¡Ojalá fueses frío o caliente!

Carta a la iglesia en Laodicea (2) Ilustración:‘San Pablo en la cárcel’ (1627) óleo del célebre pintor holandés RembrandtHarmenszoon van Rijn(1606 – 1669), (*) Lo destacable de esta impresionante obra es que fue realizada cuando el pintor tenía tan solo 21 años.

30 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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Mencionábamos en nuestra introducción las palabras del apóstol Pablo respecto de la iglesia en Laodicea en su carta a los colosenses, escrita desde la cárcel(1). También, decíamos que durante el período patrístico se aceptó la idea de que la carta a los laodicenses se había perdido; razón por la cual no pudo ser incorporada al canon del NT (2). Finalmente, informábamos acerca de una copia de esa carta (3) que comenzó a circular mucho tiempo después, sobre la que se han tejido numerosos comentarios, a favor y en contra. No queriendo generar en los lectores más incógnitas que certezas, y como prometiera, profundizaremos este tema con el único interés de aportar una información que contribuya a una mejor comprensión del dramático mensaje del Señor a la iglesia en Laodicea, la última carta a las siete iglesias que el apóstol Juan nos legó en el libro del Apocalipsis (4). Algunos de los que sostienen que la copia antes citada es de la pluma del ‘apóstol a los gentiles’ opinan que debería ser incorporada al canon del NT. Otros, sin negar que su estilo y contenido parecen coincidir con los escritos paulinos, opinan que en sus tiempos soberanos el Señor habrá tenido razones de peso como para impedir que esa carta fuese incorporada con los demás libros del Nuevo Testamento. Estos problemas no los tienen los que sostienen que esa copia es apócrifa, porque fue escrita –dicen- por algún oportunista con fines extraños al espíritu de la Palabra revelada; que lo hizo interpolando frases y giros lingüísticos de la carta a los colosenses y de otras del apóstol Pablo, hasta obtener un ‘collage’ que la hiciera lucir como copia genuina de la carta perdida (5). De todas las reflexiones y comentarios citaré tres que he encontrado interesantes. Con toda seguridad, el lector estudioso de las Escrituras puede ampliar esta breve lista: 1. ¿Existían copias fidedignas de otros escritos que se citan tanto en el AT como en el NT? Si existían ¿por qué no fueron incluidos dentro del canon?(6) 2. Si un buen día - como consecuencia del paciente y meticuloso trabajo de arqueólogos e historiadores tanto cristianos como seculares - se rescatasen escritos dados por perdidos: ¿Sería correcto dejarlos fuera de la Biblia, por el solo hecho de que fueron encontrados después del cierre del canon? 3. ¿Con qué autoridad actuaron los hombres que cerraron el canon, allá y entonces: con la ‘pro tempore’ del concilio eclesiástico, o con la eterna de nuestro Dios Todopoderoso y omnipresente?(7) Opino con aquellos que sostienen que Dios permitió en cada época que existiese un cúmulo de testimonios - tanto orales como escritos -, suficiente como para que los seres humanos de toda raza, lengua y nación pudiésemos indagar y llegar a conocerle y adorarle. Este es un aspecto de su revelación al ser humano que no puede ser negado. El apóstol Pablo lo explica en detalle en su Epístola a los Romanos. Lo que intento transmitir aquí es la certeza que tenía el apóstol Juan, el discípulo amado, respecto de estos testimonios de la revelación de Dios a través de Su Palabra, y de Su Hijo encarnado en Jesús, Verbo hecho carne, Cristo de Dios. Juan fue uno de los testigos directos de Jesús que dejaron por escrito la revelación transmitida por el Espíritu; pero fue el único que expresó la magnitud del ministerio terrenal de Jesucristo y Su obra de una manera gráfica: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.” (8) Después de la ascensión de nuestro Señor, y del advenimiento del Espíritu Santo la iglesia recibió el legado que Lucas nos dejó en el no menos extraordinario tratado de los Hechos. Quien lo lea con atención llegará a la conclusión de que hubiesen sido necesarias bibliotecas enteras para dejar anotadas todas las historias vividas por los primeros cristianos, luego leídas para millares de cristianos, a medida que Evangelio de la Gracia se expandía como pólvora por los territorios del Imperio Romano. Seguramente existieron otros escritos que darían fe de la obra redentora de Jesucristo; pero no podríamos hablar de ‘muchos’ por lo sumamente costoso que era en aquella época contar con pergaminos, tintas y amanuenses capacitados en la escritura griega; además, no muchos sabían leer y escribir, por lo que se limitaban a escuchar. De todos modos, esos escritos llegaron a ser una valiosa colección con la que las iglesias eran edificadas en la fe; razón suficiente para que los enemigos del Evangelio los trataran como objetivo prioritario a ser destruido. La persecución y la apostasía unieron sus fuerzas para confiscarlos y destruirlos, y con ellos a los creyentes que los atesoraban. No obstante, así como el enemigo de Jesucristo y Su iglesia: el diablo, vino para mentir, robar y destruir, alentando las falsas doctrinas para oscurecer el Evangelio de Cristo, hubo también muchos cristianos que descuidaron la valiosa herencia recibida; no copiaron las cartas apostólicas para circularlas entre las asambleas, como era el deseo y mandato de Pablo. Este bien pudo ser el caso de la iglesia en Laodicea. A pesar del alto poder adquisitivo de esos cristianos, es posible que no vieran la importancia que tenía invertir en una copia de la carta paulina. Otra razón podría ser que hubiesen sido amonestados de una manera más dura que los colosenses. Lo cierto es que no dieron la talla de los fieles cristianos. Podemos hoy sacar de esto lecciones muy útiles para nuestra vida de fe. Por mucho afanarnos detrás de tesoros temporales, si no amamos el tesoro incalculable que hay en la Biblia perderemos la verdadera riqueza. LA IGLESIA QUE CREÍA NO NECESITAR NADA Las iglesias que amaban y servían al Señor, como respuesta a las enseñanzas apostólicas recibidas, se comportaron con sabiduría y previsión convirtiéndose en los primeros custodios de tan preciado tesoro. Gracias a ese espíritu de guardar, retener y comunicar esos testimonios de fe para bendición de futuras generaciones es que nos llegó la Palabra. Hoy tenemos lo que se salvó de ser destruido por la sola voluntad del Padre. Aquellos fieles hermanos y hermanas que ya no están en la tierra hicieron posible el milagro que muchos millones de hombres y mujeres de todo el mundo hayamos podido leerlas cada uno en su propio idioma (9). En oposición, alos cristianos deLaodicea les resultaba más fácil hacer tesoros en esta tierra.Por eso, cuando atravesaban por tiempos difíciles a causa de su fe les resultaba más lógico salvar el dinero ahorrado, las joyas, ropas y costosas pertenencias antes que la Palabra; ella no había llegado a ser para los laodicenses la posesión más valiosa. Recordemos que el apóstol envió a los colosenses este mensaje exclusivo para los laodicenses: “Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor.”(10) Pablo había ministrado durante dos años en Éfeso; producto de su labor las iglesias fueron estableciéndose en el Asia Menor (11). No hay pruebas de que Pablo haya ido a Laodicea; pero, Eprafas sí pudo haber predicado en esa ciudad, y también discipulado a los primeros conversos; de allí lo de su ferviente amor y permanentes oraciones por los laodicenses. Sin embargo, Pablo les confiesa tener grandes luchas a causa de ellos; por eso amonesta a Arquipo. Esa admonición iba dirigida a un pastor y a una asamblea que se habían vuelto carnales. Convengamos: ¿A quién le gusta ser amonestado? Entendiendo el términoamonestación como el acto de mostrarle a alguien que está yendo por un camino equivocado, supongo que a casi nadie. A mí, personalmente, me molestaba cuando mis padres, mi hermana mayor u otros, me reconvenían por mis errores. Esa rebeldía me acompañó en la flor de mi juventud hasta que comencé – a regañadientes, primero, y convencido de mi pecado, después – a reconocer que yo no siempre tenía razón. Llegó el día en que pude ver que otros tenían mejores razones que las mías. Por eso, no dejo de dar gracias a Dios por aquellos que me amonestaron cuando fue necesario. Sin ellos, con toda seguridad, me hubiese extraviado del Camino. Una iglesia en la que falta la amonestación no conoce el perfecto amor de Dios(12). No sé si el lector coincidirá conmigo; pero me ocurre pensar que la mayoría prefiere escuchar historias nuevas y agradables; recibir reconocimientos, aunque sean exagerados; asistir semanalmente a un ‘ameno programa espiritual’. Todo eso, antes que escuchar lo que no se desea oír: que el amor al dinero es la raíz de todos los males, por ejemplo (13). Es más que probable que el extravío de la carta a los laodicenses se debiera a la suma de todo aquello. Nosotros haríamos bien en preguntarnos: ¿Es la Palabra de Dios mi posesión más importante? ¿Lo es para mi congregación? ¿Lo es para nuestros pastores? Si hemos de responder a conciencia, primero volvámonos a la Biblia como lo que es, Palabra viva de Dios: “También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró (…) Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (14) LA TRIPLE IDENTIFICACIÓN DEL SEÑOR A LA IGLESIA “He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios,” (Apocalipsis 3:14) 1. He aquí el Amén. En el AT el profeta Isaías llama a Dios ‘Dios del Amén’, hebreo para ‘Dios de la verdad’. En ese idioma cuando la palabra ‘amén’ va al final significa que todo lo que precede es auténticamente veraz. Es una solemne declaración respecto de lo que se habla (15). Como ya vimos en otros artículos, en la cultura hebrea la repetición en el inicio de una frase daba a entender que seguiría una declaración importante; e.g. ‘de cierto, de cierto os digo’; esa forma es usada por Jesús según lo relata el apóstol Juan en su evangelio (16). En griego también se dice ‘amén’. Puede asumirse que al presentarse así, el Señor de la iglesia esté diciéndoles a los laodicenses que Él es digno de crédito, que su palabra es verdad, que no puede ponerse en duda ninguno de sus dichos, ni desconfiar de alguna de sus promesas; en suma, que pueden estar seguros que el que les habla es no otro que la Verdad personificada, el que certifica todo lo que habrá de decirles. Dios Padre y Dios Hijo son el Amén, ambos son absolutamente creíbles. El enviado del Padre, vino a dar un testimonio verdadero, sin dejar lugar a dudas; de allí que todas sus promesas en nosotros se cumplan: “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”(17). Pero, escuchamos esa expresión en algunas congregaciones cristianas, no siempre usada como se debe. La he oído vez tras vez dicha enfáticamente, hasta gritada a coro, seguida de aplausos. Es muy posible que quienes así la emplean no conozcan su significado, o la confundan con ‘Aleluya’. Algunos predicadores la intercalan en sus frases repetidamente: ‘¿Amén?’, y la congregación responde en forma afirmativa ‘¡Amén!’ Pueden estar refiriéndose a la macabra obra de Satanás y sus demonios, del pecado, de la condenación y de la muerte, que se escuchará el ‘¡Amén!’ expresado fuera de lugar. Ese ‘amén’ no tiene nada que ver con el de ‘He aquí el Amén’. 2. El testigo fiel y verdadero. En alguno de sus libros, John Alfred Trench(18) consigna las tres condiciones esenciales que hacen al buen ‘testigo’: a. Haber visto con sus ojos aquello de lo que da testimonio. b. Reproducir con honestidad y exactitud lo que haya visto u oído. c. Tener la habilidad de transmitir su testimonio de modo que sea recibido como verdadero. El Señor Jesucristo cumple plenamente esos tres requisitos: Él puede hablarnos de Dios, puesto que vino como Su enviado; podemos creer a su palabra porque es tan segura como el Amén; y comprendemos Su Mensaje, porque lo sabe comunicar como ningún otro ser humano (19). Pero, también su presentación es un anticipo del jinete que se llamaba ‘Fiel y Verdadero’, que saldrá del cielo abierto y vendrá montando un caballo blanco, con su ropaje teñido en sangre, para juzgar y pelear con justicia; y cuyo nombre es EL VERBO DE DIOS (20). 3. El principio de la creación de Dios Esta característica de Jesucristo es esencial a la hora de enfrentarnos con los que niegan su divinidad, como lo hacen entre otros los Russellistas (Testigos de Jehová) y los Mormones (Los santos de los últimos días). Ellos enseñan que Jesucristo fue el primer ser creado por Dios; que por lo tanto no es Dios. Sin embargo, la palabra empleada aquí es arjé (también: arché, arkhé) del griego ἀρχή que significa"fuente", "principio" u "origen". Cotejando esa frase con otros textos donde se usa arjé tendremos la correcta interpretación. Juan lo dice así: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (…) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (21) Si ‘todas las cosas fueron hechas por él’ (el Verbo) es imposible encontrarle sentido a la creencia de que éste se haya hecho a sí mismo. Esa idea sólo se ve en los ‘cartoons’ y filmes que subvierten el orden divino. El apóstol Pablo viene en nuestra ayuda para enfrentar esas ideas heréticas en esta sublime síntesis: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”(22) En los primeros siglos de la iglesia era común creer que el mundo, la enfermedad y el pecado eran creación de un dios inferior. Veinte siglos después hay muchos que –aunque no lo reconozcan- lo siguen creyendo porque no leen la Biblia, o porque si la leen no profundizan en sus verdades y terminan por creer lo que otros les dicen. Los cristianos genuinos se sostienen escudriñando en el consejo que proviene de las Escrituras como un todo. En ellas leemos que Dios es el Creador de lo visible e invisible; que el pecado y la muerte entraron en Su creación a causa de la desobediencia de nuestros primeros padres a su mandamiento. Dios, que no miente, y que no hace acepción de personas, destituyó a todos de Su gloria; y nosotros - sin excepción, todos los humanos - pecamos porque somos pecadores, concebidos y nacidos en pecado. Pero, porque Él es rico en misericordia, y nos amó, también nos proveyó un único camino de salvación, en su Hijo Jesucristo (23). Para los cristianos hay un solo Dios: el de la Creación y el de la Redención; no tiene una naturaleza divisible, ni es pura energía; Él es, a la vez santo, justo, misericordioso y perdonador. Puede serlo porque no está dividido en tres personas como algunos mal entienden a la Trinidad. No es impersonal sino tres personas, en esencia Uno y el mismo, para darnos a conocer su inmenso amor por su Creación y su voluntad de redimirla para Sí santificándola por la eternidad. Este es el Señor de la iglesia que se presenta a los ricos de Laodicea y les “dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”(24) Próximamente, concluiremos con la carta a la iglesia en Laodicea. Hasta entonces, si el Señor lo permite. ------------------------------------------------------------------- Notas (*) Staasgalerie de Stuttgart, Alemania. 1. Colosenses 4:12-18; en ‘Yo soy rico’. 2. Los del Nuevo Testamento fueron incorporados siguiendo la lista preparada por Atanasio de Alejandría (aprox. 296 – 373), en la que no figuraba la epístola a los laodicenses. 3. La supuesta epístola del apóstol Pablo a los laodicenses; http://escrituras.tripod.com/Textos/EpLaodicenses.htmLos que deseen leer la versión completa deben ir a:http://www.taringa.net/posts/info/15465998/Carta-perdida-a-los-laodicenses.html 4. Apocalipsis 3:14 - 22 5. Geraldo de Fátima Morujao, http://mercaba.org/Rialp/L/laodicenses_epistola_a_los.htm 6. Esa reflexión se basa en una serie de pasajes bíblicos donde se mencionan a diversos libros o escritos, con el fin de afirmar o dar un legítimo testimonio de lo que se dice en el texto; una lista de ellos sigue a continuación: ‘El libro del pacto o alianza’; Éxodo 24:7; 2ªReyes 23:2; 2ª Crónicas 34:30 ‘El libro de las batallas del Señor’; Números 21:14 ‘El libro de Jaser o el Justo’; Josué 10:13; 2ª Samuel 1:18 ‘El libro que Samuel escribió con las leyes del reino’; 1ª Samuel 10:25 ‘El libro de los hechos de Salomón’; 1ª Reyes 11:41 ‘Los libros de las crónicas de Samuel vidente, del profeta Natán y de Gad vidente’; 1ª Crónicas 29:29 ‘Los libros del profeta Natán’; 2ª Crónicas 9:29 ‘Los libros del profeta Semaías y del vidente Iddo’; 2ª Crónicas 12:15 ‘Las palabras de Jehú’;2ª Crónicas 20:34 ‘Los hechos de Uzías’;2ª Crónicas 26:22 ‘Los registros o actas de los reyes de Israel’;2ª Crónicas 33:18 ‘Las palabras de los profetas o videntes’; 2ª Crónicas 33:19 ‘Un rollo con la palabra del Señor a Jeremías desde los días de Josías’;Jeremías 36:1-4 ‘Un libro de Jeremías contra la maldad de Babilonia’;Jeremías 51:60 ‘Un libro de memorias’;Malaquías 3:16 ‘Una epístola anterior de Pablo a los corintios’; 1ª Corintios 5:9 ‘Otra epístola de Pablo a los efesios’; Efesios 3:3 ‘La carta de Pablo a los laodicenses’; Colosenses 4:16 ‘Las profecías de Enoc’; Judas 1:14 7. Fue en el Concilio de Roma (382) que los denominados ‘padres de la iglesia’ acordaron los libros que, de allí en más, conformarían la Biblia, por ser los inspirados por el Espíritu Santo. Sobre el cierre del canon de las Sagradas Escrituras he leído dos breves reseñas tituladas ‘El canon del Nuevo Testamento’; la escritapor Enrique Aguilera, y reproducida por Agora Mariana (ICAR) reúne información histórica muy útil para el estudiante bíblico, ver más en: http://espiritualidad.marianistas.org/descargas/Comprender%20la%20Biblia/El%20Canon%20del%20Nuevo%20Testamento.pdf la otra, por el autor evangélico Gerardo Laursen, citada por Obrero Fiel, quien presenta un bosquejo muy completo; ver más en: http://docsfiles.com/pdf_el_canon_del_nuevo_testamento.html Sugieroseguir investigando sobre este apasionante tema que, de ninguna manera, concluye con lo aquí se ha expuesto 8. Juan 21:25 9. No podemos dejar sin mencionar la tremenda importancia de los traductores del texto sagrado. Cuando el Latín se había convertido en idioma de élite hablado solamente por el sacerdocio del Sacro Imperio Romano, uno de sus perseguidos - Martín Lutero – confinado como lo había sido Pablo siglos antes, tradujo la Biblia al alemán. Sumado a eso, el invento de Gutenberg – la imprenta – significó el comienzo del fin de la barrera impuesta por el papado y la gente pudo comenzar a leer las Escrituras. Este proceso llevó su tiempo, pero simultáneamente se comenzó a traducir al inglés y otros idiomas, y la figura del traductor bíblico fue creciendo hasta que nacieron las sociedad bíblicas, instituciones sin fines de lucro solventadas por anónimos amigos del Mensaje; gracias a ellas, el Libro de los libros comenzó a ser traducido llegando hasta los cuatro rincones del planeta, y con él el Verbo encarnado, Jesucristo 10. Colosenses 4:17; William Barclay comenta: “Es interesante notar que en la obra del siglo III ‘Las Constituciones apostólicas’ (8:46) se dice que Arquipo fue el primer obispo de la iglesia de Laodicea”. La amonestación apostólica da a entender que Arquipo, era importante en la iglesia en Laodicea y que no se estaba ocupando de la predicación y la enseñanza tal como había sido instruido en el Señor. ¿Quién amonesta así, hoy en las iglesias, con la autoridad del Espíritu y en el amor de Cristo, a los líderes que no cumplen fielmente con su ministerio? 11. Hechos 19:10; por su proximidad con otras ciudades, el crecimiento de la obra en Éfeso es posible que llegase pronto hasta Laodicea 12. David instruye sobre la amonestación a los reyes y jueces terrenales, en el Salmo 2:10; Salomón muestra el valor de la amonestación, en Proverbios 15:31; Pablo equipara la amonestación con la disciplina de los hijos, en Efesios 6:4; instruye a Tito para que haga uso de la amonestación con los que causan divisiones, en Tito 3:10; el apóstol Pedro amonesta en sus cartas porque comprendió la gran importancia de este ministerio en las iglesias, en 1ª Pedro 5:12, 2ª Pedro 1:13 13. 1ª Timoteo 6:10 14. Mateo 13:45-46; Mateo 6:21 15. Isaías 65:16; compárese con 1ª Crónicas 16:36; Salmo 106:48; Jeremías 11:5; 28:6; al final del último versículo en cada uno de los cuatro Evangelios, Romanos 1:25; 9:5; 11:36; 15:33; 16:24, 27; 1ª Corintios 16:24; y así otros hasta llegar a Apocalipsis 22:20, 21 16. Juan 1:51; 3:3, 5, 11 17. 2ª Corintios 1:20 18. John Alfred Trench (1839–1922) fue un evangélico del movimiento puritano The Plymouth Brethren, de cuyas asambleas salieron abnegados misioneros, muchos de los cuales llegaron al mundo de habla hispana. Las iglesias de ‘Hermanos Libres’ o ‘Asambleas de Hermanos’, que se establecían en España y países de Latinoamérica gracias a estos visionarios cristianos en siglos pasados, no deben confundirse con las denominadas ‘exclusivistas’, el ala radicalizada del movimiento, liderada entre otros por J. N. Darby 19. Juan 7:46 20. Apocalipsis 19:11-13 21. Juan 1:1-3,14 22. Colosenses 1:15-20 23. Efesios 2:4-10 24. Apocalipsis 3:14-17

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