Alí, el turco

Cuando Dios mira a su iglesia, Él no nos ve como una iglesia de “tantos millones” de miembros... sino que Él nos ve a cada uno de manera personal.

19 DE JULIO DE 2013 · 22:00

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Uno de los aspectos más sorprendentes del corazón de Dios es que Él conoce a cada persona que existe en este planeta y desea profundamente que cada una se reconcilie con Él por medio de Jesús. Incluso en lugares donde muy pocas personas han escuchado el mensaje de la cruz. En el año 2007 viajé a México para asistir a una conferencia. En el auditorio habían banderas de varios países del mundo y justo al mirar hacia el techo vi la bandera de Turquía. En ese momento Dios puso en mi corazón algo muy especial por ese país del cual no tenía mucha información. No sabía muy bien qué estaba ocurriendo pero al terminar la plenaria comencé a hablar con un hombre y para mi sorpresa él también comenzó a hablarme de Turquía. Me parecía algo muy raro ya que nadie había hablado de Turquía durante la conferencia, así que le dije a Dios que si Él era quien me estaba hablando sobre este país que me lo confirmara una tercera vez. Pasaron diez minutos, era el tiempo de comer, así que cogí una bandeja y me formé en la fila donde servían la comida. No conocía a mucha gente así que me senté en la primer mesa que encontré vacía. Justo delante de mí se sentó un joven con el que nunca antes había hablado. Al verme, a modo de rompehielos y para iniciar conversación, lo primero que me dijo fue: “¿Sabías que en Turquía hay muy pocos misioneros?” Al escuchar a este joven mi corazón se conmovió y comencé a llorar. Ya no tenía ninguna duda de que Dios estaba hablándome sobre este país. Cuando regresé a España comencé a documentarme un poco más sobre Turquía y para mi sorpresa me di cuenta que es uno de los países musulmanes con menor porcentaje de cristianos que existe en el mundo. En un país con casi setenta y tres millones de habitantes, solamente hay alrededor de mil cristianos. Fue hasta el año 2011 cuando pude visitar Turquía por primera vez. Fui con un amigo con el objetivo de explorar la tierra y mientras conocíamos el país, repartir Nuevos Testamentos en tres ciudades diferentes. A lo largo del viaje vivimos muchas experiencias y aventuras maravillosas, pero algo increíble ocurrió en la última ciudad. Estábamos buscando el autobús para ir al aeropuerto cuando un hombre que estaba sentado en el suelo vendiendo separadores de libros nos preguntó si necesitábamos algo. Aunque no tenía muchas ganas de hablar con él porque pensaba que solo quería vendernos sus separadores de libro, le dijimos que estábamos buscando la parada de autobús. Amablemente se ofreció a acompañarnos y mientras caminábamos nos preguntó de dónde éramos. Entonces le respondí: “soy de México”. Cuando escuchó “México” se alegró y nos habló de su gran amigo Armando, el mexicano: “Hace tres años conocí a Armando, un militar mexicano que vivió en esta ciudad, me regaló una biblia”. Él no sabía que mi amigo y yo éramos cristianos. Cuando yo escuché que su amigo Armando le regaló una biblia me emocioné y enseguida saqué de mi mochila un Nuevo Testamento y se lo entregué. Entonces exclamó: “Esto es un milagro, tengo 49 años pero en realidad tengo 3, porque hace 3 años conocí a Jesús. Mi nombre turco es Alí, pero ahora me llamo Tomás, es mi nombre cristiano”. Tomás comenzó a hablarnos de lo que había leído en la biblia esa semana y nos dijo que su mujer y sus siete hijos ahora son cristianos también. Pero ni sus padres ni sus suegros quisieron dejar el Islam. Tomás se reunía en la única iglesia católica que hay en su ciudad, donde asistían cuatro personas, porque no conocía a más cristianos en su zona. Entonces seguimos hablando con él y nos dijo que se dedicaba a limpiar zapatos, pero le robaron la caja con la que limpia zapatos y su mujer hizo separadores de libros para que los vendiera y pudiera juntar el dinero para comprar el material que necesitaba para trabajar. Mi amigo y yo le dimos el dinero que necesitaba para comprar lo que le habían robado. Tomás no paraba de abrazarnos y besarnos. Estaba lleno de gratitud con Dios por proveerle pero sobretodo por encontrarse con otros cristianos. Lo que más me impactó de Tomás es que no se esconde. Todos sus amigos saben que es cristiano y él les enseña las historias que lee en la Biblia. Pero lo que realmente cautivó mi corazón fue darme cuenta que Dios nos ama más de lo que nos podemos imaginar. Dios usó a un mexicano para que Tomás conociera a Cristo y tres años después usó a otro mexicano para animar a Tomás y decirle: “Sigue adelante, no estás solo, pelea la buena batalla de la fe, me importas y te amo”. Dios tiene el control de todas las cosas y nos conoce de manera personal. Cuando Dios mira a su iglesia en el mundo, Él no nos ve como una iglesia de “tantos millones” de miembros... sino que Él nos ve a cada uno de manera personal, Él es el buen pastor que llama a cada oveja por su nombre. Por esa razón el evangelismo nunca debe tratarse de números sino de personas con nombres y apellidos. Cuando entendemos esa realidad podemos conocer mejor el corazón que Dios tiene por la humanidad. Gracias a Dios pudimos poner a Tomás en contacto con otros creyentes de su ciudad pero lamentablemente la situación en Turquía sigue siendo bastante complicada y aún queda mucho por hacer. A comienzos de este año hemos comenzado un proyecto llamado Preciosa Sangre Turquía para apoyar misiones a este país a través de la alabanza. Te animo a que seas parte de este proyecto y nos ayudes a ser la generación que proclama a Cristo en Medio Oriente. Tienes más información en: www.preciosasangre.org Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/03. Puedesdescargarla aquí (PDF) o leerla a continuación en tu navegador:

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Voces que claman - Alí, el turco