A Zooey sólo le apetece quedar a comer con Jesús

Sus hermanos mayores les enseñaron a ella y a Zooey que la ausencia de cualquier deseo es lo que más importa en la vida religiosa.

28 DE JULIO DE 2013 · 22:00

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¿Saldrá Franny de su crisis con la ayuda de su hermano Zooey? Los hermanos Glass protagonizan un dúo de relatos de J.D. Salinger publicados en 1961: “Franny” y “Zooey”. Su apellido refleja la doble naturaleza que les caracteriza: la visión clara de la realidad a la que aspiran y su fragilidad. Estos veinteañeros de Nueva York son unos “bichos raros” aislados de la gente normal por la educación que han recibido de sus hermanos mayores. Su conocimiento de filosofías orientales y su sensibilidad artística les separan hasta de su propia madre. Entre otras cosas, aspiran a renunciar a su propia personalidad para llegar a la paz por el contacto con la realidad divina que se esconde detrás de todas las cosas. Con ese objetivo en mente, Franny recita la “Oración de Jesús” (sacada de un librito titulado “La Vía del Peregrino”), pero por ahora el único resultado es que está llorando en su casa, rechazando el caldo de pollo de su madre. Su hermano Zooey va a hablar con ella y empeora las cosas al cuestionar su uso de la Oración porque afirma que ella no ha entendido a Jesús. Cuando era una niña, un día Franny entró corriendo en la habitación de su hermano, Biblia en mano, diciendo que ya no le gustaba Jesús. El disgusto de Franny se debe a que es incapaz de amar y de entender a un Jesús que empieza a tirar mesas en el templo y que encima dice que cualquier ser humano (incluso un profesor egocéntrico) es más valioso a ojos de Dios que un indefenso pajarillo. ¿Y cómo se va a dirigir Franny a Jesús si ni siquiera intenta comprenderle? El problema, como dice Zooey, es que ella no quiere pensar en Jesús tal y como él era realmente, sino como a ella le gustaría que fuera. Y esto no le cabe en la cabeza a Zooey, porque ¿cómo va a querer alguien un Jesús distinto al que describe el Nuevo Testamento? ¡Si es la persona más inteligente de toda la Biblia! Zooey admira a Jesús porque éste se dio cuenta de que no hay separación de Dios, y además no le respondió ni una palabra a Pilato cuando éste le pidió explicaciones. Y sobre todo, le admira porque sabía que llevamos el Reino de los Cielos en nuestro interior, donde a nadie se le ocurre mirar. Dios quería a alguien como Jesús para llevar a cabo su misión, porque él amaba a la gente, pero no de manera sentimental. Por eso Zooey no siente la necesidad de convertir a Jesús en San Francisco de Asís para hacerlo más encantador, como hace “el 98% del mundo cristiano”, según él. Sin embargo, quizás sí siente la necesidad de convertir a Jesús en un mero maestro, un iluminado, ignorando el contenido de esa “misión” por la que Dios envía a Jesús al mundo. Franny está angustiada por su tendencia a ser demasiado crítica. Esta estudiante quiere conocer a alguien a quien pueda respetar de verdad, porque está harta de académicos que sólo escriben para alimentar su ego. Pero su hermano replica: “No paras de hablar delego. Dios santo, solamente el propio Cristo podría decidir qué es ego y qué no lo es. Este es el universo deDios, hermana, no el tuyo, y El tiene la última palabra respecto a lo que es ego y lo que no lo es. ¿Qué me dices de tu amado Epícteto? ¿O de tu amada Emily Dickinson? ¿Pretendes que tu Emily, cada ver que sienta el impulso de escribir un poema, se siente a orar hasta que se le pase ese impulso tan feo y egoísta? No, ¡claro que no!” Salinger trata un problema similar en el relato “Levantad, carpinteros, la viga del tejado”. En este caso, Seymour, el hermano mayor de los Glass, confiesa que desea apreciar las personas y las cosas sin sentido crítico. Pero es consciente de que para deshacerse de su sentido crítico, tendría que renunciar a la poesía, porque se vería obligado a decir que la poesía mala es equivalente a la poesía buena. Y esto no sería nada fácil, como reconoce Seymour, el visionario idolatrado por su familia, el iluminado que no podía vivir en este mundo… Franny se da cuenta de que anhelar más conocimiento es tan malo como el deseo de acumular dinero. Su hermano quiere saber cuál es su motivación para recitar la Oración, porque no hay ninguna diferencia entre el que anhela tesoros materiales y el que anhela tesoros espirituales. “Al continuar con la Oración de Jesús, ¿acaso no estás intentando acumular algún tipo de tesoro? ¿Algo que es tan negociable como todas esas cosas materiales? ¿O es que el hecho de que sea una oración lo cambia todo?” Precisamente esa codicia, ese egoísmo, es lo que le preocupa a Franny. Sus hermanos mayores les enseñaron a ella y a Zooey que la ausencia de cualquier deseo es lo que más importa en la vida religiosa, pero paradójicamente, también les metieron en la cabeza que tenían que alcanzar una iluminación divina: ¿cómo conciliar en la práctica esas enseñanzas, entonces? Quizás la respuesta esté en el caldo de pollo que Bessie le ofrece a su hija, porque se puede interpretar como un acto de amor ingenuo, inocente y desinteresado. Zooey le riñe a su hermana por no aceptarlo, porque por su ceguera no se da cuenta de que es algo “sagrado”: “te estás perdiendo todos los malditos actos religiosos que se celebran en esta casa.” Esta idea refleja la importancia que tiene en las historias de Salinger el hecho de saber reconocer el amor o la belleza de verdad. En la introducción al relato el narrador se dirige a nosotros para decirnos que sabe distinguir entre una historia mística, religiosa, y una de amor, y según él, “Zooey” es una historia de amor. Pero, como dice Franny, ¿de qué sirve el consejo de Zooey si tiene “cuarenta definiciones” para cualquier cosa? Es ridículo que venga a darle consejos quien afirma que se ha tomado un vaso de ginger ale con Jesús en la cocina. Franny se siente como si estuviera en un psiquiátrico en el que un paciente se disfrazara de médico para atenderla. Al final del relato se ofrece una posible solución que no revelaré, pero cuando uno lo lee, se pregunta si así se solucionarán los problemas de Franny de forma definitiva y completa. Porque como hemos visto, por una parte está el ego que resulta fastidioso y por otra, el ego que crea y que aprecia obras de arte. Y ¿cómo se librará Franny de su codicia? ¿Cómo podrá satisfacer su anhelo de conocimiento espiritual sin caer en ese egoísmo? ¿Encontrará a un médico de verdad? Y finalmente, ¿se dirigirá al Jesús que realmente describe el Nuevo Testamento? J.D. Salinger, Franny y Zooey, Edhasa, 2003. Este artículo forma parte de la revista P+D Verano 04, que puedes leer a continuación odescargar aquí (PDF).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dinamita de verano - A Zooey sólo le apetece quedar a comer con Jesús