(Re)acción y (Re)forma cultural

¿Qué pasaría si tú y yo comenzáramos a apoyar verbalmente a los líderes de nuestra nación, aún cuando estemos en desacuerdo y aún cuando sepamos que no están haciendo un buen trabajo?

02 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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He estado pensando en las siguientes preguntas mientras veo las noticias, leo revistas y sigo comentarios en las redes sociales: ¿Podemos enfrentar y hablar acerca de la crisis de una manera diferente? ¿Podemos hablar de los culpables con otro tono? ¿Podemos orar inteligentemente por las autoridades a las que todos están apedreando? Yendo al grano: Como seguidores de Jesús, ¿podemos reaccionar de manera diferente? Hay dos teorías humanas que pueden ayudarnos a entender y a enfrentar situaciones de manera distinta a los demás. La primera dice que reaccionamos a las circunstancias basados en convicciones fundamentales que a veces son conscientes y a veces no. Imagínate una pirámide o una tela de araña. Todos tenemos creencias en la base de la pirámide o en el centro de la tela de araña. Esas son las creencias que mantienen nuestros mundos en orden y nos ayudan a sostener otras creencias. Así que, por un lado, tenemos esos estudios que muestran que los humanos tendemos a pensar en las posibilidades que se puedan llegar a dar para una determinada situación. Son realidades alternativas que fabricamos y a las que recurrimos cuando ocurre algo. Tendemos a comparar lo que sea que nos pase con esos posibles escenarios, y establecemos nuestro estado emocional a partir de ellos. Cuando algo sale mal, cuando perdemos a un ser querido o cuando la economía se viene abajo, nos construimos una alternativa (“¿qué hubiera pasado si hubiera hecho esto en vez de aquello?”) y nos sentimos bien o mal al comparar la realidad con la alternativa ficticia. Por otro lado, tenemos lo que Ellen Langer ha llamado “compromisos cognitivos premeditados.” En otras palabras, tendemos a encontrar aquello que estamos buscando; tendemos a ver aquello que nos hemos entrenado a nosotros mismos a ver en cada situación. Éste es el punto en el que las verdades teológicas complementan las percepciones humanas y le dan forma a cómo hablamos o reaccionamos ante una circunstancia concreta. Como habrás observado, la Biblia nunca ofrece trucos psicológicos para convertirte en un mejor ciudadano o para obligarte a rendirte ante lo que sea que esté pasando. La gente que escribió la Biblia deliberadamente clarificó el cuadro más grande de la realidad. Se aseguraron de que entendiéramos la base de la pirámide, el centro de la tela de araña, los “compromisos cognitivos premeditados” que todos deberíamos tener. Y los resultados, como dice el título de aquel libro, se ocuparán de sí mismos (“The score takes care of itself.”) Hay tres grupos básicos de convicciones que moldean cómo respondemos ante crisis e injusticias. El primer grupo es lo que creemos acerca de Dios. Todos, creyentes, agnósticos y ateos, tenemos un pensamiento o imagen dominante de Dios. Ése fue uno de los punto principales de Kant en su Critique of Pure Reason (“Crítica de la Razón Pura”, 1887). Kant creía que todos los días recibimos millones de impresiones bajo la fuerza de las categorías de nuestra mente, que están moldeadas por los conceptos del entendimiento, que a su vez están unidos por las ideas de la razón. Eso es jerga filosófica del que es posiblemente el segundo mejor filósofo en la historia occidental (aquí revelo mi entusiasmo por Aristóteles), pero significa sólo una cosa: Toda nuestra razón está gobernada y unida bajo nuestra idea de Dios. Como cristianos creemos que Dios es soberano. Esa teología no significa otra cosa sino que creemos que Dios sigue teniendo el control de todo. O sea que, ¿nos sentamos en la acera a esperar un mañana mejor? ¡No! Más bien lo opuesto: Significa que podemos tomar acción de manera fiera, y luego descansar y sonreír, independientemente de los resultados. El segundo grupo de convicciones es lo que creemos acerca de nosotros mismos. La mayor parte de nuestras reacciones emocionales no resultan de lo que creemos objetivamente que está pasando alrededor nuestro, sino de cómo nos hace sentir lo que está pasando a nuestro alrededor. Nos evaluamos constantemente en relación a lo que ocurre en nuestro entorno. Por eso cuando a veces pasan cosas que no son para tanto, vemos a gente “explotar” o escribir locuras en Facebook. La Biblia se esfuerza por recordarnos que lo único que dura eternamente es quién eres, no lo que tienes o lo que la gente piense de ti o lo que haga un político para generar una crisis financiera. Además, la Biblia nos dice que nada puede cambiar quién eres a no ser que tú se lo permitas. Por último, el tercer grupo es lo que creemos de otros. Siendo brutalmente honesto, a veces es fácil pensar que la persona enfrente tuyo no sólo es el diablo en persona sino que además es idiota del todo. Para él o ella sería tan fácil conseguir que se pasara esa ley, o que el dinero se distribuyera mejor, o que firmaran ese papel que le haría a todos la vida más fácil. A veces es fácil pensar que no hay transformación posible para esa persona... Hasta que me miro al espejo y me doy cuenta de la clase de persona que está siendo transformada. Hay un potencial tremendo en cualquiera a quien le esté latiendo el corazón. Cuando nos olvidamos de estos tres grupos, cambiamos dramáticamente la forma en que reaccionamos ante las instituciones sociales. Por eso Pedro, como líder guiando a otros a moldear su cultura, le dijo a los creyentes en diferentes partes de lo que hoy es Turquía que debían someterse “a toda institución humana, sea rey o cualquier otra autoridad” (1 Pedro 2.13). Y luego, “Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrar al rey” (v. 17). Pedro no está ingenuamente sugiriendo que agachen la cabeza y se traguen todo lo que les venga. Y tampoco está diciéndoles que no alcen la voz ante la falta de liderazgo o las injusticias de este mundo. Pedro está diciéndoles que cambien la forma en que re(accionan) y en que (re)forman su cultura. Que lo hagan estimulados por las convicciones centrales de su fe en Jesús. Todo esto para volver a preguntarnos: ¿Qué pasaría si tú y yo comenzáramos a apoyar verbalmente a los líderes de nuestra nación, aún cuando estemos en desacuerdo y aún cuando sepamos que no están haciendo un buen trabajo? ¿Qué pasaría si comentáramos en nuestra redes sociales el privilegio que es vivir dónde vivimos, aún cuando todos sepamos que hay muchas cosas que debieran ser diferentes? Lo interesante es que al hacerlo, creo yo, estamos creando el futuro que queremos ver. ¿Por qué? Hay una ley filosófica que ganó popularidad en el último siglo y que dice: El lenguaje le da forma a la cultura. En otras palabras, si quieres ser parte del cambio de la cultura de un grupo cualquiera, sean 15 personas o 45 millones, debieras evaluar el lenguaje que usas para definirlo. Teológicamente puedes ver ésto en Génesis 1, cuando Dios crea el mundo con Su palabra. Y lo puedes ver también en la forma en que los grandes líderes definen el futuro que quieren ver. Y así, una reacción se convierte en una (re)acción, y una reforma se convierte en una (re)forma — un nuevo tipo de acción que edifica activamente, con un nuevo tipo de forma, el mundo que quiere ver. Así que éste es el reto: (Re)acciona en base a lo que crees de Jesús. (Re)acciona con optimismo—no con optimismo ingenuo, sino con un optimismo fundamentado en la misma naturaleza de la realidad. Critica libremente, pero no basado en lo patético que es el mundo, sino en lo increíble que es nuestro Dios. Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/05,descárgala aquí (PDF).También en ISSUU:

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