Luz para la ética protestante

Seguimos con nuestro Constantino de la Fuente, en sus sermones al Salmo 1. Dice bien que este salmo es como un compendio de todos, incluso de toda la Escritura, pues qué si no es lo que se describe.

18 DE OCTUBRE DE 2013 · 22:00

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Obediencia a la fe, una fe, pues, que es obediencia; una obediencia que no es otra que la propia fe. Y eso lo vemos en nuestra Reforma del XVI. No esperen encontrar frases para titulares mediáticos en los escritos de los nuestros. Buscaban la edificación de una casa y el derribo de otra, no frases bonitas. Y seguimos con nuestro Constantino de la Fuente, en sus sermones al Salmo 1. Dice bien que este salmo es como un compendio de todos, incluso de toda la Escritura, pues qué si no es lo que se describe. El creyente en el mundo, el mundo y sus frutos, ya matados por el Redentor, que quiere matar la obra de Dios, y en eso solo muestra que está muerto. Para que haya varón bienaventurado ha sido menester que haya varón de quebrantos y dolores, hecho llaga para curar a los llagados; también que ese varón plantado por Dios no esté, no camine, no comulgue, con los que ven su único peligro en la presencia y gloria de ese Resucitado. De esos están en las casas, los campos, los palacios y los templos. ¿Se acuerdan del Templo que se proponía como soporte de la Historia, sin el que no había más esperanza? Sí, aquel cuyos dirigentes repudiaron a la Piedra angular; pues eso. Igual Templo, en beso apocalíptico con la otra bestia, tenemos hoy. Una copla de testimonio de nuestra Reforma lo muestra: La bestia marina y también la terrestre/que son el poder real y papisto/ambas dos juntas pelean contra Christo/y su evangelio y gente celeste. Las ponía su autor en lugares clave; autor muy buscado y al final encontrado y liquidado en auto de fe en Sevilla, se llamaba Sebastián Martínez. (Ya hablaremos de la evangelización en nuestra Reforma.) Les dicto otra: Los reyes y príncipes en el sumo grado/son sus amigos y grandes vasallos/por no perdonar el zorro taimado/chicos ni medianos, mas todos papallos. Una más: Siendo suficiente la sangre de Christo/para limpiar todos los pecados/afirma el hediondo que han de ser purgados/en purgatorio y no hay tal escripto. [Aparecen en el vol. 2º de la obra de Schäfer, ahora traducida al castellano, y que presentaremos, d. v., en el próximo congreso de final de mes en la Complutense.] También hoy están árboles plantados por el Señor, cuya hoja no cae y llevan el fruto que les corresponde. En ese salmo tenemos en verdad el resumen de la obediencia a la fe, del cristianismo de Cristo, no el anticristianismo del Anticristo. Nace la ética protestante, la que está por y con el testimonio de la Verdad, en raíz que escandaliza a las soberbias del corazón humano, de los otros que no llevan fruto, aunque todos somos en principio de esa planta. Dice Constantino en su tercer sermón, “y será este tal como árbol plantado a las corrientes de las aguas, que dará su fruto a su tiempo, cuya hoja no se caerá, y todo cuanto hiciere será prosperado”, que estos avisos de la Escritura serían de desesperación para el hombre, si no tuviere más fuerza que la de su existir. Pero esos frutos (esa ética protestante, pues no creo que otra se busque o explique) no salen de raíz muerta, sino de otro fundamento. “La verdadera seguridad de su bienaventuranza… no tiene otro fundamento ni otra razón sino solo la voluntad divina, la cual hace de sus criaturas lo que le parece, porque Dios es el Señor y el hacedor de ellas y como tal se puede servir de las obras de sus manos. No te eligieron por lo que tú eras, porque naciste ayer mismo y tu elección, sin embargo, está concertada desde los días de la eternidad; no por lo que habías de ser, pues sabía el Señor que te eligió que nacerías enemigo suyo y en pecado y en condenación. Te eligió en Jesucristo para que fueses redimido por él y tornado y restaurado a la gracia que perdiste. De aquí se ha de considerar cuán poco tienes de que ensoberbecerte por ser elegido, pues te eligieron tantos años antes que tuvieses ser; y cuántas gracias debes al Señor porque no hizo la elección por la obras que tú habías de hacer, pues tu primera obra o tu primer nacer había de ser en pecado. Debes juntamente ser agradecido todos los días de tu vida, pues el Señor que te creó no dejó en tu escoger lo que había de ser de ti, porque lo perderías y te perderías teniendo enemigos tan grandes. Nos aseguró con elegirnos él, con tomarnos a su cargo, con tenernos en sus manos, de las cuales no nos podrá sacar todo el poder del infierno”. Ética protestante, la que está por el testimonio de la Verdad. Vamos a un poco de ejercicio en ella. ¿Por qué nuestra Reforma del XVI no tiene apenas cabida en el mundo evangélico actual? De esto ha presentado una muy buena información D. Hofkamp en este diario. Piensen; ¿en qué iglesia actual se permitiría que Constantino predicase este sermón? Y es un sermón excelente para la ética, para la manera de vivir, de obrar, de obedecer, para la obediencia de la fe en suma. Para que sepamos lo que es la “Ética Protestante”, eso de lo que a veces se habla. Un ejemplo, de pequeña historia de nuestro pasado reciente, y de ética, porque creo que esa ética debe aplicarse. Un poco antes de realizarse la Exposición del 92 en Sevilla (un cuarto de siglo, que no hace tanto), la Junta de Andalucía se hizo con la propiedad de una gran parte de lo que es el Monasterio de San Isidoro del Campo. Sí, ese de Casiodoro de Reina, de Cipriano de Valera, etc., del que a veces se dice algo. Por los procesos de desamortización resulta que estaba en manos privadas. Una fundación evangélica lo compró. No costó mucho dinero. Se pagaba a plazos, se cubrían. En esas dependencias llegaron a vivir varias familias. El claustro del XVI y otras edificaciones, unos 5000 m. una zona ajardinada de 20000 m. (quizás más). Todo se perdió; ahora es propiedad de la Junta de Andalucía. Ética Protestante, ¿alguien pidió responsabilidades? La cosa, a mi modo de ver, tiene su lógica: los que compraron y administraron no podían ni ver esta doctrina de Cosntantino, o la de Casiodoro de Reina, o la de Cipriano de Valera (aunque usaron mutilada una frase suya como slogan), o la de Juan Pérez de Pineda. Resultado, que se perdió ese patrimonio de nuestra Historia, que estaba en manos evangélicas. ¿Alguien conoce esto; lo han enseñado en algún lugar? Pues también esto es nuestra historia del XVI. ¿Se dan cuenta de que si en ese Monasterio se les hubiera ocurrido montar un Seminario Evangélico, nuestros reformadores no podrían enseñar en él? Así no podemos avanzar. Ese episodio miserable no merece ni reproche, pero sí algo de lección de lo ocurrido. Avanzamos, pero de otra manera. Sigamos con Constantino y su enseñanza sobre la conducta cristiana, la de ese árbol plantado por Dios. Para esos frutos, “con todo esto mirad que todo lo que fructificare, y todo aquel aparejo que para fructificar tiene, son mercedes de mano ajena, pues ni él se plantó, ni crió el agua, ni guió las corrientes de ella. Conoce que de sí mismo no es suficiente, ni siquiera para un buen pensamiento con que Dios sea servido… Mira el peligro en que estás, que por grandes que sean tus bienes, el día que los tuvieres por tuyos y no los agradecieres a su dueño, ese mismo día los pierdes; y si algo te queda de ellos solamente es la sombra, que del verdadero fruto y provecho tu misma soberbia te dejó vacío”. Más de Constantino. “Prosiguiendo adelante sobre las hojas de nuestro árbol, digo generalmente que cada uno en su estado y en su vocación ha de estar siempre no solamente con fruto, sino también con hoja, y con hoja verde y de buen parecer… La diferencia de la vocación que cada uno tuviere hará que aunque la fruta sea semejante con todos los otros, en la hoja haya alguna diferencia… Pero con esto de las hojas dice que no os plantó para sí solo; porque de ser de esta manera, os plantaría en un rincón adonde él solo os viera y solo gozara de vosotros. Tened atención a que os puso en campo público y pública huerta del mundo, y que no solo quiso él el fruto, sino que juntamente dieseis a los os mirasen recreación, placer y contentamiento con vuestras hojas y sombra, y les dieseis ocasión a que por este respecto bendijesen al Señor que os plantó”. Un poco más; a ver si le toman enamoramiento y leen sus sermones. “Los árboles de nuestra justicia tienen una condición: que lo que por una parte parece su adversidad, por otra es su prosperidad y su riego. Trabaja el demonio por derribarle; pero pide el socorro a Dios que es el Señor de la huerta y el que primero lo plantó en ella y a quien se le debe el fruto, y le favorece de tal manera que aquel invierno es su primavera. Sale de esa porfía con las raíces más afirmadas, con el fruto más abundante, con la hoja más hermosa, con aparejo y más fuerza para ser mejor en adelante. Porque no se topa el demonio con él sino con el Señor que le favorece y le envía las corrientes, el cual no sabe faltar cuando le llaman los suyos. Cerca está el Señor, dice el mismo profeta, de los que le llaman si le llaman de verdad. Ha de llamarle de verdad el que conociere de verdad su flaqueza y pusiere su confianza cierta y firme en la palabra y promesa divina”. Y de aquí sale la ética cristiana, protestante, de la que seguimos hablando, d. v., la próxima semana. No la busquen en otras raíces; sin estas raíces, solo es cultura seca, muerta.

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