. Estando tan seco y tan sin nutrientes necesariamente se sigue que carezca de raíces. Ni tiene fe cumplida, ni tiene amor, ni tiene esperanza. Ni tiene fruto, ni tiene hoja. Todo lo que tiene es fingido, aparente y no verdadero, como claramente parecerá en cuanto lleguemos a la prueba… Os preguntaréis que ¿de dónde viene que el tal pecador, siendo polvo como lo dice el profeta, parezca a sus propios ojos a y a los ojos del loco mundo que es árbol y que está verde, que tiene raíces y que lleva fruto y hojas? A lo cual tengo ya respondido que todo esto es fantasía y de sola imaginación del mismo que cree que es árbol y de los que lo juzgan por tal, siendo polvo que lo lleva el viento, como diremos después…” Sigue. “El mundo tiene sus aguas con que riega sus malas y engañosas plantas y les da aquel falso ser. De aquí viene que los que no tienen más juicio del que les ha puesto el mismo mundo, se engañan y engañan a otros, creyendo que lo que es polvo y carece de todo bien es árbol hermoso y plantado a corrientes de buenas aguas y que lleva mucho fruto… [Son] sus aguas de humana sabiduría y de humana confianza, de consejo y seso de hombres y de industria de sus manos. Con estas son regados los malos y reciben aquel falso color por donde son juzgados por árboles… La primera raíz del justo dijimos que era fe. La primera y principal del malo es su propia sabiduría. Con ésta gobierna él en todos sus pensamientos y en todas sus obras. Con ésta mide y tasa tiempos en que hará o dejará de hacer sus obras. Con ésta guía sus prosperidades y resiste a sus trabajos”. Unos apuntes sobre ética del trabajo, y ya terminamos. “Le da Dios al pobre ocasión de bien hacer y de socorrer cuando quiera que lo permite y le encamina riqueza y posibilidad para ello; se hace entonces más avariento, finge mayores necesidades y mayores situaciones, se enciende su codicia y él mismo se pone obligaciones para pasar más adelante en allegar sus tesoros. Le hace pobre para que con esta corriente del cielo se humille y sufra la cruz y se le encamine mucho y muy hermoso fruto para con Dios; se torna entonces blasfemo contra la obra divina, impaciente para la cruz, robador, mentiroso y engañador y lleno de mil dobleces para remedio de su pobreza. Recibe salud para que amonestado y regado con esta agua de la mano del Señor trabaje en este mundo, para que lícitamente provea a sus necesidades y provea las ajenas, para que por el camino de su vocación y del estado por donde Dios le ha guiado sea árbol fructífero y provechoso para los hombres; pero emplea él esta salud en ser vagabundo, en vivir más ocioso y, de más ocioso, más vicioso, en deleites bestiales, en malicias, en diligencias, en ejercicios abominables para la gloria de Dios y para los otros hombres… Si está colocado en estado de honra o en estado de dignidad, para que por esta obra conociese que era guiado por providencia divina y gastase su oficio y su poder y valer en amparo y favor de los pobres, de los solos y desfavorecidos; se llena de soberbia y tiraniza el mundo; ni lo pueden sufrir los grandes ni lo pueden sufrir los pequeños”. Más adelante, tras indicar la carencia de amor y esperanza en el árbol malo, avisa: “de aquí procede que nunca el malo tiene verdadera alegría; nunca verdadera paz ni verdadera seguridad”. Toda esperanza del malo se va con su propia apariencia; porque lo material se quiebra y derroca, porque la conciencia es pinchada por la Ley de Dios, no hay paz para los impíos. “Todo lo contrario de esto es propio de la esperanza que los justos tienen en Dios. Y no permite el Señor que la vana confianza con que negocian los malos tenga las señales y los efectos de la que se pone en él, ni que saquen ellos de sus locuras lo que alcanzan los justos por la confianza que tienen puesta en la bondad y misericordia divina”. La semana próxima, que, d. v., se habrá realizado el congreso sobre Reforma Española en la Complutense, les diré algo de cómo ha ido.

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