Elogio, invitación y defensa de la lectura

Tendríamos que agradecer a todos los libros que nos acompañan en el siempre breve espacio de nuestra vida el que nos hayan entregado sus palabras.

11 DE OCTUBRE DE 2013 · 22:00

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	Defensa de la lectura, de Pedro Salinas.</p>
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Defensa de la lectura, de Pedro Salinas.

En la parábola del grano de mostaza, que recogen Mateo y Marcos, Cristo quiere hacer saber el valor de lo pequeño.Son los pequeños detalles los que determinan las grandes decisiones, como pensó David al armarse con una honda y una piedra ante el fuertemente equipado gigante Goliat. Tengo ante mí dos pequeños libros que enfocan uno de los más grandes placeres reservados a los seres humanos: la lectura. Los presento: UNA INVITACIÓN A LA LECTURA, varios autores, Ediciones El País, 189 páginas. DEFENSA DE LA LECTURA, Pedro Salinas, Universidad Nacional de Colombia, 155 páginas. Salinas es Salinas. Poeta de una exquisitez y gusto tales que le asignan, por derecho propio, un lugar preferente en la literatura española contemporánea como artista refinado del pensamiento y de la palabra.Nació en Madrid en noviembre de 1982. Doctor en Filosofía y Letras, se especializó en crítica e historia de la literatura. Fue profesor en destacadas Universidades: la Sorbona en París y Cambridge en Inglaterra. También enseñó en Universidades de Madrid y Murcia. Hombre encuadrado en la izquierda política, al estallar la guerra incivil española en 1936 abandonó el país por desavenencias con el régimen de Franco. En Puerto Rico fue profesor universitario. Del Caribe pasó a Estados Unidos. La prestigiosa Universidad John Hopkin, de Baltimore, le ofreció una plaza como profesor. Sin regresar a España, murió en Boston en diciembre de 1951. Amigo constante de Jorge Guillén, las poesías de ambos aparecen unidas por una categoría común. Salinas está considerado como representante original y significativo de la poesía amatoria española del siglo XX. Una de sus obras más conocidas, La voz a ti debida, ha influido poderosamente en la poesía y el sentimiento de una amplia minoría española. Salinas escribió, además, admirables estudios críticos: La literatura española del siglo XX; Jorge Manrique; Rubén Darío. Escribió también obras en inglés y varias para el teatro. Bibliófilo apasionado y entendido, nunca dejaba de comprar y coleccionar libros, aún cuando le faltara tiempo material para leerlos. Escribiendo sobre la importancia de la lectura dice Salinas: “Gracias a mi trato con estudiantes de varios países he podido observar que el mal viene de haber dejado de tomar la enseñanza de la lectura como un centro de actividad total del espíritu, en cuya práctica se movilizan y adiestran las cualidades de la inteligencia, de la sensibilidad, se enseña a discernir de valores morales y estéticos, en resumen, se educa al niño, por todos lados”. Escribiendo la última página de su hermoso libro –todas las páginas son hermosas- Salinas concluye: “Si todos somos representantes en el gran teatro del mundo, soñadores del sueño de la vida, ¿no será más hermoso que representemos esos grandes papeles que andan ya escritos por los libros, esperando a quien quiera incorporarlos, que nos muestren papelillos de gente humilde?”. En Una invitación a la lecturaEmilio Lledó también acude en defensa del libro y le dedica un párrafo sublime: “la lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad. Un horizonte de alegría, de luz reflejada y escudriñadora, nos deja presentir la salvación, la ilustración, frente al trivial espacio de lo ya sabido.Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura cuyas líneas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora”. Apasionado y hechizado por el tema, pido permiso al lector para convertirme por breves segundos en protagonista de mi propio artículo. A lo largo de mi larga vida he logrado reunir una biblioteca de seis mil volúmenes en los tres idiomas que leo: español, francés e inglés. Con motivo de una mudanza de domicilio he regalado unos mil. Cinco mil me quedan aún. Cuando a altas horas de la noche dejo la mesa en la que escribo y la silla en la que me siento, no voy al dormitorio sin antes echar una ojeada a mis queridos amigos: algunos los acaricio. De otros abro las primeras páginas. A veces me conformo con repasar el índice de materias.Es lo mejor que tengo, lo más valioso que poseo en la cobertura material que alberga mi espíritu. Lo escribo en un punto aparte:todo lo que soy, toda mi formación, todas las asignaturas que imparto por esos mundos, proceden de mis libros. Sin los libros que han llenado mi vida sería un átomo sin contenido. Un dato esperanzador para nuestro país asegura que los índices de lectura han aumentado entre los jóvenes. Las mujeres leen más que los hombres. Los tiempos están cambiando, cierto, aunque en realidad no han parado de cambiar desde que tengo uso de razón. La era digital nos ha abierto los sentidos al vertiginoso libro de internet. Al lector de hoy, sobre todo al lector joven, le atrae más la lectura digital que cargar con un tocho de muchas páginas escritas en papel. Pero aquí hay trampa.El tiempo dedicado a los chats, los foros, los blogs, los mensajes por el móvil, la comunicación por internet y demás medios de esta última hora, no es menor que el que se tardaría en leer páginas de un libro. Lo lamentable de nuestro tiempo es que seguimos necesitando la literatura y necesitamos a los escritores, pero quizá ya no necesitamos tanto los libros porque han mutado en nuevas formas de llegar a nosotros. El pasaje del Quijote que más me cuesta digerir es aquél en el que el censorio cura y el ensañado barbero condenan a las llamas los libros de Don Quijote. Este es el pecado que no se perdona ni en este siglo ni en el otro. De modo que el cura y el barbero de la novela ya están en el infierno por haber quemado libros. ¿Sólo ellos? Cuántos inquisidores estarán también en el mismo lugar de tormentos por echar a la hoguera libros que consideraban heréticos. ¿Hay libros heréticos y libros benditos? Todos son libros. Y no hay libro malo que no tengo algo bueno. “Leer –escribe Alberto Manquel- nos brinda el placer de una memoria común, una memoria que nos dice quiénes somos y con quiénes compartimos este mundo, memoria que atrapamos en delicadas redes de palabras.Leer, leer profunda, detenidamente, nos permite adquirir conciencia del mundo y de nosotros mismos. Leer nos devuelve al estado de la palabra y, por lo tanto, porque somos seres de palabra, a lo que somos esencialmente”. Tendríamos que agradecer a todos los libros que nos acompañan en el siempre breve espacio de nuestra vida el que nos hayan entregado sus palabras. Libros que nos hacen pensar y nos emocionan. Libros que nos descubren el auténtico placer. Libros que nos animan y nos alimentan. Libros que constituyen una de las formas más alegres, más generosas, más eficaces de ser conscientes. Libros que nunca serán suficientemente elogiados.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Elogio, invitaci&oacute;n y defensa de la lectura